Por: Nicolás Maduro Moros
Nuestra democracia es distinta a todas. Porque todas las demás —en prácticamente todos los países del mundo— son democracias formadas por y para las élites. Son democracias donde lo justo es lo que le conviene a unos pocos. Son democracias clasistas, donde los muchos son vistos como más en cantidad, pero menos en calidad.
En Venezuela, no. En Venezuela, la democracia es para los muchos, y lo justo es lo que es bueno para toda la gente. Y como las necesidades de la gente cambian, se articulan y se renuevan, es que el nuestro es un proyecto revolucionario que está en permanente cambio.
Por ejemplo, hace 20 años era normal nacer en Venezuela en medio de la violencia obstétrica. Y estaba lejos de todos nosotros imaginar siquiera que en el momento del parto no se juega solamente la salud del recién nacido, sino también la salud y los derechos de una madre y su familia. Pero la revolución cambió y se volvió feminista. Y entre todos y todas decidimos remover la violencia machista de nuestro sistema de salud y empoderar a las mujeres a través del programa nacional de parto humanizado, respetando su proyecto y decisiones de alumbramiento y crianza.
Hace 20 años, antes de nuestra revolución bolivariana, era normal echar la culpa de la cesantía de los jóvenes a los propios jóvenes, y estaba instalada la idea de que los pobres lo eran porque eran flojos y que por flojos merecían una salud paupérrima, sueldos de hambre y vivir sin techo. Pero con nosotros en el Gobierno la cosa cambió. Y supimos decir con fuerza que no es justicia que alguien siga siendo pobre si trabaja todo el día. Por eso es que durante los Gobiernos chavistas hemos promovido una política de pleno empleo, y en mi Gobierno hemos lanzado, gracias al carnet de la patria —que es un sistema que integró digitalmente a todos y todas las venezolanas y venezolanos— el plan Chamba Juvenil, para garantizar a nuestros jóvenes el acceso al trabajo y a su porvenir.
Dijimos también hace 20 años, que era injusto que la vivienda propia fuese un sueño para el pueblo, pero realidad solo para las élites, y entonces creamos el plan Gran Misión Vivienda, con el que hemos construido y entregado más de dos millones de viviendas de calidad y gratuitas a las familias, y con el que tenemos proyectado llegar, en pocos años más, a los cinco millones de viviendas construidas.
A partir de este año, además, implementaré un nuevo plan de Seguridad Social para que Venezuela vuelva a tener esa educación y salud que tuvo hasta antes de las embestidas y la guerra económica, y que nos tenía como ejemplo de calidad para Latinoamérica. Una Seguridad Social que estará sostenida sobre una economía productiva estable, soberana y próspera, y no sometida a los vaivenes de los precios del petróleo.
La revolución económica de este nuevo período bolivariano tiene que ser innovadora y creativa. Porque decidimos responder al bloqueo comercial inhumano al que nos han sometido los Gobiernos de Estados Unidos y de Europa, y que tanto daño han hecho a nuestro pueblo, con la invención de la primeracriptomoneda respaldada en riquezas del mundo, el petro, cuyos beneficios ya se están invirtiendo, inmediatamente, en la gente, como siempre lo hemos hecho.
Porque para nosotros es esencial en nuestra democracia que la economía esté al servicio del pueblo y no el pueblo al servicio de la economía. Una economía que es pura especulación, y no considera como prioridad la prosperidad y la soberanía del pueblo, es hambre para hoy y mañana pan para el imperio. La economía es el corazón de nuestro proyecto revolucionario. Pero en mi corazón está primero que todo la gente. La economía o es para el pueblo o es abuso. Para nosotros, los bolivarianos, la economía es justicia y la democracia, protección.
En Venezuela usamos una hermosa expresión para llamar a los amigos: “Mi pana”. Tiene varias explicaciones, pero para mí es porque acá un amigo es un pedacito de las entrañas de uno. Y eso mismo es, para nosotros los bolivarianos, la convivencia democrática. La nuestra es una democracia de panas, porque para nosotros la Patria es el pana y el otro, mi entraña. Porque para nosotros solo hay libertad y democracia cuando hay un otro que piensa distinto al frente, y también un espacio donde esa persona pueda expresar su identidad y sus diferencias. Por eso es que nos hemos empeñado con pasión en transparentar, en respetar y en hacer respetar las leyes electorales para las elecciones del próximo 20 de mayo. Estamos compitiendo junto a otros cuatro candidatos, todos distintos, pero todos respetuosos del acuerdo de garantías democráticas suscritas por 14 de los 18 partidos políticos existentes en Venezuela. Y ese proceso será limpio y modelo, tanto y más que las decenas de elecciones en las que hemos participado los venezolanos en las últimas dos décadas.
Lo que pasa es que nos cansamos de vivir polarizados, y decidimos convertir la violencia política de las guarimbas en poder constituyente, y encontrarnos en una Constitución hecha por el pueblo y para el pueblo. Por eso es que entiendo la desesperación de las élites, que por décadas se dedicaron a convertir al pueblo en populismo, en insulto, en tirria y en barbarie. La nuestra en cambio es una democracia orgullosamente popular, qué duda cabe. Es una democracia de la gente.
Una democracia que es también latinoamericana, africana e indígena. Porque en Venezuela tenemos un rito y un mito fundacional. Tenemos a Bolívar y a Chávez. Que no son pasado, pero son historia. Y siendo historia son también nuestro presente, porque son el sentido desde donde guiamos nuestro porvenir. Somos una democracia única porque somos una democracia de panas, justa, latinoamericana, popular, bolivariana, y donde el otro es la Patria y la Patria somos todos, aquí y ahora, avanzando juntos. Porque, como dijera Neruda:
“Que no nos juntaremos en la altura
que bajo la tierra nada nos espera
pero sobre la tierra vamos juntos
Nuestra unidad está sobre la tierra”.