Por Adán Chávez Frías
El magnicidio en grado de frustración del pasado 4 de agosto, representa una agresión planificada desde los círculos del poder de Washington, con apoyo de la oligarquía colombiana y la derecha local, para socavar la soberanía de la Patria y cercenar el derecho del pueblo venezolano a dirigir su propio destino.
Es una demostración patente de la ferocidad imperialista en esta etapa; mientras más se agudiza la crisis del capital, es mayor el ensañamiento en contra de la democracia, la soberanía, la libertad, la independencia y la paz de los pueblos.
Tras la victoria electoral del 20 de mayo y la derrota política de la oposición venezolana, solo les queda apostar por la violencia. Como lo hemos indicado en otras ocasiones, este hecho da cuenta del peligro que significa la falta de una oposición seria y democrática en el país; ante la ausencia de ésta, la ultraderecha debilitada y sin credibilidad apuesta por la desaparición física de los líderes de la Revolución Bolivariana.
Con el apoyo de las transnacionales mediáticas, los sectores más reaccionarios han tratado de minimizar los graves hechos ocurridos que suponen la validación del asesinato como práctica política en nuestra región.
Pretenden que retrocedamos al oscurantismo de décadas pasadas, para que retornemos no solo el modelo neoliberal sino a regímenes genocidas y violadores de los derechos humanos.
El asesinato es una herramienta empleada por la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA), como parte de la hostil política de Estado de Washington hacia América Latina y el Caribe a fin de garantizar la dominación de nuestro territorio y la expoliación de nuestros recursos.
El magnicidio forma parte de la estrategia imperialista que busca recuperar a Nuestramérica como su área de influencia y exterminar cualquier vestigio de gobiernos alternativos al modelo capitalista depredador.
El asesinato en abril de 1948 del líder colombiano Jorge Eliécer Gaitán, quien con el «Plan Gaitán» planteaba un cambio social en la nación neogranadina con un programa de gobierno centrado en favorecer el interés colectivo y no el de las oligarquías colombianas; el del primer ministro granadino Maurice Bishop en 1983, son pruebas reales de la implementación de las prácticas sangrientas de EE.UU en nuestro continente.
El magnicidio lo practicaron los grupos de poder norteamericanos en su propio país, no olvidemos el homicidio del presidente John Fitzgerald Kennedy; de los líderes afroamericanos Martin Luther King y Malcom X, que combatían el racismo, la discriminación y la desigualdad en la sociedad estadounidense.
Aquí mismo en Venezuela, consta en documentos desclasificados del Departamento de Estado de EE.UU que ya han salido a la luz pública, y que el mismo Comandante Hugo Chávez denunció en reiteradas oportunidades, hay claras evidencias que desde 1998 el magnicidio figuraba como opción de la Casa Blanca para poner fin a la Revolución Bolivariana.
El golpe de estado del 2002 contra nuestro Comandante Chávez implicaba su aniquilación física; después vinieron numerosos intentos en 2004, 2008. Finalmente el Comandante Eterno abandonó este mundo de manera precoz, con muchos indicios que nos hacen pensar que su terrible enfermedad no fue fortuita.
Hoy, el magnicidio es uno de los últimos recursos de los halcones de la Casa Blanca para imponer a sangre y fuego una nueva restauración neoliberal en toda la Patria Grande.
Venezuela está en el ojo del huracán. Si los paladines del terrorismo y la muerte tuvieran éxito aquí, me atrevo a afirmar que cualquier líder, presidente o dirigente popular latinoamericano y caribeño, correría el riesgo de ser exterminado en cualquier momento.
El imperio sabe cómo infiltrarse y cuenta con tecnología y dinero para hacerlo; y esta vez no tuvieron éxito porque hay un pueblo consciente y movilizado. Ese mismo 4 de agosto, los terroristas llamaron a la violencia, a incendiar las calles, para aprovechar lo que consideraron un momento de debilidad. Pero por el contrario, el Gobierno Bolivariano, la Revolución Socialista, nuestro Presidente Nicolás Maduro, la unión cívico militar, salieron fortalecidos.
El contundente e inmediato apoyo nacional e internacional al Presidente Maduro y al gobierno venezolano, colocan de relieve que el pueblo de Venezuela y los pueblos democráticos del mundo rechazan el terrorismo político. Una amplia e inmediata condena mundial se ha hecho presente contra este intento de magnicidio.
Como no han podido derrotarnos democráticamente, ni hacer que prosperen los intentos de golpes de Estado, ni quebrar la monolítica unión cívico militar de nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB); ni dividir al pueblo para justificar una intervención, entonces apuestan por el asesinato de nuestros líderes.
Buscan atemorizarnos, desmoralizarnos; sin embargo, solo han conseguido que la mayoría de la población identifique a los verdaderos enemigos de la Patria. Hay un pueblo entero movilizado, activado con la inteligencia popular y revolucionaria. El pueblo es el verdadero escudo de la Revolución y del presidente Maduro; el pueblo trabajador y el pueblo en armas.
No han podido ni podrán. El noble y heroico pueblo venezolano no permitirá una guerra civil, ni un estallido de violencia, ni una intervención militar en nuestro suelo. Estamos preparados y prestos para defender la Patria y la paz de la República en cualquier escenario.
El llamado a todas y todos los patriotas es a estar alertas. A no tener miedo. A evitar los rumores, a identificar y enfrentar las campañas de desinformación. Pueblo organizado, FANB y Gobierno Bolivariano juntos, unidos, haremos fracasar cualquier intento de vulnerar nuestra institucionalidad democrática y nuestra estabilidad política. ¡Con Chávez Siempre! ¡Todos con Maduro!