Tinta cruda
Por Alfredo Carquez Saavedra
En el Reino de España una banda vinculada a la Agencia Central de Inteligencia irrumpe en la Embajada de la República de Corea del Norte, secuestran a los diplomáticos, los golpean, los interrogan y los dejan maniatados, antes de huir en un par de vehículos oficiales, con las computadoras y los celulares.
Esto sucedió apenas semanas atrás y bien poco que se ha dicho al respecto. Todo un escándalo internacional en el que se le notan las costuras a la grosera manera de actuar del Gobierno de Donald Trump. Si esto se lo hace a un aliado de la Organización del Atlántico Norte, qué se puede esperar cuando se trata de una nación como la nuestra empeñada en defender su soberanía.
Por cierto, en los medios de ese país, Venezuela es noticia de primera plana a diario pero ese caso ha ocupado poco espacio.
En esa misma nación se están juzgando a un grupo de independentistas catalanes por armar una elecciones tipo Súmate de María Corina Machado, desconocer a la Corona y al gobierno que despacha desde el Palacio de la Moncloa y llevar a cabo unas guarimbas al estilo ibérico. Uno de los protagonistas está en el exilio y otros presos esperando una posible condena que podría sumar varias décadas de cárcel.
En el informe anual que sobre Derechos Humanos elabora y difunde con bombos y platillos Estados Unidos, en el que juzga al resto de los países del planeta y en el que, por supuesto no incluye registros propios, tal vez porque se haría infinito, señala que en Madre Patria no hay presos políticos.
Sin embargo, aquí, en esta nación cercada y puesta en la mira de los intereses transnacionales, cualquier dirigente o militante opositor, así sea sorprendido con el puñal ensangrentado en la mano y el cadáver al lado, es calificado automáticamente como adalid de la democracia y víctima del régimen.
Y de acuerdo con esa lógica los voceros de la Casa Blanca, sus marionetas del grupo de Lima y las grandes corporaciones de comunicación de masas, se encargarán de maquillar la historia a su gusto, necesidades e intereses, para hacer de un crimen un hecho meritorio.