Por José Gregorio Linares
Hoy en nuestro país, al igual que ayer en Nicaragua, las manos arteras de Estados Unidos pretenden asfixiar un pueblo que no acepta someterse.
El imperio estadounidense siempre ha metido sus manos en las naciones latinoamericanas que luchan por su soberanía, y desde acá los pueblos insurgentes le han exigido que saque sus manos de nuestras naciones. Han sido muchas las oportunidades en que las manos gringas se han manchado con la sangre de los suramericanos; muchas las ocasiones en que estas manos se han hundido en las entrañas de nuestra tierra en busca de petróleo, hierro, cobre, oro. Nunca estas manos se han extendido amistosamente para construir lazos duraderos de amistad con Latinoamérica; al contrario, se convierten en puños que solo saben amenazar, golpear y aporrear. No han servido para construir, sino para aniquilar; no han sido usadas para dar vida, sino para arrebatarla. Como tenazas pretenden aprisionarnos; como garras, desgarrarnos; como zarpas, lesionarnos. No hay manos que agravien tanto. Por eso los latinoamericanos con sentido del honor le gritan con firmeza a los yanquis: “saquen sus manos de nuestra patria”.
Así ocurrió en Nicaragua a comienzos del siglo XX (de 1912 a 1933) cuando Estados Unidos invadió el país y sometió a la población a una guerra de exterminio que causó miles de muertos y cuantiosos desastres. A los invasores, que para el momento de la ocupación dispusieron de 6 cruceros de guerra, 5000 marines, 27 aviones y 14 buques de guerra, se les enfrentó un ejército popular prácticamente desarmado que luchaba con rifles capturados al enemigo, granadas de mano fabricadas con latas de sardina, y hondas con las que eran capaces de derribar aviones.
Su líder fue Augusto César Sandino (1895-1934). La poeta chilena Gabriela Mistral (1889-1957) lo llamó “General de hombres libres, héroe nato y criatura providencial”, e invitó a los jóvenes de Suramérica a unirse al “pequeño ejército loco de voluntad de sacrificio” que enfrentaba a la potencia del norte en Nicaragua. Les instó a alistarse en las filas sandinistas “para ofrecerle a Sandino lo mejor que puede cederse”. Les incitó al ejercicio de la solidaridad: “Harían cosa más honesta yendo a ayudar al hombre heroico, héroe legítimo, como tal vez no les toque ver otro”, les dijo. Entre los latinoamericanos que se incorporaron con más fervor a esta lucha antiimperialista estuvieron, como siempre y en la primera fila del combate, los venezolanos; entre ellos Carlos Aponte Hernández, quien llegó a ser Coronel del ejército sandinista, Carlos León, Salvador de la Plaza y los hermanos Gustavo y Eduardo Machado.
Precisamente, gracias sobre todo al trabajo de Gustavo Machado, el 18 de enero de 1928 fue fundado en México el “Comité Manos Fuera de Nicaragua” (MAFUENIC) que de inmediato organizó actos de calle “contra el imperialismo yanqui, por la liberación de Nicaragua y de toda América”. Los principales objetivos del Comité fueron: “1) el envío de medicamentos y en general de auxilios médicos a Sandino, ya que son los únicos elementos que le faltan para continuar la lucha contra los invasores extranjeros; 2) hacer la propaganda más amplia contra los procedimientos del imperialismo norteamericano en Nicaragua, así como en los demás países latinoamericanos, y a favor de la lucha emancipadora de Sandino”.
Al Comité Manos Fuera de Nicaragua se le unieron decenas de organizaciones internacionalistas, entre ellas la Liga Antiimperialista de las Américas, la Unión Centro Sud Americana y Antillana (representada por Carlos León), y la Liga Internacional Antifascista, entre muchas otras. Por otra parte, y para difundir las labores del Comité y llamar a la conformación de más filiales se fijaron los días 11 y 12 de febrero como “Días Manos fuera de Nicaragua”.
El Comité Manos Fuera de Nicaragua (MAFUENIC) se convirtió en un articulador de los movimientos antiimperialistas y antifascistas del momento y en el principal vocero internacional de la Nicaragua Sandinista. Efectuó una sistemática campaña de divulgación tanto de los crímenes del imperialismo estadounidense en Nicaragua y América Central, como de las acciones de resistencia antiimperial llevadas a cabo por el ejército sandinista. Logró, además, la conformación de Comités Manos Fuera de Nicaragua en todo el mundo, incluso en Estados Unidos, donde su organización fue posible debido especialmente a la iniciativa de Eduardo Machado y de Sócrates Sandino (hermano del general de Hombres Libres), quienes residían temporalmente en el país del norte. Allí lograron imprimir diez mil estampillas con la leyenda “Proteste contra la intervención de los marines en Nicaragua”. Incluso hubo movilizaciones y campañas de agitación frente a la Casa Blanca que, por supuesto, fueron violentamente reprimidas.
Hoy en nuestro país, al igual que ayer en Nicaragua, las manos arteras de Estados Unidos pretenden asfixiar un pueblo que no acepta someterse. Son manos infames, surcadas de maldiciones, sucias de muerte y tierra, oscuras de sangre ajena. Y hoy, emulando las lecciones del pasado, levantamos la consigna “Manos fuera de Venezuela”. Comenzamos por recoger millones de firmas en apoyo a la Patria de Bolívar y en contra de las amenazas de invasión yanqui. Participamos en las movilizaciones populares en defensa de Venezuela. Organizamos en el mundo entero los comités de solidaridad con nuestra Patria. Dictamos charlas y conferencias contra la amenaza de ocupación. Difundimos revistas y libros que explican la verdad sobre Venezuela. Articulamos a las distintas organizaciones que a nivel mundial luchan por la paz y contra el intervencionismo. Denunciamos a los “traidorzuelos o almas seca del sur” – así los llamó Sandino- que promueven la injerencia extranjera.
A los gringos y a los “traidorzuelos o almas seca del sur” les repetimos las palabras que le dirigiera Sandino a un general estadounidense invasor: “nos oponemos a toda intromisión del gobierno de Usted en los asuntos interiores de nuestra nación, la soberanía de un pueblo no se discute, sino que se defiende con las armas en la mano.” Al gobierno de Estados Unidos le pedimos, le exigimos, le ordenamos: ¡Manos Fuera de Venezuela!