Por Jimmy López Morillo
Mientras los habitantes de la ciudad estadounidense vivieron horas de terror en julio de 1977, en Venezuela se impuso la calma durante el salvaje acto criminal cuyo objetivo era provocar el caos y justificar la invasión estadounidense
Al caer la noche del jueves 7 del corriente sin que pudiera reponerse la energía eléctrica en nuestro país, dejándonos también incomunicados –por lo cual no se tenía ningún tipo de información al respecto-, abundaron quienes llegaron a pensar que aquello podría ser el preámbulo de algo de dimensiones mucho mayores.
Aproximadamente a las 5:30 de la tarde, en nuestro barrio se corría la voz de que no solo había sido afectada nuestra parroquia, La Vega, como en principio se pensaba, sino toda Caracas y otros estados del país. No había servicio de telefonía celular y ni pensar en radios de baterías, una materia olvidada para la gran mayoría, por lo tanto, la desinformación dio paso lógico a la incertidumbre.
Anocheciendo, esa sensación se tornó en mal presagio: “Los gringos suelen atacar a oscuras”, nos dijo nuestro hermano, muy preocupado y con sobradas razones, dada la situación de asedio y amenaza por parte de los genocidas de Washington a la cual se encuentra sometida Venezuela. De ellos, puede esperarse lo peor, jamás nada bueno.
A la luz de las velas transcurrieron esas horas, en la cual la angustiosa vigilia solo fue interrumpida al vencernos el sueño. Allá, en las lejanías ocultas detrás de las impenetrables tinieblas, no podíamos saber qué estaba ocurriendo. Ni siquiera la luna se dio una vueltecita por el cielo casi sin estrellas.
En la mañana del viernes 8, comenzó el recorrido para el encuentro con los camaradas, lógicamente sin convocatoria previa. Luego, el intercambio de las pocas informaciones conocidas: “Habló Jorge Rodríguez”. “La vicepresidenta Delcy, dijo que había sido un ciberataque al cerebro del Guri”. Las especulaciones: “Dijeron que tardará 48 horas en reponerse el servicio”. Otros hablaban de 72 horas. De repente, una advertencia tétrica del vecino de uno de nuestros contertulios: “Hay que prepararse, porque en tiempos de guerra las ciudades pueden pasar hasta años sin electricidad”. La respuesta en obligatoria negación llegó de inmediato proveniente de varias voces, pero todos estábamos conscientes de la posibilidad de una confrontación bélica y sus terribles consecuencias para todas y todos.
Sin embargo, de las conversaciones salieron dos conclusiones básicas: “Si deseaban ‘lanzarse’ –los invasores y sus lacayos en nuestro territorio-, pudieron aprovechar el factor sorpresa y no lo hicieron”. Y la otra, tal vez la más importante: “Todo permaneció en calma”.
Así transcurrió el día, con la gente intentando aferrarse a algunas de sus cotidianidades; los comercios abrieron, ofreciendo sus mercancías solo con pago en efectivo. Pasadas las primeras 24 horas del acto terrorista, comenzando un nuevo anochecer y mientras los niños combatían oscuridades jugando metras, desde nuestro sector pudo verse cómo se iluminaba la urbanización Vista Alegre, al frente de nuestra parroquia, y un rayito de esperanza nos cobijó, hasta hacerse realidad poco después de las 8, cuando llegó la luz a buena parte de La Vega y tuvimos tiempo de ver al ministro Jorge Rodríguez dando un parte de la situación y mostrando cínicos “tuits” del secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo; de la hiena Marco Rubio y el títere autoproclamado, todos celebrando el atentando y de una u otra manera reconociendo su autoría. Poco después se cayó el fluido eléctrico, retornando a las 9, destapando un rugido de alegría que daría paso poco después a la música en muchos hogares.
A las 12 del mediodía del sábado 9, un nuevo ciberataque se produjo, como lo denunció luego el presidente Nicolás Maduro Moros en el cierre de la marcha antiimperialista que, para desespero y decepción de quienes apuestan a la destrucción de todo un país para satisfacer su voracidad, fue multitudinaria, pasándole por encima a todas las dificultades, para demostrarle al mundo que seremos libres y soberanos, sin importar el costo. “Esto nos remoraliza y a ellos les duele”, comentó José Gregorio Salazar, dirigente popular de La Vega mejor conocido como “Cachorro”.
El servicio se restableció a las 9 de la mañana del domingo, se cayó una vez más a las 2 y retornó a las 5. En medio de todos esos paréntesis, las convicciones y las fortalezas inundaban corazones. “No podrán con nosotros”, escuchamos en distintas versiones y voces, incluyendo las de unos Testigos de Jehová, con quienes conversamos.
Entrada la semana, comenzando a normalizarse la energía eléctrica progresivamente en todo el territorio, conocimos toda la sarta de falsas noticias que –no faltaba más- se regaban durante esos días, incluyendo algunas tan deleznables como la versión de una desacreditada periodista venezolana radicada en Colombia, sobre la supuesta muerte de más de 200 personas en el Hospital Universitario de Maracaibo, incluyendo más de 70 niños; o la de un joven reportero que comienza a hacer carrera como propagador de “fake news” para un canal antivenezolano también del vecino país, quien difundió la especie de que personas recogían agua del río Guaire para satisfacer “sus necesidades”, lo cual fue rechazado con indignación por los vecinos de la parroquia San Agustín.
Todo, por supuesto, fue desmentido con sólidos argumentos por el Gobierno Nacional, desde donde se arrojó un memorable balance positivo, sin tragedias que lamentar, derrotándose junto a nuestro heroico pueblo la más salvaje agresión de la cual haya sido víctima Venezuela en toda su historia.
Apagón en Nueva York
Con esta acción de terrorismo eléctrico, los hijos de la oscuridad –como los definieran con certera puntería, las constituyentes María Alejandra Díaz, Olga Álvarez y Juan Carlos Valdés, en el programa La Hojilla del martes 12-, perseguían desatar un caos de dimensiones incalculables en todo el territorio venezolano, que diera lugar a la represión por parte de los organismos de seguridad del Estado, propiciara una masacre y justificara la invasión estadounidense con fines “humanitarios”, invocando el “derecho a proteger” con el cual destruyeron a Libia.
En sus retorcidas mentes genocidas, calcularon escenarios todavía mucho peores a los generados por el apagón de Nueva York del 13 y 14 de julio de 1977, que fue conocido como “La noche del terror” y “La noche de las tinieblas”.
La versión oficial da cuenta de que el hecho en “la ciudad que nunca duerme”, se produjo como consecuencia de varios rayos caídos sucesivamente en distintas subestaciones eléctricas, la primera de ellas en Buchannan South, en el río Hudson.
Estados Unidos se encontraba sumergido en una profunda crisis financiera –como ahora- y Nueva York estaba literalmente aterrorizada por los crímenes del autodenominado “Hijo de Sam”, un asesino en serie que había sembrado el pánico entre sus habitantes.
En ese contexto se dio el apagón, desatando una locura colectiva entre los neoyorkinos, degenerada en saqueos, actos de rapiña y más de mil incendios, afectando principalmente los sectores más pobres de la ciudad, poblados por afroamericanos y puertorriqueños; 34 cuadras de Broadway fueron totalmente destruidas y cientos de comercios arrasados.
Algo con proporciones muchísimo mayores planificaron aquellas mentes criminales para nuestro país, pero pudo más la conciencia, la resistencia y el amor de la gran mayoría del pueblo venezolano, para derrotar tan diabólicos planes.
La victoria
“Gloria al Bravo Pueblo”, tituló su editorial del lunes 11 el Correo del Orinoco, firmado por su directora Desirée Santios Amaral, en el cual se destaca “el heroico y ejemplar comportamiento de un pueblo que resiste con amor, como lo dijera el presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, quien estuvo todo el tiempo al frente de esa coyuntura, dando la cara, buscando soluciones y con su ejemplo, sus llamados, y con la verdad por delante estimulando el civismo y la conciencia popular”.
En el texto, se refleja la forma en la cual se combatieron las matrices de opinión sesgadas, tratando de alimentar la alarma y hacer recaer en el Gobierno revolucionario la responsabilidad por lo sucedido, esparciendo falsas informaciones, y cómo ese pueblo impidió “otra vez, que lo utilizaran en una nueva acción violenta. Por eso fracasan y seguirán fracasando porque el odio que los une, al mismo tiempo los concentra en un reducido grupo que poco a poco irá desapareciendo, se irá consumiendo solo. Un pueblo entero lleno de amor, de moral, resiste cualquier miseria y la desenmascara”.
En esa misma dirección, se expresaron Antonio Aponte y Marcos Aréjula, dirigentes populares de larga data e integrantes de la dirección política en La Vega del Psuv, quienes resaltaron “la forma en que se impuso la tranquilidad en la población, incluyendo entre los sectores opositores, que no atendieron el llamado de quienes pretendían aprovechar la situación para incendiar al país”.
“El pueblo venezolano, está consciente de todo lo que implica una guerra, aunque no se puede negar la existencia de una minoría envenenada que estúpidamente piensa que en caso de prenderse un conflicto, ellos no serían afectados; esos, aunque parezca increíble, en verdad creen en las bombas solo mata chavistas. Sin embargo, la gran mayoría del pueblo sabe muy bien a qué peligros podríamos enfrentarnos y por ello actuó con sensatez y conciencia patria durante estos días, sin caer en las trampas del enemigo”, subrayó Antonio Aponte.
“La lección más importante que nos dejó esta dura experiencia, es la del comportamiento heroico de este pueblo, cuya madurez y conciencia política sigue siendo subestimada por nuestros enemigos, los de afuera y los de adentro. Lo peor para ellos, es que con cada nuevo ataque, más nos fortalecen y más se hunden, porque hasta sus propios seguidores, que cada vez son menos por razones lógicas, se van dando cuenta de la calaña de esa gente, de que son seres sin escrúpulos, capaces de llevarse por delante hasta a su propia gente, en función de sus intereses”, apuntó Marcos Aréjula.
Mientras tanto, si bien todavía con el síndrome del apagón en los huesos, el pueblo venezolano poco a poco va recuperando sus cotidianidades. En muchas, en muchos, brilla una sonrisa de triunfo y esperanza. No es para menos, se produjo un brutal ataque contra de nuestra patria, para el cual no estábamos preparados y sin embargo, salimos victoriosos. De nuevo, pudo más la sangre libertaria hirviendo en nuestras venas desde hace más de 200 años.