La derecha continúa en su estira y encoge. Nada los saca de su estado psicótico, enajenado, convulsionando en modo Nirvana. Prosiguen imparables actuando guiados por las hormonas sin nada de neuronas. Sus locuras, contradicciones y errores los han hecho darse duros cabezazos por andar apoyando a los maquinadores golpistas y por seguir la agenda de violencia terrorista.
El principal error de la oposición radica en la desunión existente entre los distintos factores políticos que la conforman. Demasiados egos juntos. Traduciéndose esto en una infinidad de “sensibilidades” y visiones que han generado resentimiento, desconfianza y muchas pugnas internas, producto evidente de las ambiciones desmedidas, de las agendas ocultas y de los intereses mezquinos de sus principales miembros.
En segundo lugar, se observa una profunda dispersión ideológica. Un arroz con mango, una mescolanza de posturas y visiones donde los líderes sueltan cualquier disparate (dolarizar en su verbo de moda), sin asidero teórico, legal o político; y más lamentable aún, sin viabilidad económica y financiera. Nadie en la derecha ha presentado un plan de gobierno, o una propuesta creíble que haya calado siquiera entre sus propios partidarios (ni el término neoliberalismo osan mencionar). No hay nada en sus arengas, y mucho menos en su oferta electoral, que inspire a creer que adelantarán acciones para proteger al pueblo más humilde.
La derecha no tiene rubor en mentir y engañar a sus seguidores. Hace rato que solo maltratan y desaíran a sus propias bases. Logrando, finalmente, que sus militantes estén todos desconcertados, desalentados, sin saber qué hacer o qué posición tomar frente al estira y encoge de su dirigencia: votar, abstenerse, invasión militar, dolarización, etcétera y más etcétera. Son confusos mensajes contradictorios que tienen a más de uno en estado trastornado. De manicomio.
La gran pregunta es: ¿Dónde están los “próceres” de la derecha? Capriles está desvanecido, Ramos Allup agazapado, López totalmente mudo (ya ni la sifrina da sus partes diarios de guerra), Guevara cobardemente escondido en una embajada. Absolutamente todos le han dejado el pelero a la gente. Han abandonado a sus partidarios.
Para nada los extrañamos. Pero el vacío es tan grande, que han dejado el camino abierto para que sobrevengan libremente las perversas “travesuras” del nefasto personajillo llamado Julio Borges. Él ha vendido su alma al diablo, decantándose por procrear una venenosa e insana agenda contra el país, empezando por sus apátridas convites para lograr el bloqueo económico y financiero de Venezuela. Sus “sonrientes y afectivas” coordinaciones con los sanguinarios halcones gringos, nos han puesto frente a la perturbadora amenaza de una intervención militar. Todo producto de la insania mental y la irresponsabilidad de un personaje que carece de un mínimo de escrúpulos y amor por su patria.
Borges cree que, recorriendo el mundo y mal poniendo a su propia patria, se encumbrará políticamente hasta la silla de Miraflores. Cree que mediante la injerencia extranjera expoliará el poder político que por su escasísimo carisma y sus mediocres cualidades ideológicas nunca ha podido alcanzar por méritos propios. Borges hace tiempo que superó a Calígula en engendrar maldades.
Salto al vacío
El panorama se ve claro entonces. Los líderes de la derecha han abandonado el camino de la paz y la democracia. Su silencio e inacción revela que han renegado del escenario electoral, haciendo votos por el golpismo, la injerencia extranjera y la agresión militar.
Todos ellos han abandonado al pobre Henry Falcón. Este loco anda suelto, íngrimamente solo y dejado a su suerte. Cada vez que habla deja en evidencia sus limitaciones. Solo hay improvisación y desbocamiento. Su verbo viene cargado de carencias, sin un programa político propio, de fuerza, creíble o ejecutable.
Los opositores observan estupefactos: cómo en cámara lenta se van hundiendo frente a este inminente fracaso. Otro salto al vacío de la disociada derecha. Falcón nos recuerda demasiado bien las disparatadas ocurrencias y los desastres de Carlos Andrés Pérez; también nos recuerda las manías egocéntricas e irascibles del exgobernador Capriles. Todos brincando pocitos, desatinados, tropezando de disparate en disparate.