Desde tiempos inmemoriales los opresores han denominado como “delincuentes” a todo ser humano que se levantara contra la injusticia, la opresión o el hambre.
Con el grito universal, traducible en todos los idiomas, del “Al ladrón, al ladrón”, los ladrones reales desde sus posiciones dominantes desvían la atención para continuar cometiendo sus desmanes y fechorías.
Y la idea de los opresores es matar de verdad y/o matar simbólica a quienes subvierten el orden establecido. Incluso grandes hombres y mujeres han sido re-matados moralmente después de muertos al vertir sobre ellos calumnias y difamaciones.
Jesús, el Cristo, fue crucificado por vanas causas para ocultar la potencia revolucionaria de su mensaje redentor a los pobres y desposeídos contra un imperio que subyugaba pueblos.
Simón Bolívar, libertador y liberador, hoy sería calificado de terrorista, criminal, asesino y hasta narcotraficante por las potencias coloniales.
Muammar El Kadafi, líder del pueblo libio, no solo fue asesinado cobardemente, sino violado por una turba mercenaria donde algunos advirtieron voces en español de paramilitares colombianos y salvadoreños, empleados de contratistas de la muerte.
En secreta ejecución, “filtrada” convenientemente a los medios, fue ahorcado Saddam Hussein sin que mostrara este líder una gota de cobardía, miedo o temor.
Por el contrario, Osama Bin Laden, socio de Bush en transnacionales petroleras, fue “capturado” y “asesinado” por grupos comandos estadounidenses que tan solo mostraron una foto de Obama, Hillary y equipo viendo el “operativo de captura” en TV. Fidel Castaño, el genocida de las oligarquías y transnacionales, también “murió” por intrigas paramilitares. De ninguno de los dos se consiguió el cadáver e informaciones dan cuenta que hoy ambos viven tranquilos en EE.UU con nuevos rostros e identidades como premio por sus “servicios”.
Con espanto hemos visto a autoproclamados “revolucionarios” replicar bobaliconamente las acusaciones de terrorismo contra grupos insurgentes levantados en armas. De hecho los disparos mediáticos son inmisericordes y cooptan la voluntad de cualquier desprevenido e incauto receptor a través de verdades interesadas, medias verdades o simples y llanas noticias falsas.
Solo en contadas ocasiones la fuerza de la verdad se impone, aún cuando haya pasado el tiempo. Esta fuerza de la verdad ha conseguido que tiranos accedan al clamor y movilización popular y demuestren, como dijo el poeta, que “hay rasgos de virtud en el malvado” o que “se hacen cosas buenas por malas razones”.
Así, el presidente Obama, ya en el ocaso de un mandato que lo inscribirá en la historia como el Premio Nobel de la Paz que más ha masacrado pueblos, ha decidido indultar al patriota boricua Oscar López Rivera, quien ha pasado tras las rejas 35 años. Su delito: luchar por la independencia de Puerto Rico, la patria que, como dijo Pablo Milanés, “cayó al mar (…) no pudo volar” y hoy es colonia sufriente de una potencia que la desprecia.
También fue indultada Chelsea Manning, exanalista de inteligencia que en 2010 filtró una voluminosa cantidad de documentos secretos al portal Wikileaks donde, para asombro de la naciones civilizadas, se comprueba el trato despótico de EE.UU a las naciones, incluyendo sus aliadas, y se documentan de manera fehaciente atroces crímenes de guerra.
Delincuentes y bienhechores: seremos un mundo mejor cuando se establezca la distinción cierta entre ambos conceptos.
Pedro Gerardo Nieves