Pero la Venezuela de Maduro resiste
Por Geraldina Colotti/ Traducción Gabriel Pereira
Los venezolanos nunca pierden su buen humor, y la sátira también se ejerce sobre el tema de una posible invasión militar, disfrazada de «intervención humanitaria» en las fronteras. La tensión, sin embargo, se siente, especialmente en estados fronterizos como Táchira. Allí la oposición es fuerte y las mafias están en pie de guerra buscando cómo evadir las medidas emitidas por el gobierno de Maduro para detener el contrabando de gasolina hacia Colombia.
El estruendo de los aviones militares que surgen de Colombia agita el sueño de los venezolanos y aumenta la vigilancia de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Después del ataque con drones explosivos contra el alto mando político venezolano, desactivado por las fuerzas de seguridad, permanece la orden de matar a Maduro. Hay quienes, como el grotesco Secretario General de la OEA, Luis Almagro, ponen en riesgo las coronarias gritando en voz alta desde Miami a Bogotá que deben por todos los medios derrocar al «dictador».
Almagro, incluso, ha ido a Colombia para establecer un grupo «especializado» que enfrente la supuesta «catástrofe humanitaria» de los «refugiados venezolanos». Existe la ofensiva de la extrema derecha, fragmentada pero furiosa, porque las nuevas medidas económicas lanzadas por Maduro pueden anular sus intentos desestabilizadores respaldados por las sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea.
Como el New York Times reveló recientemente, algunos militares golpistas habrían viajado a los Estados Unidos pidiendo repetidamente apoyo para completar sus planes. Un apoyo que Estados Unidos parece más propenso a subcontratar a los sicarios colombianos, con más experiencia. El artículo del NYT es seguido por una «carta abierta» del personal editorial del periódico, publicado cerca del 11 de septiembre, en la que los periodistas se distancian de las reuniones golpistas y en la que se invita al gobierno de Estados Unidos a «no olvidar las lecciones del pasado (por ejemplo, el golpe de 1973 en Chile).
De la posibilidad de una intervención armada también discute la derecha moderada, la que ha aceptado participar en las elecciones, aunque con cierto dolor de estómago, apoyando al candidato Henry Falcón. Un centro-derecha que rechaza, tanto los proyectos de la coalición implosionada de la MUD, como los de sus “clones”.
En esta clave, el columnista de centro-derecha, Domingo Alberto Rangel, examina un posible escenario de intervención armada aun “enmascarado por la intervención humanitaria”, considerándolo demasiado oneroso, incluso para los Estados Unidos. ¿Estamos seguros, pregunta, de que ganaríamos al reducir a Venezuela a una nueva Somalia, perder la seguridad del petróleo que Maduro aún garantiza en tiempos de paz?
De lo contrario, explica, Brasil propondría la formación de un Estado tapón, formado por los estados Bolívar, Amazonas y Delta Amacuro. Los colombianos quisieran anexar el Zulia y los estados andinos, que son más similares en geografía y cultura. Para poner “orden” en la Somalia venezolana, las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos deberían pensar. ¿Pero a qué precio? Seguramente la de miles de víctimas, considerando solo los 6 millones de miembros registrados del Partido Socialista Unido de Venezuela, la milicia popular, la FANB …
Los gobiernos de Colombia y Brasil – repite Rangel – saben que un escenario similar sería mucho más desestabilizador para ellos que la situación actual. La solución “a nuestros problemas”, concluye el columnista, “no puede venir desde afuera, sino desde la construcción de un gran movimiento pro mercado”. Un proyecto que va en la dirección opuesta al plan económico propuesto por Maduro para “resolver la contradicción capital-trabajo a favor del pueblo”. Y a partir de aquí el choque entre el bloque progresista y las fuerzas que impulsan el retorno del neoliberalismo a América Latina.
Que dos de los gigantes latinoamericanos, Brasil y Argentina, se hayan ido a la derecha, cuenta. No solo a nivel comercial, sino también en el militar, porque el Brasil del golpista Temer ha permitido los ejercicios militares conjuntos en la Amazonía, junto con Colombia y Perú, tres zonas limítrofes con Venezuela, y que por primera vez participará los Estados Unidos.
También se afirma que debutará el Ecuador de Lenín Moreno, que ha traicionado la Revolución Ciudadana, quien no solo le ha dado la espalda a Unasur, sino que ahora su gobierno está socavando los acuerdos comerciales que han caracterizado al comercio Sur-Sur. Incluso, Ecuador romperá los acuerdos con Pdvsa para una construir una refinería conjunta en su país.
La actitud del actual gobierno de el Ecuador contra Chevron – que ganó el juicio por los desastres ambientales que le causó a las comunidades indígenas – ya promete ser muy diferente al de Correa.
Las batallas que se libran en Venezuela tienen un sentido a nivel internacional, por lo tanto, adquieren un alcance mucho más amplio que un simple motivo contingente: en primer lugar sobre el tema de la “ayuda humanitaria” que se utiliza instrumentalmente en contra de la Revolución Bolivariana con respeto al tema de los “refugiados”, mientras se adopta un criterio diferente para los inmigrantes colombianos acogidos en Venezuela, que son más de 5 millones.
Y entonces se evidencia la doble moral imperialista, que mientras erige muros en los EE.UU y en Europa contra los inmigrantes y oculta el escándalo de la detención de niños las prisiones de Trump, pretende crear una falsa crisis de migrantes en la frontera con Venezuela. También ignoran los grandes medios que el gobierno de Nicolás Maduro, único en el mundo, activó el Plan Vuelta a la Patria, con el que ha organizado un corredor humanitario real para el retorno de sus conciudadanos que han sido engañados por la propaganda de los medios hegemónicos, y que han podido comprobar de primera mano la xenofobia de quienes eran su esperanza de una vida mejor.
Pero el partido, en América Latina, está lejos de perderse. El presidente de Bolivia, Evo Morales, inauguró en San Benito, departamento central de Cochabamba, el edificio del Parlamento de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), porque contra la expulsión de Lenín Moreno, se edifica la “gran casa de América del Sur. Desde la integración latinoamericana – declaró Morales – no volvemos atrás”.
Mientras tanto, en China, donde se encuentra de visita el presidente Maduro, se tejen los hilos de otra perspectiva geopolítica, basada en una nueva relación entre la memoria y el futuro.