Por Alí Ramón Rojas Olaya
Hola, Ivancito, espero que hayas estudiado. Un amiguito tuyo, Luis Guillermo Sosa Pike, escribió un artículo en el Facebook en el que intenta contarnos «Un poco de Historia entre Estados Unidos y Simón Bolívar y a lo que tal vez hizo alusión el Presidente Duque», ¡Se refiere a ti, Ivancito! ¡Te salió defensa, te felicito! Luisito hizo un intento, sí, Ivancito, un intento por contar la historia desde su posición política (eso se respeta), pero incurrió en un grave error. ¿Cuál? El de contar medias verdades, ¿Por qué es un error? Porque éstas, aunque tengan elementos verídicos, son declaraciones engañosas que evaden o tergiversan la verdad. Son tan dañinas como la llamada posverdad, los fake news (noticias falsas), los falsos positivos (que tanto le gustan a Alvarito) y la verdad fuera de contexto. ¿Por qué? Porque sus efectos son más poderosos que las mentiras, ya que pueden convencer más fácilmente al receptor del mensaje gracias a la parte de verdad aportada. Los nazis, y especialmente Joseph Goebbels, en su rol de Ministro del Reich para la Ilustración Pública y Propaganda, emplearon conscientemente tanto la mentira directa como la media verdad y la verdad fuera de contexto.
Comenzaremos diciéndote que a las medias verdades que cuenta Luisito, hay que agregar el espíritu colaborativo que caracterizó a nuestro Libertador Simón Bolívar. Fíjate que el 14 de agosto de 1818 le escribe al presidente de Haití, Jean-Pierre Boyer (1776-1850), «me complacería mucho esta alianza [con Estados Unidos], puesto que sería ventajosa para los dos países, y porque es indispensable que los gobiernos americanos libres se reúnan con el fin de consolidar su independencia y estar así en aptitud de rechazar los esfuerzos de la tiranía». Pero, ¿sabes que ocurrió? ¿Sabes que hicieron tus idolatrados gringos?
En el año 1818, Estados Unidos violó el acuerdo de neutralidad y vendió armas a los realistas que las transportaban en las goletas Tigre y Libertad. El Ejército Libertador, al agarrarlas in fraganti, las confiscó. Entonces el presidente de Estados Unidos, James Monroe, envía a Angostura a su agente diplomático, John Baptist Irvine, quien con el tono característico de la «supremacía» angloamericana exigió que las naves le fueran devueltas. Bolívar le respondió categóricamente el 7 de octubre de 1818 desde Angostura: «No permitiré que se ultraje ni desprecie al Gobierno y los derechos de Venezuela. Defendiéndolos contra la España ha desaparecido una gran parte de nuestra población y el resto que queda ansia por merecer igual suerte. Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende».
Irvine denuncia al Libertador ante su gobierno diciendo: «El régimen del Dictador Bolívar ha producido desórdenes que necesitarán mucho tiempo para reparar; he terminado mi correspondencia y no deseo tener más roces con él; regresaré a los Estados Unidos». Para Irvine, Bolívar era un «general charlatán y político truhan».
Monroe, molesto porque un venezolano lo desobedeció, planificó la invasión contra nuestra patria si Bolívar no se retractaba. «¡Quiero mis barcos ya!» gritaba furioso. Inmediatamente llamó al Comodoro Oliver Hazard Perry, oficial de la Marina de Estados Unidos, y lo comisionó para que resolviera el asunto. Así, en junio de 1819 el presidente Monroe le confiere el mando de tres buques de guerra y le nombra ministro plenipotenciario para cumplir con la misión que Irvine no pudo consumar. Perry, aprovechándose que Bolívar se encontraba librando batallas para darle la libertad a la Nueva Granada, tu país, Ivancito, habló con el vicepresidente de la Nueva Granada. ¿Y sabes que hizo tu paisano? ¡Adivina! ¡No, no, Ivancito, no estás estudiando lo suficiente! El antioqueño Francisco Antonio Zea le devolvió las goletas al gringo. Cuando Simón Bolívar, el padre fundador de la República de Colombia, entra triunfante en Bogotá después de derrotar a los enemigos españoles en la Batalla de Boyacá que independizó a la Nueva Granada (sin ayuda del Capitán América ni de Supermán) consideró la capitulación como: «un acto de humillante debilidad». Pero esta historia no termina aquí, Ivancito, ¿sabes cómo terminó tu héroe Oliver Perry? Se enfermó de malaria y cuando pasaba orondo frente al Golfo de Paria en la nave «USS Adams» murió el 23 de agosto de 1819. ¡Sentido pésame, Ivancito!
La guerra mediática, Ivancito, de la que tú formas parte con la Cadena Caracol y RCN no es nueva. ¿Sabías que los Estados Unidos desarrollaron una contra Bolívar? Si no me crees, pon atención a lo que le dice al Libertador, Bedford Wilson, oficial inglés a las órdenes de Simón Bolívar, en 1827: «No he encontrado un solo norteamericano que hable bien de Usted; los papeles públicos que circulan del uno al otro extremo de los Estados Unidos sólo hacen calumniar y denigrar los actos y su reputación. Sería inútil empeñarse en contener el torrente de mentiras que se publican cada día; y si es que se presentan ocasiones de desmentirlas con los hechos, los directores de periódicos salen del apuro diciendo que ellos nada tienen que ver con los hechos, que lo importante son los principios, y siguen con la campaña de difamación».
Tomás S. Willimont, procónsul inglés en el Perú, le escribe al Conde de Dudley, secretario del Estado Británico, en noviembre de 1826: «La maligna hostilidad de los yanquis hacia el Libertador es tal, que algunos de ellos llevan la animosidad hasta el extremo de lamentar abiertamente que allí donde ha surgido un segundo César no hubiera surgido un segundo Bruto».
El 25 de mayo de 1820, Bolívar le escribe a José Rafael Revenga que «jamás conducta ha sido más infame que la de los norteamericanos con nosotros». El 23 de diciembre de 1822, desde Ibarra, le expresa a Santander: «Cuando yo extiendo la vista sobre la América (…) hallo que está a la cabeza de su gran continente una poderosísima nación, muy rica, muy belicosa y capaz de todo».
Entre el 22 de junio y el 15 de julio de 1826 se desarrolló en nuestro país, Ivancito, el Congreso Anfictiónico de Panamá. ¿Sabes que hicieron tus gringuitos? Lo sabotearon con reuniones boicoteadas por el gobierno de los Estados Unidos con la ayuda muy bien pagada de algunos delegados suramericanos traidores (algo así como el Cártel de Lima de aquella época). El 1° de junio ya lo advertía nuestro presidente Simón Bolívar: «los americanos del norte, por ser sólo extranjeros, tienen el carácter de heterogéneos para nosotros. Por lo mismo jamás seré de opinión de que los convidemos para nuestros arreglos Americanos». El 20 de julio, Bolívar evalúa el congreso: «el golpe contra la integración de Hispanoamérica fue invitar a los Estados Unidos al Congreso de Panamá: era como invitar al gato a la fiesta de los ratones».
El 5 de agosto de 1829, Bolívar le escribe al coronel Patrick Campbell, «los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad». ¿Crees que nuestro presidente exageraba, Ivancito? Pues no, resulta que el 7 de septiembre de 1829, William H. Harrison le escribe desde Bogotá a Henry Clay, Secretario de Estado de los Estados Unidos, y enemigo declarado del Libertador, todo un plan desestabilizador: «el drama político que se desarrolla en este país se apresura hacia su desenlace. Una mina ya cargada se halla preparada y estallará sobre ellos dentro de poco. Obando se encuentra en el campamento de Bolívar seduciendo las tropas. Córdova ya ha seducido el batallón que está en Popayán y se ha ido del Cauca a Antioquia, todas están preparadas para la revuelta. Una gran parte de la población de esta ciudad está comprometida en el plan. Constantemente se celebran juntas. Se distribuye dinero entre las tropas, sin que el gobierno tenga todavía conocimiento de estos movimientos El medio a que acuden los santanderistas para ocultar sus designios consiste en una eterna y extravagante alabanza del general Bolívar».
Tu diminuta Colombia, Ivancito, la de tu oligarquía cundinamarquesa, promueve la violencia, la ingratitud, el servilismo, el abuso, la xenofobia y apoya la injerencia gringa. ¿Y sabes algo? Tu Colombia es violenta con tu propio pueblo. Masacra a las campesinas y campesinos quienes, despavoridos, tienen que dejar sus conucos huyendo del paramilitarismo que tu gobierno creó. Muchos de ellos viven en Venezuela. No te preocupes, están bien, gozan de los mismos beneficios que los venezolanos.
Ivancito,¡Dile no a la xenofobia, Ivancito! ¡Deslíndate del Cártel de Lima (esa mala junta no te conviene)! ¡No sigas asesinando a los líderes comunitarios de la Colombia grande, por favor! ¡Sí, lo sé, Ivancito, sé que son órdenes de tu jefe Alvarito! ¡Estudia, estudia! y como siempre te decimos… ¡hasta la próxima clase!