Por Jonny Hidalgo
Cuando el Comandante Chávez asumió la Presidencia de la República, en 1999, encontró un sector energético configurado para abastecer a una “economía de puertos”, muy eficaz para la extracción transnacional de recursos naturales. Un sector quebrado y al mismo tiempo objeto de la ambición privatizadora. El Estado generaba casi la totalidad de la energía eléctrica que demandaba el país, pero el sector privado era el que acumulaba la mayor parte de los dividendos generados. CADAFE estaba siendo privatizada; el neoliberalismo impulsaba la “liberalización” del sistema eléctrico junto a la privatización del sector gasífero. PDVSA acababa de ser reestructurada acorde a los intereses de la “Apertura Petrolera”, y era utilizada para debilitar a la OPEP, mientras que el precio del barril de petróleo venezolano no superaba los 8 dólares y hasta era vendido en dos dólares, en forma de orimulsión. El petróleo estaba asociado a la pobreza y daba continuidad a la cultura rentista impuesta por el colonialismo español desde el siglo XVI. Todo esto apenas comienza a dibujar la dramática situación del sector energético venezolano de finales del siglo XX.
Chávez detuvo la privatización y recobró la confianza de los países miembros de la OPEP. Fue criticado por los medios internacionales, por reunirse con personajes clave, del Medio Oriente, como Gadafi o Sadam Hussein; pero gracias a sus acciones, a tan solo cien días de gobierno, el precio del barril de petróleo pasó de 7 a 14,9 dólares. Además, asumió la ampliación del sistema eléctrico, reimpulsando la construcción de las hidroeléctricas La Vueltosa y Caruachi. Entonces, se reformuló el marco legal del sector energético, incrementándose la soberanía y gobernabilidad sobre el sistema. Así, los planes de gobierno comenzarían a saldar una deuda social acumulada durante muchos años.
A la Iniciativa Energética Hemisférica propuesta por el ALCA, Chávez contrapuso a Petroamérica y con esto la energía comenzó a apalancar la creación de un bloque geopolítico en América Latina y el Caribe. También utilizó a la energía para ganar la voluntad de los pueblos en aras de imponer la justicia y la paz en el orden mundial.
La capacidad de Chávez para impulsar cambios de tal magnitud, nos habla de un tipo de energía que no alcanzamos a comprender desde el cientificismo, pero que sigue allí manifiesta en la idea, en la voluntad, en la esperanza y en la llamarada que nos impulsa a defender su legado mientras continuamos haciendo lo que aún está por hacerse.