Por Eduardo Cornejo De Acosta
El mundo contra la diplomacia norteamericana
Definitivamente, la geopolítica mundial se pone interesante gracias al factor Donald Trump. La arrogancia del pintoresco, pero peligroso personaje, va reconfigurando una nueva realidad que podría resultar positiva para el mundo.
Su prepotencia y malos modales lo aíslan cada vez más. Para la diplomacia de la Casa Blanca, noviembre de 2018 será inolvidable. El 1° de noviembre sufre una estruendosa derrota. Y es que en la ONU 189 países votaron contra el bloqueo a Cuba.
Una victoria más del pueblo cubano, de sus autoridades, que cobra mayor relevancia porque trascendieron los chantajes, presiones y cabildeos de la “diplomacia” norteamericana para torcerle la voluntad a varios países.
Y es que la prepotencia estadounidense, ahora más grosera con Trump, causa molestia hasta en sus propios aliados. Algunos hasta repiensan su “amistad” con Washington.
El empresario metido a presidente está contribuyendo mucho a una reconfiguración de la geopolítica, más allá que en Estados Unidos existan poderes en la sombra que dictan las líneas gruesas de la política de estado.
Trump se aísla, se gana conflictos. Hace incómoda a la Casa Blanca. Refleja también como se mueve hoy la geopolítica mundial. En eso tiene que ver la arrogancia de Washington y los poderes de trastienda en aquella declinante metrópoli.
Trump, que es una consecuencia del descontento generado en Estados Unidos después de la crisis financiera del 2008, con sus secuelas de chauvinismo, xenofobia y una beligerancia sin precedentes, donde se saltan normas diplomáticas mínimas, favorece la multipolaridad.
Trump pelea con sus “amigos”
Recapitulemos lo ocurrido desde inicio de año. El inquilino de la Casa Blanca empieza a dañar las relaciones con sus socios de la Unión Europea, a tal punto que Emmanuel Macron, jefe de estado francés, dijera en mayo de este año, y lo reiteró en agosto, «Europa ya no puede confiar en Estados Unidos en cuestiones de seguridad».
Un primer desencuentro con París fue cuando Trump se retiró del acuerdo nuclear con Irán. En Francia la determinación cayó muy mal, a tal punto que Bruno Le Maire, ministro de Economía de Francia, dijo que Europa no debería seguir actuando como «vasallo de Estados Unidos», ni interrumpir sus relaciones comerciales con Teherán.
Otra decisión del pintoresco Trump fue elevar los aranceles para acero y aluminio, afectando con ello a sus socios de la Unión Europea.
En Europa ven a Trump, a Estados Unidos, como un socio poco confiable, como el ejecutante de una política exterior impredecible y poco seria.
Al desaguisado con Irán, siguió el reconocimiento de Trump a Jerusalén como capital de Israel. Su probado apoyo a terroristas en Siria y otros sectores del medio oriente, aunque esos apoyos vienen desde tiempos de Barack Obama.
Europa, que hoy vive la migración de millones de africanos y árabes, fruto de las guerras que Estados Unidos los obligó a pelear, no quiere más complicaciones.
Tampoco quieren verse involucrados en una reedición de la vieja guerra fría con Rusia. De hecho, el “locuaz” Trump acusó a Alemania de ser cautiva de Rusia y critica su dependencia del gas euroasiático
Trump hace referencia que entre el 60 y 70% de la energía que necesitarán los germanos llegará a través del nuevo gasoduscto Nord Stream II que desarrollan Moscú y Berlín.
La insolente declaración del jefe de estado norteamericano fue dos meses después que la canciller de Alemania, Angela Merkel, y el presidente de Rusia, Vladimir Putin, aseguraran continuar con el proyecto del gasoducto, pese a la oposición de Estados Unidos.
Dicho gasoducto suministrará gas a través del mar Báltico a Alemania y otros países de Europa Occidental.
Durante la asamblea general de la ONU, en octubre, Trump reiteró que Alemania se constituía en pelele de Rusia, ante la evidente molestia de la delegación germana.
Pero la altanería no solo molesta a galos y germanos. El 26 de julio se creó otro incidente cuando la Casa Blanca insistía en sanciones contra Rusia. La UE dejó claro que no acompañaría a sus socios.
Sobre todo, si podrían afectar los intereses energéticos de la UE. No olvidemos que varias compañías de hidrocarburos europeas tienen intereses compartidos con empresas rusas como Gazprom.
El asunto no quedó allí, el 2 de agosto, Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, enfatizó que la UE se reservaba el derecho de actuar si sus intereses se perjudicaban por las sanciones de Estados Unidos a Rusia.
Según distintas agencias noticiosas, el funcionario manifestó que “estamos preparados y tenemos que defender nuestros intereses económicos ante Estados Unidos. Lo haremos”.
¿Qué pasará con la OTAN?
Así llegamos a noviembre. El martes 13, Donald Trump la emprende contra Emmanuel Macron, mandatario francés. ¿La razón? El presidente galo manifestó la necesidad de crear un ejército paneuropeo para garantizar su seguridad sin participación norteamericana.
Entre otras cosas, Trump calificó de “insultante” la idea. Dijo que Estados Unidos subsidia la OTAN y que todos esos países deberían pensar primero en equilibrar los pagos. Ese martes en la noche, Angela Merkel hizo público su respaldo a Macron, recalcando que el llamado viejo continente debería dejar su actitud pasiva respecto a Washington.
“Europa debe tomar de nuevo su destino en sus manos si queremos proteger nuestra comunidad…Debemos establecer un Consejo de Seguridad Europeo con una presidencia rotativa”, expresó Merkel.
Más dirigentes europeos se han pronunciado en esa línea. Línea que podría desmantelar la OTAN y con ello los planes hegemónicos, de agresión global, que pone en práctica Estados Unidos. Malo para Donald Trump, bueno para el mundo. A Propósito, ¿cómo quedaría Colombia en ese escenario, ya que recientemente se incorporó a la OTAN?
Claro, no es una ruptura de relaciones, ni el resquebrajamiento inmediato de alianzas que datan de hace mucho, entre Estados Unidos y los países de la Unión Europea, pero si revela un deseo de independencia, cosa que no existía años atrás, cuando iniciaron, por ejemplo, las masacres a Iraq y Libia.
Que Europa le venga plantando cara a Washington y se acerque a Rusia, a China, tiene que ver con nuevas formas de relacionarse y allí tienen que ver dos cosas: La torpeza de Trump y el poder en la sombra que lo catapulta; y la presión de los pueblos que buscan otro mundo posible.
Se debe a la opinión pública que tanto temen, porque ahora se les hace más difícil manipular, pese a sus robots en redes sociales y las megacorporaciones mediáticas que controlan.
Trump también se debilita en casa
De hecho, las elecciones intermedias en las que los republicanos perdieron el control de la Cámara de Representantes, de estados importantes, es una señal que debe tomarse en cuenta.
Ha surgido a la palestra política norteamericana gente que apuesta por la pluralidad, la tolerancia, por un trato distinto al caso de los migrantes. Gente que no quiere más aventuras militares, ni injerencia en asuntos de otros países.
Sabemos que al final, por lo menos en estos momentos, su margen de acción dentro del sistema es mínimo, pero ya están, y quienes controlan los poderes fácticos se preocupan.
Esto se extrapola al mundo. El mundo, ya no solo los pueblos, sino también políticos y empresarios, no soportan sus bloqueos y sanciones unilaterales.
Estas acciones violan la legislación internacional, la libertad de comercio, los derechos humanos de los pueblos que sufren dichas sanciones.
Por eso, 189 países votaron contra el bloqueo a Cuba. Muchos países con líderes decentes, mandatarios de potencias globales, se oponen a las sanciones contra países soberanos, incómodos al hegemón.
Miles de ciudadanos en todo el planeta muestran solidaridad con Venezuela y Cuba, repudian a Trump y lo que representa.
Al final de cuentas, ¿quién se está aislando?