Culmina la primera etapa de 45 días de la Guerra de 4ta. Generación o Guerra No-Convencional contra la Revolución Bolivariana que ejecutan los Laboratorios de desestabilización política y socio-emocional, cuya estrategia es diseñada y articulada principalmente desde los Estados Unidos y Colombia.
Hasta ahora esta intensa operación encubierta y programada ha conseguido un lamentable saldo de 43 víctimas, incluyendo crímenes selectivos, incalculables daños materiales, incontables horas de trabajo perdidas, angustia colectiva creciente, incesante asedio e injerencia por parte de gobiernos reaccionarios y factores externos radicales, y sobre todo ha instalado en la opinión pública internacional perversos relatos a través de las corporaciones mediáticas internacionales.
Se inicia ahora una segunda etapa, también de 45 días, en la que arreciará el foquismo extremista, la insurrección armada a través de acciones violentas más sofisticadas, los crímenes, sabotajes, las sanciones contra altos funcionarios del Estado e incluso sanciones económicas, las campañas sobre la supuesta hambruna y la dictadura en Venezuela, desestabilización, estrangulamiento económico e intensificación de la presión internacional.
También intentarán sembrar fracturas en la unidad cívico-militar, las instituciones y el chavismo, entre otras acciones programadas. Todo con el objetivo calculado de derrocar al Gobierno del presidente Maduro y preparar a la opinión pública nacional e internacional para que acepte y respalde finalmente una intervención multilateral con la excusa de la ayuda humanitaria, la ingobernabilidad y la violación de los derechos humanos.
Sin embargo, en este rompecabezas insurreccional hay unas cuantas piezas que no encajan y que no están incluidas explícitamente en el Manual.
Me refiero a la fase de evaluación y análisis del Plan subversivo, cuyas fuentes de información siguen siendo sesgadas, subjetivas y superficiales. Por razones obvias, no me voy a referir a estas profundas carencias analíticas ni a sus fallidos marcos de interpretación, y mucho menos a los estudios de opinión “muy serios” en los que se apoyan.
Aunque el enfoque del Plan sea fundamentalmente de “cerco y asfixia”, solo voy a insistir en que la evaluación de su ejecución sigue, como tantas veces, subestimando la fuerza social, simbólica y política del chavismo, la considerable y cohesionada base social de apoyo que todavía mantiene hoy la Revolución, su inmensa capacidad de respuesta social y militante para enfrentar una eventual intervención, la conciencia bolivariana de las Fuerzas Armadas, entre otras significativas fortalezas, frente a una oposición que está muy lejos de convertirse en una alternativa o de garantizar condiciones mínimas de gobernabilidad y estabilidad, y que sigue desconectada dramáticamente de las expectativas populares.
De hecho, después de 45 días de aplicación del Plan insurreccional, la pretendida explosión social no se ha producido y su ejecución solo ha convocado importantes movilizaciones, en su mayoría de las clases medias.
Todavía estamos a tiempo de sentarnos a dialogar y negociar, pensando primero en el futuro del país y para evitar una confrontación violenta que no conviene a nadie.
Hay que entender que el conflicto venezolano no se resolverá si hay vencedores y vencidos. Por el contrario, hay que transformar el conflicto en un espacio de oportunidades que garanticen la gobernabilidad y la estabilidad necesarias.
Hay que repensar el conflicto, repensar el país y repensar el futuro para encontrar esas oportunidades.
Oscar Schémel