Por Jonny Hidalgo
El cambio climático es un proceso natural que ocurre desde la génesis del planeta. Para algunos expertos, este fenómeno es causado por el sol, pues la cantidad de energía que emite y llega a la Tierra es variable. Para otros, se debe al efecto invernadero que depende de la acumulación de gases en la atmósfera, siendo mayor el vapor de agua producido por la evaporación de ríos, mares y océanos.
Desde hace un tiempo, se dice que los cambios que están ocurriendo son diferentes a los de otras eras, y que no pueden ser solo producto de la naturaleza, sino causados por el hombre. Entre los humanos, la clase explotadora desertifica, destruye ecosistemas, dispone cantidades colosales de desechos bajo tierra, en los océanos y en el espacio. Obsesionada por el capital, pone en peligro la vida de todas las especies. Sin embargo, para los científicos, el problema es más simple y radica en la emisión de dióxido de carbono (CO2), lo que hacemos todos desde que respiramos.
Según sus estimaciones, la mayor cantidad de CO2 se emite por el uso de combustibles fósiles. Con este argumento, las potencias promueven acciones de mitigación del cambio climático con las que pueden romper barreras de los mercados locales y afectar la geopolítica de la energía. Así, imponen la obsolescencia programada mediante tecnologías de “eficiencia energética”, obteniendo grandes ganancias por la reposición de equipos. Trasladan costos de su desarrollo tecnológico promoviendo la investigación y uso de energías alternativas en otros países. Han logrado generar conflictos entre los países exportadores de petróleo y los países insulares que se ven afectados por el incremento del nivel del mar. Orientan cambios en el consumo de energía para aumentar la dependencia de los países periféricos; así por ejemplo, el Caribe sustituye el uso del diésel convencional por el de bajo contenido de azufre, so pretexto de ser “más limpio” aunque no sea producido en la región; lo cual trata de reducir la influencia de Venezuela y aumentar la de EE.UU.
América Latina y el Caribe, emite menos del 4% de los gases de efecto invernadero que se emiten en el mundo; por lo que su aporte al “calentamiento global” es despreciable. No obstante, se ha persuadido de implementar medidas de mitigación que, en la práctica, no asumen los países derrochadores como EE.UU. Así, el cambio climático es inminente. Lo correcto, para nuestros países, es implementar medidas de adaptación, pero sobre esto poco se invierte, poco o nada se investiga.