El antichavismo celebra triunfos electorales y se enorgullece de sus guarimbas (en otros países, claro)
Derrotamos al chavismo (en Colombia)
Los opositores venezolanos, especialmente los de la clase media profesional que dice ser muy ilustrada, cerraron la noche del domingo 17 brincando en una pata por la derrota que finalmente, lograron infligirle al chavismo…
Bueno, claro que fue en Colombia, pero triunfo es triunfo y hay que celebrarlo.
Un prominente intelectual -que en la IV República era muy atildado, pero en la V se desmelena a diario-, estaba tan feliz con el triunfo de Iván Duque y del uribismo que hasta se permitió lanzar por Twitter un chiste con una frase chavista: «Le metimos diez millones por el buche».
Mi politóloga favorita, Prodigio Pérez, opina que es positivo que la gente opositora experimente esas alegrías, aunque sean prestadas, porque se alivian un poco del largo y ardiente verano al que los ha sometido la genial estrategia de sus dirigentes de pasar de la violencia criminal al abstencionismo.
«Es una catarsis saludable -dice Prodigio-. Además, ellas y ellos se sienten muy inteligentes cuando dicen que con la victoria del muñeco del ventrílocuo Uribe, en Colombia ganó la democracia, la paz y la decencia. ¡Uf!».
Para el gusto de mi asesora, ver a la gente que se ve a sí misma como la élite intelectual y académica del país alegrándose por el triunfo del uribismo, al tiempo que dicen luchar contra un régimen dominado por el narcotráfico, es uno de los signos trágicos de estos tiempos.
¡Quién pudiera votar!
Aparte de propinarle derrotas indirectas (pero derrotas al fin y al cabo) al chavismo, la oposición utiliza las elecciones en otros países para asumir la pose de la desdichada población de un país en dictadura, que añora concurrir a una jornada de votación.
Una amiga hiperescuálida escribió ese día una catajarra de tuits, cada uno más disociado que el anterior. Entre los que se llevaron el premio estuvo el que decía: «Ay, no, qué envidia le tengo a los colombianos porque tienen democracia y elecciones».
Un provocador, de esos que pululan en las redes (juro que no fui yo), le contestó: “Cierto, en Venezuela ya tenemos ¡un mes! sin votar. Hay que decírselo a Almagro”.
De inmediato se desató el típico huracán de frases prefabricadas: que si los estándares internacionales, que si acá votas pero no eliges, que si los puntos rojos, que si la farsa. Luego de la andanada, todo terminaron gritando (digitalmente) ¡Viva la democracia, muera la tiranía!, emulando a otro de sus grandes ídolos: el General Guaya.
Se salvó Colombia
Ña Magda estaba tan feliz la noche de las elecciones colombianas que hasta se puso a bailar vallenato, y eso que a ella lo que le gusta es el minué.
Lloraba de dicha al decir que la hermana república se había salvado de la pobreza, de la violencia y de la narcodictadura, todo ello porque ganó las elecciones el mozo de espadas de Álvaro Uribe Vélez.
La madre de Magda le comentó la tía: «Espero que lo esté diciendo por cinismo y no porque con los años, la muchacha se me haya vuelto más tonta de lo que ya era».
Exportamos a los libertadores
La derecha venezolana también siente como suyas las «luchas democráticas» que se han desarrollado últimamente en Nicaragua. Tiene derecho de considerar esas acciones como propias, pues son una edición ampliada y empeorada (decir «mejorada» sería un insulto contra las víctimas de esos desmanes) de las guarimbas venezolanas de 2017.
Los «libertadores» nicaragüenses han aplicado el guión al pie de la letra: trancar vías, disparar armas caseras y de fuego, perseguir, desnudar, amarrar y quemar a gente por razones políticas. Y luego, decir que lo hacen porque quieren elecciones adelantadas.
La imitación es tan perfecta que los guarimberos centroamericanos matan a alguien y lo meten en una lista de supuestas víctimas de la represión gubernamental: el colmo de la ruindad. Los curas ultraderechistas les bendicen los morteros y los medios de comunicación hegemónicos dicen que son estudiantes que luchan contra una feroz dictadura.
Los guarimberos locales, ahora en libertad, se muestran orgullosos de su obra. Por fin inventan algo que se puede exportar.