Por Ezequiel Suárez Ortíz
Muchas veces escuchamos decir al Comandante Hugo Chávez que debíamos formarnos, educarnos e incluso mantenernos debidamente informados para así manejar saberes y conocimientos que nos garanticen concretar una sólida conciencia. Hoy esta fórmula no solo es necesaria sino imperativa para poder encajar en una sociedad en la que sino estamos en sintonía con lo que sucede fuera de la ventana de nuestra realidad, pecaríamos de ingenuos e incluso de ignorantes frente a situaciones que afectan no solo a nuestra familia y vecinos, sino a los habitantes de esta tierra de gracia y al mundo entero.
Los acontecimientos que nos tocan de cerca no son producto de la casualidad, hechos que parecieran extraídos de una película de Hitchcock con un toque de Almodovar impregnan de incertidumbre a más de incauto quien a las primeras cae en el juego de la manipulación y de la alienación de manera fácil.
Más que una crisis económica inducida, Venezuela es víctima de una feroz arremetida del egoísmo de unos pocos quienes, con apetito voraz, necesitan devorarse el manjar que ofrece nuestro suelo… siendo el pueblo víctima directa de quienes se regocijan en su individualismo y disfrutan de la carencia ajena.
Pero toda crisis genera repuntes de dignidad, de patriotismo, de productividad, de actitud proactiva que nos seducen a escuchar nuestro núcleo de la verdad y nos recuerdan que la fuente principal de toda motivación es el amor por y para lo que nos coloquemos como meta, el compromiso y la lealtad para con la universalización de la paz, la estabilidad, la tranquilidad de un pueblo como el nuestro cuya génesis esencialmente liberadora y libertadora, merece vivir en bienestar.
Hoy como ayer no podemos optar entre vencer o morir, necesario es vencer y más que una consigna, tomar cada palabra como la savia de una nación que está decidida a solucionar sus propios errores, está dispuesta a la reconciliación y empeñada en edificar de una vez por todas una unidad monolítica que nos lleve a concretar lo que tanto anhela el hijo de Sabaneta para nosotros, la suprema felicidad posible.
Porque, la batalla no solo es espiritual es la batalla por la conciencia, por la certeza del destino de la Patria… sincera, profundamente humana y chavista!!.
Por ahora y para siempre.