La detención ilegal de Lula Da Silva, prueba la contradicción entre las democracias liberales representativas y el anhelo emancipador de los pueblos. Esta tensión se exacerba hoy con la acción bancos, calificadoras de riesgo y medios de comunicación, para hacerse de las instituciones y regímenes políticos.
Chávez entendió la trampa representativa y la no existencia de democracia sin soberanía. Apuntaló la inclusión política y material, utilizando la tecnología y el voto igualitario para empoderar a las mayorías con elevados niveles de participación y justicia. Su idea de equidad permitió la sinergia política intensiva, ganando elecciones y legitimando internacionalmente el modelo constitucional.
Hoy el postcapitalismo y su estandarización (ONU) buscan desnaturalizar la democracia, licuar el Estado, dejarlo sin azimut, avasallando lo político minimizando lo geopolítico. La corporatocracia instrumenta reivindicaciones grupales para destruir la participación en torno al bien común, la soberanía y autodeterminación, esterilizando el poder constituyente.
Imponen un Estado mínimo, distanciado del pueblo, obviando que es el Estado Nación, la única alternativa, a las ciegas, elementales, erráticas, descontroladas, divisivas y polarizadoras fuerzas de la globalización (Bauman). Sus expertos en engaños y manipulaciones, mediante trasbordo ideológico inadvertido (por la puerta de atrás), usan fraudulentamente anhelos de auténticas reivindicaciones individuales e intereses atomizados para destruir la democracia de multitudes, masiva y real, diseñando una nueva esfera pública y una democracia ingenierizada desde Silicón Valley’s y su Big Data, reduciéndola a satisfacer gustos y preferencias, mientras borran lo común, privatizan lo público y despolitizan la política, aplicando un minimalismo.
Con modelos matemáticos convierten a ciudadanos en usuarios, manipulan opiniones y obtienen resultados con precisión milimétrica. La Googlecracia (Obamismo), disfraz de revolución tecnológica, impone su totalitarismo mientras oferta “democracia a la carta”: promesas de justicia, cambio y progreso en una realidad virtual, es la política disecada.
La estructura legal sustituye a los Golpes de Estado judicializando la democracia. Sus tenazas criminalizan las luchas de pueblos y líderes, con procesos amañados aceleran la neocolonización. El Estado de Excepción (desde los órganos de justicia) destruye el Estado Nación, estrangulando y desprotegiendo a los pobres.
Debemos blindar nuestro modelo democrático. Desde la Constituyente y la Constitución garantizar la democracia participativa, protagónica, soberana, movilizada, orgánica, decisoria y viva que desterrará cualquier intento artefactico minimalista.