Entre los “gustos y colores” de la derecha no han escrito los autores, porque como es sabido “todo es según del color con que se mire” y si a ello añadimos que “sarna con gusto no pica”, habremos de concluir que en materia de preferencias a la derecha no le cuadra eso de “en la variedad está el gusto”, porque a la derecha solo le gusta lo que ella hace, es decir, lo que hace para la derecha.
Por ejemplo, a la derecha no le gustan las jardineras que se están colocando sobre las barandas de la avenida Francisco de Miranda, a la altura de Chacao, La Castellana y Altamira, dice que son costosas y de mal gusto, pero le encantaban las “elegantes” tuberías usadas como porrones que Diego Arria, en tiempos de Carlos Andrés, regó por toda Caracas.
Tampoco le gusta a la derecha que el Gobierno Bolivariano le haya puesto el nombre de Francisco de Miranda al Parque del Este y el de Allí Primera al del Oeste, pero “era feliz y no lo sabía” cuando ambos parques se llamaban Rómulo Betancourt y Jóvito Villalba, dos de sus próceres.
No le agrada a la derecha, por más que le cambie el cristal a sus anteojos, que al Teresa Carreño ahora entre el pueblo, que se baile joropo y se cante rap, que la antigua sede del Ateneo de Caracas sea ahora la Universidad Nacional Experimental de las Artes y que lo que era coto de la meritocracia petrolera se haya transformado en la Universidad Bolivariana, instituciones a las que tienen acceso miles de estudiantes que antes están excluidos de la educación universitaria, pero le parecía “lindo y bello” cuando esos espacios abrían sus puertas de par en par para que la burguesía se regodeara en su estética y conspirara.
Le dan grima a la derecha las cajas del Clap, dice que eso alienta la dependencia y estimula la flojera, pero como le gustaban aquellos paquetes de harina que les mandaba la Alianza para el Progreso, invento de los Estados Unidos para acentuar la dependencia y la “ayuda humanitaria” en tiempos de Jhon F. Kennedy.
Le saca la piedra a la derecha el control de cambio, que restringe el acceso a las divisas que deben ser utilizadas para adquirir bienes y servicios prioritarios para el desarrollo del país, pero se volvía loca cuando Recadi hacía rebatiña de dólares que iban a parar a las manos de los grandes empresarios que, de paso, jamás rendían cuenta de lo que recibían.
Le huele “fo” a la derecha que la Revolución Bolivariana use los parques para actividades deportivas y de recreación, dice que eso daña la vegetación y perturba a los animales, pero le parecía maravilloso cuando los adecos hacían su “romería blanca” en el Parque Los Caobos y cuando, en pleno esplendor del puntofijismo, el Ministerio de la Juventud organizaba festivales de rock condimentados con marihuana en playas de parques.
En fin, la lista de los “gustos y colores” de la derecha podría ser interminable y podríamos publicar una antología con todo lo que si les gustaba cuando eran guapos y apoyaos y que, desde que están en la oposición y, salvando las distancias entre sus perversos objetivos y los nobles fines de la revolución, les parece chimbo y balurdo.
Con razón ningún escritor se ha atrevido a entrarle al asunto.