Por Jesús Faría
El socialismo y la Revolución Bolivariana
El socialismo es el objetivo histórico de nuestra revolución. Nuestra estrategia debe apuntar permanentemente en esa dirección, independientemente de la profundidad de las contradicciones, de la complejidad de la coyuntura, incluso de los retrocesos que podamos experimentar. Todos nuestros esfuerzos deben estar subordinados a esa meta.
Sin embargo, la construcción del socialismo no es una línea recta ni un lecho de rosas. Como lo observamos a lo largo de la experiencia histórica, la edificación socialista constituye un proceso lleno de complejidades, donde se mezclan momentos de acumulación de fuerzas, retrocesos y saltos cualitativos.
Este proceso está guiado siempre por los gigantescos esfuerzos del pueblo y su partido de vanguardia, y se encuentra sometido en su ritmo y dirección a la correlación de fuerzas existente, a la claridad política del pueblo y su vanguardia, a la creciente contradicción entre la lucha revolucionaria y la acción contrarrevolucionaria.
“Las dimensiones del socialismo”
El socialismo tiene un fundamento científico desde que Carlos Marx y Federico Engels desarrollaron su doctrina revolucionaria. Con ella dotaron a los trabajadores de una teoría para la supresión revolucionaria del capitalismo y la construcción de una nueva sociedad.
Los fundadores del socialismo científico crearon un método científico para el estudio de los procesos sociales (el materialismo histórico y dialectico); realizaron una revisión crítica del capitalismo; identificaron las fuerzas motrices de los cambios (la lucha de clases); descubrieron leyes que rigen el desarrollo de la historia y el funcionamiento de la sociedad capitalista; establecieron una teoría que se sustenta y se alimenta, como toda ciencia, del desarrollo del mundo real.
Una de las características fundamentales del marxismo radica en un enfoque sistémico del socialismo. No hay economía socialista sin consciencia socialista, no hay Estado socialista sin la liberación social de los trabajadores, no hay moral socialista sin transformaciones profundas del sistema económico, no hay desarrollo ni justicia sin independencia, no hay justicia social sin un Estado que encarne el poder popular…
Existen abundantes escritos de los fundadores del socialismo científico y sus continuadores, donde se expresa la concepción del socialismo en términos de la integralidad dialéctica de las diferentes facetas de la vida social. Esto lo recoge muy correctamente el comandante Chávez, quien lo aplica a nuestra praxis revolucionaria.
Fase actual de la Revolución Bolivariana
Nuestra revolución se encuentra en una fase de liberación nacional con una orientación socialista claramente definida en un contexto de agresión inclemente de la patria a través de la injerencia imperial, la guerra económica, los impactos sociales del deterioro económico, la agresión mediática, las políticas golpistas de la contrarrevolución…
Esto significa que las tareas fundamentales de la coyuntura actual están determinadas por la necesidad de defender la independencia, frenar la injerencia imperial, recuperar y estabilizar la economía, fortalecer el poder popular, elevar la eficiencia de la gestión gubernamental, sin perder de vista a la creación de condiciones para iniciar un largo proceso de transición al socialismo.
En tal sentido, el gran desafío pasa por respuesta a la interrogante de cómo concretar esas metas, en el diseño de una estrategia revolucionaria correcta, en su despliegue táctico, en la definición de políticas concretas que nos permiten resistir, consolidar, avanzar…, de acuerdo a los desafíos y condiciones de la coyuntura.
El rol del PSUV y las tareas de la revolución
El PSUV ha jugado un papel crucial en la defensa de la revolución, sin él no tendríamos un gobierno bolivariano en el país. Sin embargo, nuestro Partido aún no se ubica en su dimensión de proyecto político más importante de nuestra revolución. Es necesario elaborar una visión estratégica del Partido y dotarlo de la fuerza necesaria para su aplicación.
Para que esa línea de acción sea correcta, tiene que reflejar la realidad, corresponderse con las correlaciones de fuerzas, responder a las grandes necesidades del pueblo, debe tener un claro sentido práctico, fundamentada en las formulaciones teóricas, pero alejadas de dogmas y abstracciones vacías.
En lo económico, por ejemplo, es evidente que la estrategia que hemos aplicado para derrotar la guerra económica no ha sido la más adecuada. La especulación galopante y la caída de la producción son evidencia de ello. Se requiere urgentemente articular las acciones no convencionales de lucha contra la guerra económica con un programa económico integral y coherente.
El peso político del Partido debe contribuir a digerir el principio elemental de que frente a la crisis no podemos pretender cambiar las cosas si siempre hacemos lo mismo, si no cambiamos nuestra forma de actuar (Einstein).
Por su parte, la lucha por la eficiencia y contra la corrupción es fundamental. Hasta el momento no hemos permitido que el Partido juegue un rol protagónico en la lucha contra esos flagelos. Es con su fuerza y su enorme influencia sobre las masas populares que vamos a avanzar en ese frente, pero para ello debemos crear la voluntad política que le abra cauces a ese protagonismo.
Finalmente, tenemos la formación de la consciencia socialista. Una poderosa mayoría a favor de la revolución se construye fundamentalmente sobre la base de sólidas convicciones. Estas no surgen de manera espontánea, hay que cultivarlas con estudio y lucha, las dos fuentes fundamentales del conocimiento y los principios morales.
Se trata de ganar en el campo “de la lucha de las ideas”, de “convertir a las ideas en fuerza material”. El Congreso debe incluir este aspecto en sus líneas de acción. De ello dependerá el presente y futuro de la Revolución Bolivariana.