El inestable del presidente Trump se ha convertido en un tenebroso peligro para toda la humanidad. Duerme plácidamente todas las noches sobre el botón nuclear y se entretiene únicamente leyendo el grueso manual operativo para autorizar el despliegue de sus millones de soldados, aviones y bombas inteligentes que solo matan inocentes. Tiene a su disposición una maquinaria anhelosa de la muerte, preparada para destruir el planeta entero varias veces.
En las últimas semanas, casos legales y personales, le han echado más gasolina a la candela, aumentando el riesgo de implosión sobre su cuestionada estabilidad emocional, su ruindad moral y la bajeza de sus escrúpulos, ya sea estos puestos a prueba en los ámbitos empresariales, en su vida privada o al frente de su traumática gestión con presidente del Imperio norteamericano.
Su aura de gerente exitoso está haciendo aguas rápidamente, al hacerse públicos varios métodos y prácticas nada legales utilizados recurrentemente durante su campaña electoral. Se está revelando que derrotó con ciertas artimañas mafiosas a la ungida Hillary Clinton y a toda la pauperizada tolda demócrata (nada de monjitas, mafiosos también). Esto no pasaría de ser un tema de fraude y violación de las leyes electorales norteamericanas, si no fuera porque estos métodos de gamberrismo los ha seguido utilizando desde su llegada a la Casa Blanca, aplicándolo en su relación con todo el mundo.
Pues bien, a Trump el rancho le arde otra vez, porque estos modos de actuar, al borde de la ética, la moral y reñidos con la legalidad, se van poniendo al descubierto con una serie de casos judiciales que revelan años de prácticas deshonestas y falaces. Un mundo de mentiras, construido en base a millones de dólares para la compra de silencios y de conciencias.
Los fiscales han encauzado, con investigaciones federales, a dos de los colaboradores más cercanos del círculo íntimo del inmoral presidente norteamericano, ambos casos por fraude generalizado realizado durante las elecciones del año 2016.
En el primer caso, el personalísimo abogado de Trump (durante más de 10 años), Michael Cohen, “se declaró culpable de ocho cargos, incluido el de hacer contribuciones ilegales a la campaña electoral”, al ser el centro de toda una trama de financiamiento y pagos ilegales durante el largo proceso electoral. Al negociar su delación y declararse culpable, evitó enfrentar una pena de más de 65 años tras las rejas.
Con total impudicia y desfachatez, este abogado del anillo íntimo de Trump, confesó ante el juez que “Tuve esta conducta con el propósito de influir en las elecciones”. Luego de esta delación, un furibundo Trump, se sacudió olímpicamente a su ex mejor amigo, tildándolo de “conspirador” y de infame traidor. Esperemos a ver que otros secretos revela con tal de reducir su sentencia.
En el segundo caso, donde el mentiroso Trump terminó de perder el sueño, un jurado declaró culpable de ocho delitos federales a Paul Manafort, su exjefe de campaña, por “fraude bancario, evasión fiscal y omisión de declarar cuentas bancarias extranjeras”, lo que lo expone a una pena de alrededor de 10 años de cárcel. En este caso, Trump ha sido más comedido en sus comentarios, y más bien, mascullando de frustración e impotencia, ha soltado un tremendo “lapsus brutus” al comparar el caso de su amigo Manafort con la persecución contra Al Capone. Solo a Trump se le ocurre tal analogía de su entorno con la mafia.
Para rematar, ya está en la calle un nuevo libro polémico sobre Trump: “Unhinged” (desquiciado) escrito por Omarosa Manigault. Allí revela gravísimos episodios de intolerancia y racismo por parte del presidente Trump. Lo más grave de este caso radica, en que cuando la Casa Blanca pretendió desmentir las palabras de la “exempleada molesta”, al considerarlas “plagado de mentiras y acusaciones falsas”, Omarosa publicó grabaciones de sus conversaciones con el propio presidente Trump y otras grabaciones realizadas desde la inexpugnable (ya no) Sala de Crisis de la Casa Blanca, poniendo en evidencia otra peligrosa violación de las normas de seguridad y confidencialidad. Demostrando, una vez más, lo frágil y vulnerable del entorno del desquiciado Trump.
Va creciendo en el ambiente la lista de adversarios que piden a gritos la destitución de Trump. Los argumentos son variados, pero todos pasan por presumir la presencia de un “deterioro mental innegable” y su incapacidad de tomar las decisiones correctas.
Argumentará, haciéndose el paisa, que no sabía nada de los andares ilegales de los malhechores de su anillo íntimo. Pecar por omisión y por comisión. En otras decisiones, sus locuras y disparates mantienen enfadados a medio planeta. Va en una inequívoca tendencia hacia la siniestralidad. Su película no terminará para nada bien. En el ámbito internacional parece un camorrero, abriendo frentes de conflictos comerciales con China y con Rusia, dos de las mayores potencias comerciales del mundo. Pero también, en sus torpezas, no ha parado de agredir a sus aliados naturales y estratégicos como Canadá, México o la Unión Europea. Países que para nada soportan su irascibilidad y su soberbia.
Este es el falaz personaje que gobierna la mayor potencia del planeta. Dios nos proteja de él y de sus explosiones de ira.