A propósito de los continuos comentarios sobre la supuesta injerencia del Gobierno del Presidente Nicolás Maduro en las protestas que suceden en América Latina y en el mundo, es menester señalar que la Revolución Bolivariana, ni se impone, ni se exporta como modelo a ninguna parte del planeta, pues, por su carácter antiimperialista y contra hegemónico, por principios para ella, son los pueblos los que hacen sus luchas y construyen su historia y no los tutelajes los que las originan.
Por ello, mientras la prensa comprometida con el discurso hegemónico hace esfuerzos por diluir los triunfos del poder popular; negándole autonomía y estableciendo tutelajes extranjeros como responsables; los pueblos organizados demuestran que las protestas populares, trascienden a los elementos coyunturales que las convocan, y con su accionar, derrumban los cimientos de los gobiernos abyectos que las combaten y los modelos políticos que les oprimen.
De allí que, la mediática idiotizadora de la gran prensa y sus acólitos, siga acudiendo al relato de la lucha dicotómica entre el bien (la normalidad hegemónica) y el mal (la protesta legítima), para no reconocer las luchas de los pueblos, aludiendo al convencimiento judéo-cristiano de la culpa de terceros, en un esfuerzo por diluir cualquier ápice que muestre la fortaleza en las masas organizadas que les rechazan.
En ese sentido, se puede asegurar que la praxis social concreta de las protestas, supera a las ideologías dominantes y a todo posicionamiento hegemónico, situando el debate fuera de los dominios ideológicos y en el marco de la construcción de políticas alternativas que recogen las aspiraciones populares particulares.
Es por ello que las oligarquías occidentales (hegemonizadas por EE. UU., U. E. y el Reino Unido) y sus domesticados acólitos en el mundo, por su naturaleza cobarde y asesina, tiemblan cuando los pueblos rugen en unidad perfecta y asumen el compromiso patrio por la Paz.
En ese marco, no es extraño, que EE. UU., la mal advenida primera economía del mundo, propulsora del capitalismo como forma de vida y defensora de todas las conjuras contra las mayorías oprimidas, ataquen con saña y alevosía a países cuyo único delito, es construir sus socio historias en correspondencia a sus aspiraciones como naciones libres y auto determinadas.
Ahora bien, para el buen observador una mirada basta, por ejemplo, América Latina es un crisol de esperanza donde, a contracorriente de los designios hegemónicos imperiales, se amalgaman las aspiraciones y las acciones de mujeres y hombres libres que han asumido la lucha contra las ignominias; como valor orgánico para la construcción de sus procesos políticos. Los últimos acontecimientos así lo comprueban: Cuba, resiste y avanza, y a despecho de quienes le adversan, sirve a la humanidad desde la solidaridad con todas las naciones del planeta; Nicaragua se fortalece; Bolivia demuestra que la lucha popular da la victoria en el combate, al derrotar un golpe de Estado patrocinado por la OEA; Chile se abre paso contra la derecha heredada de la dictadura criminal de Pinochet; Colombia arde por los cuatro costados sin temor al Gobierno paramilitar tutorado directamente por los imperios, sus ejércitos y mercenariado allí instaurados; Brasil reconfigura la marcha por su liberación, mientras Venezuela mantiene la Paz como estandarte; y el desarrollo de la Democracia Protagónica como principio, para el logro de la mayor suma de felicidad posible para todos.
En base a lo anterior, se puede asegurar, que cada proceso de los antes mencionados, se motoriza desde la voluntad colectiva de cambio; sin que por ello se entienda que sean calco de modelos experimentados en otras naciones que resisten y luchan.
En ese sentido, sostengo la tesis de que cada proceso es particular, y aunque el objetivo es el mismo, no cabe duda de que las protestas van estableciendo las diferencias entre un proceso político y otro, sin menoscabo de que la causa sea invariablemente igual: “El injerencismo y la dominación de los dogmáticos ultra derechistas; y sus imposiciones ideológicas magnificadas por los medios a su servicio; y el aparato económico y militar con el que someten a quién se le oponga.
Así está surgiendo una corriente histórica que asume el antiimperialismo como principio y se enmarca en el respeto a la autodeterminación, la paz y la interculturalidad. Allí radica la solidaridad que se expresa en la diplomacia de los pueblos y se verifica en el multilateralismo militante que se evidencia en la conformación de nuevos bloques de poder; que se asumen complementarios y sin injerencias.
Todos sabemos que la acción popular es subversiva al orden institucional del capitalismo y los intereses de las minorías dominantes; también entendemos que la mediática analfabetizadora cumple su papel distorsionando la realidad hasta hacerla incomprensible para los idiotizados por sus mensajes, pero afortunadamente, evidenciamos que la dialéctica de lo concreto que surge de las condiciones objetivas y subjetivas; derrumba mitos y construye esperanza.
Por: Ángel Rafael Tortolero Leal