No es un terrorista, es un libertador, tuitearon cuando a Oscar Perez le dio por robar un helicóptero de la policía para sobre volar Caracas y lanzar granadas y ráfagas de ametralladora contra el TSJ y el Ministerio de Interior y Justicia. Eran esos días cuando los libertadores quemaban gente viva en las calles porque les parecían chavistas, o lanzaban morteros contra las fuerzas de orden público y si uno de estos les explotaba encima, el libertador se convertía en mártir, en bandera desechable para armar un escándalo acusando al gobierno de asesinato. Libertadores, los llamó el aparato mediático mundial, así como llama “rebeldes” a los terroristas del DAESH en Siria.
Libertadores de Instagram y Twitter, con poses heroicas en escenarios cinematográficos. Curiosamente, siempre los mismos, una y otra vez captados por las cámaras entre tanto humo, entre tantos guarimberos no tan fotogénicos. Libertadores que “jamás olvidaremos tu lucha, Fulanito” y que olvidaron apenas aparecía otro para remplazarlo, para alimentar sus sangrientas esperanzas.
Entonces las bravuconadas, las amenazas virtuales, el odio salivante, el ¿dónde te vas a meter, chavista de mierda, ahora que tenemos un libertador malote que monta en youtube sus amenazas y sus atentados?. Entonces, todos son rebeldes empatuflados, armados con iPads y Samsung notes, todos están en pie de guerra, esperando una señal para tomar las calles, definitivamente, mayoritariamente, millones y millones de ellos, el ochenta por ciento del país que les cuenta Luís Vicente León que son. “Somos muchos, somos toda Venezuela” se autoengañan con poquitos caracteres. “¡Tiembla, Maduro! -se vuelven a engañar.
Se engañan todos. El libertador de turno se lo cree completico. Su ego sobado hasta la demencia lo empuja a cometer el vanidoso error de querer verse en CNN. La tecnología lo alcanza. Está rodeado. Publica un selfie,y otro, y un comando a su legión de incondicionales en todo el país, esos que tomarían las calles apenas su líder tuiteara la orden. Es la hora, todos a la calle.
“¡Todos a la calle!” cientos de retuits libertarios. “¡A la calle!” Y nadie salía. “¡Coño! ¿no va a salir nadie a la calle? ¡Para protestar por un pernil sí salen, pueblo lambucio!” -indignado, desde su sofá, golpeaba el teclado un rebelde tuitero de esos que se llaman “Resistencia” y que esperan siempre que sean los pobres los que les hagan el trabajo sucio. Otros que se fueron demasiado a Miami, Madrid, Bogotá o Santiago, declaraban en 280 caracteres, que si estuvieran en Caracas, ya habrían incendiado “toda esa mierda”.
Todos eran súper valientes, dispuestos a dejar sus vidas en la calle. Todos con fotos de guerreros, escudos templarios y banderas siete estrellas en sus perfiles. Todos dando ultimátums, todos expertos en operaciones policiales, en armamento de guerra, en Corte Internacional de La Haya, todos tuiteando su guerra virtual mientras esperaban, en pijamas, que se colara el café.
La mediática, que ya no disimula, impúdica fijaba titulares donde el buen muchacho, el héroe libertario, era acusado de terrorismo por el gobierno maluco de Maduro, you know, tan solo porque se robó un helicóptero y lanzó granadas contra el Tribunal Supremo de Justicia y un piche ministerio, ambos edificios llenos de gente. Tan solo porque atacó puestos militares y robó armamento de guerra. Solo porque había amenazado con más acciones, hasta derrocar al gobierno legítimamente electo. Solo por eso…
Un “héroe libertador” que se mostró en video selfies, hasta el ultimo momento, armado hasta los dientes, diciendo que iba a entregarse a la vez que llamaba a sus soldados inexistentes a tomar las calles. A la vez que disparaba, matando a dos policías e hiriendo a otros de gravedad. El fuego fue respondido con fuego y todo terminó.
Los medios mantendrán por unos días más su tónica delirante de querer hacerle creer a la gente que lo que es terrorismo en todo el mundo, en Venezuela es heroicidad. Por unos días más, la resistencia tuiteará frases pavosas acompañadas por imágenes de vírgenes que lloran sangre y juramentos contra el olvido, hasta que un día cualquiera de la semana que viene, se les olvide que no iban a olvidar.
Y a esa locura que se gesta en la redes, empantanados en lo mediático y lo virtual, responde la dirigencia opositora, como siempre, del lado del terrorismo, de espaldas a la inmensa mayoría de los venezolanos, chavistas o no, que queremos y defendemos la paz.
Se llaman “resistencia”. Sí, resistencia al aprendizaje, resistencia a la razón.