Por Jesús Faría
Un equilibrio económico, político, militar en el mundo es indispensable para la paz, para el desarrollo, para un orden mundial más justo. Y Rusia viene asumiendo en ese escenario un rol fundamental
Los resultados electorales de una democracia vigorosa
Las elecciones del domingo 18 de marzo en Rusia constituyeron un hecho político de importancia global. Se eligió al presidente de la nación más grande del planeta, que cuenta con una población de 146 millones de habitantes, tiene un gran arsenal nuclear, es miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, integra los BRICS, dispone de enormes reservas energéticas, cuenta con una economía estable y en crecimiento…
De los 109 millones de electores salió a votar el 67,53%, una participación alta en comparación con los últimos 20 años en esa nación y con otras naciones desarrolladas, incluyendo los EEUU donde participó apenas el 55%.
El presidente Putin recibió la astronómica votación de 76,67%, la más alta de sus 4 elecciones como presidente. No hay desgaste en su figura y contrasta con el apoyo alcanzado por líderes como Angela Merkel (32,9%), Rajoy (33%) o D. Trump (obtuvo casi 3 millones de votos menos que la Clinton).
No existió el menor rastro de fraude ni restricción a la participación democrática. Sin embargo, observadores occidentales “objetaron” la ausencia de rivales de peso, lo que pondría en entredicho a la democracia rusa. De acuerdo a esta muy particular óptica, Putin debería esmerarse en fomentar la oposición, quizás, a través de malos gobiernos.
En el fondo, a Occidente no le irrita el proceso eleccionario, sino su resultado. Anhela un gobierno ruso débil, sumiso. Sueñan con un nuevo Yeltsin al frente de Rusia.
Rusia resurge como potencia mundial en un mundo multipolar
Las potencias occidentales han observado angustiosamente, cómo se restringe de manera muy importante su radio de acción expansionista e intervencionistas. Se han visto muy afectadas por el resurgir de Rusia como potencia mundial.
En tal sentido, no podían desaprovechar este importante escenario de la política rusa para darle continuidad a la brutal campaña de infamias y mentiras de los últimos años.
En esta ocasión se desbordó la cloaca de una reeditada Guerra Fría con una avalancha de acusaciones, sin la menor prueba, que han tratado de responsabilizar al gobierno ruso e, incluso, al propio Putin de un atentado perpetrado en Londres contra la vida de un antiguo espía y su hija de nacionalidad rusa.
El propósito de este nueva provocación es enlodar el proceso electoral, asociar al gobierno ruso con prácticas mafiosas, con la violación inescrupulosa de las leyes y la soberanía de las naciones, lo cual justificaría más sanciones económicas.
A Rusia no le perdonan que haya condenado el golpe fascista en Ucrania; que haya defendido a las minorías rusas atropelladas en ese país; que haya asumido su soberanía histórica sobre Crimea; que haya impedido la desintegración de Siria; que apoye la política de diálogo democrático como salida a la crisis venezolana; que haya respaldado soluciones pacíficas a los conflictos de EEUU con Irán y Corea del Norte…
Estos hechos ratifican el rol de Rusia como gran potencia en un mundo que, para bien de los pueblos, va adquiriendo un claro carácter multipolar. El mundo unipolar con la hegemonía incontenible de un poder imperial como los EEUU es inviable. Esa hegemonía está acompañada de crecientes conflictos locales y regionales. del tutelaje y la explotación inescrupulosa de las naciones.
Un equilibrio económico, político, militar en el mundo es indispensable para la paz, para el desarrollo, para un orden mundial más justo. Y Rusia viene asumiendo en ese escenario un rol fundamental.
Prioridades del nuevo gobierno del presidente Putin
La altísima votación de Putin evidencia un apoyo rotundo a su gestión. Sin embargo, como siempre ocurre surgen nuevos desafíos.
Entre las tareas más importantes resaltan las del campo social. A pesar de la reducción de la pobreza y el aumento del bienestar de la población en los últimos años, el presidente Putin ha anunciado las metas de reducir la pobreza hasta su erradicación y disminuir de manera notable los niveles de desigualdad existentes, para lo cual se apoyará en la contención inflacionaria, en la educación, así como en políticas salariales, tributaras, de gasto público y la creación de empleo.
Asimismo, una tarea fundamental se encuentra en la diversificación de la economía. La reducción del peso del sector energético debe concretarse a través del crecimiento de los sectores industriales, construcción, infraestructura y de servicio. Un papel especial estará jugando la ciencia y la tecnología como fuente de crecimiento, productividad y desarrollo de calidad.
Este fortalecimiento productivo y tecnológico es fundamental para garantizar los planes sociales y, a su vez, para poder resistir la embestida armamentista del presidente D. Trump. Con la CIA y los halcones al frente del gobierno estadounidense, se aprueba un financiamiento récord para la industria armamentista. Los EEUU aspiran la superioridad militar para chantajear a Rusia y, a su vez, emprenden esta nueva expansión del gasto militar con el fin de debilitarla económicamente, como ocurrió con la URSS en los 80.
Igualmente, las sanciones económicas impuestas de manera ilegal por las potencias occidentales a Rusia, solo podrán ser contrarrestadas con mayor desarrollo, como ha ocurrido hasta el momento con un efecto importante en términos de sustitución de importaciones, nuevas fuentes de divisas, nuevos aliados comerciales, la modernización tecnológica de la producción.
El esfuerzo de Rusia por una nueva arquitectura monetaria, financiera y productiva mundial es muy claro.
Las relaciones Rusia-Venezuela
En cuanto a las relaciones bilaterales Rusia-Venezuela, se abren nuevos y amplios horizontes. Hasta el momento se han tejido sólidas relaciones en poco menos de tres lustros, promovidas con mucha fuerza por el comandante Chávez y fundamentadas en los principios de respeto, beneficios e interés mutuos, la autodeterminación de los pueblos…
Estas relaciones bilaterales son multifacéticas: política, social, cultural, económica, tecnológica, energética y financiera…
Acá destaca el respaldo que ha tenido nuestro país para consolidar la vía del diálogo democrático sin injerencia extranjera para resolver los problemas internos.
El intercambio académico ha avanzado de manera muy importante con cientos de jóvenes venezolanos formándose en las mejores universidades rusas.
En el campo energético, se cuentan por decenas los acuerdos de cooperación y los proyectos de inversión binacionales en la faja petrolífera y en el sector gasífero.
Entre las tareas pendientes se encuentran el intercambio comercial binacional, que aún dista mucho de niveles aceptables. Asimismo, con la enorme potencia y experiencia industrial rusa y nuestros planes industrializadores, se esperan vínculos más estrechos en materia de inversiones y tecnología en ese ámbito.
En líneas generales podemos afirmar que, así como Rusia ha estabilizado al mundo en su nuevo rol de potencia global, las relaciones entre nuestras naciones se inscriben en el desarrollo de un mundo multipolar. A todo ello contribuirá, sin duda alguna, la reciente reelección del presidente Putin.