El 9 de octubre de 1967 a la 1 y 10 de la tarde fue fusilado Ernesto Guevara en la Escuela de La Higuera, en Bolivia. Argentino de nacimiento, cubano de adopción, entendió que la lucha es de clases en Guatemala. Nuestramericano es su verdadero gentilicio. Poetas de todas partes del mundo fundieron en sus crisoles ira y ternura. El chileno Pablo Neruda sintió la Tristeza en la muerte de un héroe. Los argentinos lo honraron: Julio Cortázar con Yo tuve un hermano, Néstor Groppa con Sé que la delación existe y Juan Gelman le ofrendó sus Pensamientos. El uruguayo Mario Benedetti escribió la serie de poemas dedicatorios llamada A Ras del Sueño. El cubano Nicolás Guillén entonó su Guitarra en duelo mayor y dedicó al que lo fusiló, el poema Soldado de Bolivia. El catalán Joan Brossa lo honró con el poema visual Elegía al Che. El salvadoreño Roque Dalton le escribió un Credo.
No solo fueron poemas. La célebre fotografía del cubano Alberto Korda se inmortalizó. El artista alemán Wolf Vostell lo pintó en un lienzo. Los arquitectos Blanca Hernández Guivernau, Jorge Cao Campos y José Ramón Linares Ferrera, el escultor José de Lázaro Bencomo (Delarra), los especialistas del Museo de la Revolución y del Museo Comandante Ernesto Che Guevara y el apoyo de toda la población santaclareña erigieron el Complejo Escultórico Memorial Comandante Ernesto Che Guevara de la ciudad de Santa Clara.
Los trovadores de todas las geografías le cantan epitafios para la vida: Carlos Puebla, Hasta siempre, comandante; Pablo Milanés, Si el poeta eres tú; Alí Primera, Comandante amigo; Carlitos “La Mona” Jiménez, El pueblo te ama, Che Guevara; Francesco Guccini, Stagioni; La Renga, El hombre de la estrella; Víctor Jara, El aparecido y Zamba del Che; Daniel Viglietti, Canción del hombre nuevo; Atahualpa Yupanqui, ¡Nada más!; Luar na lubre (grupo gallego de música tradicional), Pandeirada do Che; Los Violadores, Fashion revolución, con la que critican la comercialización del Che; Silvio Rodríguez, La era está pariendo un corazón; Fusil contra fusil; América, te hablo de Ernesto; Un hombre se levanta (Antesala de un Tupamaro); La oveja negra; Hombre y Tonada del albedrío.
Ernesto “Che” Guevara nos deja su Diccionario filosófico (1946-1957); su Índice literario (1946-1957); el cuento La angustia (1951); Machu Picchu: enigma de piedra en América (1953); Notas de viaje (diarios de motocicleta); Aquí va un soldado de las Américas, cartas a su familia recopiladas por el padre; La guerra de guerrillas (1960); Recuerdos de la guerra revolucionaria cubana (1963); Apuntes críticos a la economía política (publicado post mortem en La Habana (2006); El año en que estuvimos en ninguna parte (1965); el cuento corto La duda (ambos trabajos escritos en el Congo); La piedra, cuento corto, escrito posiblemente en la época que murió su madre; Diario del Che en Bolivia (publicado post mortem en 1968; Pasajes de la guerra revolucionaria: Congo; Carta inédita de Guevara a Armando Hart Dávalos; Otra vez (El diario inédito del segundo viaje por América Latina 1953-1956); el Diario de un combatiente y el Poema dejado por Ernesto Guevara a su esposa Aleida.
El Che se definía como un “fotógrafo ambulante, investigador semidesempleado y médico mal pagado, exiliado permanente, esposo temporal e intrascendente, aventurero de fin de semana, redactor de cartas y poemas y de diarios siempre privados”. Tomó de los Libertadores de América el testigo de la inconclusa tarea libertaria: “Soy cubano y también soy argentino y, si no se ofenden las ilustrísimas señorías de Latinoamérica, me siento tan patriota de Latinoamérica, de cualquier país de Latinoamérica, como el que más y, en el momento en que fuera necesario, estaría dispuesto a entregar mi vida por la liberación de cualquiera de los países de Latinoamérica, sin pedirle nada a nadie, sin exigir nada, sin explotar a nadie”. Para el Che “el aspecto fundamental en el cual la juventud debe señalar el camino es precisamente en el aspecto de ser vanguardia en cada uno de los trabajos que le compete”.
En horas de la mañana de ese aciago día, el Che daría su última clase. Una de las maestras se quejaba porque un rufián usurpaba su lugar de trabajo. Ella entró a buscar unos papeles y se encontró con el Che. Éste le habló con voz susurrada sobre esa escuela; le preguntó por las niñas y niños que allí estudiaban; le dijo que educar es predicar con el ejemplo; que la nueva cultura, los nuevos valores, una nueva hegemonía y una nueva subjetividad histórica deben ser los pilares para la construcción de una sociedad cualitativamente distinta a la mercantil que ha sembrado de miseria al mundo; y hasta le llamó la atención por tener la pizarra escrita con algunos errores ortográficos.
La pedagogía anfictiónica de Ernesto Guevara es pedagogía para la liberación. “Estudiando a Latinoamérica aprendemos también un poquito a conocernos, a acercarnos más, y conocemos mejor nuestras relaciones y nuestra historia. Estudiar Latinoamérica significa estudiar la penetración imperialista, es decir, estudiar su economía, allí verán los gérmenes de todo lo que está ocurriendo hoy y nada más”. Su obra pedagógica está estructurada, según Lidia Turner Martí, en tres momentos: “la teoría de la educación del hombre socialista cubano”, “la pedagogía social” y “la educación cubana”. Todos ellos giran alrededor de un eje: educación socioproductiva y comunitaria. “Nuestro punto de referencia debe ser penetrar rápidamente en el dominio de aquellas ramas industriales que tiendan a crecer aceleradamente y que darán fisonomía al mundo industrial en la próxima generación”.
La maestra de la Escuela de La Higuera totalmente anonadada y consciente de que «todos los días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo y de movilización» les dijo a los soldados al salir que ese hombre estaba lejos de ser un bandolero, “se equivocan, es un caballero, nunca he sido tratada por alguien como él me trató”.