Por José Garcés
Sin lugar a dudas pudimos resistir a la primera embestida del ariete este 23 de febrero, la cual se camuflaba como “ayuda humanitaria”… Estamos seguros de que vendrán más.
La imagen del ariete nos conecta con un castillo sitiado y sus enemigos intentando toda clase de estrategias y artimañas para tomar dicho castillo. Pues bien, creo que la imagen no está muy alejada de la realidad. Tenemos casi todas las fronteras cerradas, aunque el comercio internacional sigue su curso, y esto nos pone en una situación como la de los castillos medievales. Tenemos un enemigo externo con sus arietes modernos y una población dentro del castillo. Por ahora las puertas resisten.
Siempre me pregunté cómo es vivir en una ciudad sitiada. ¡El sitio de Stalingrado duró 2 años! Durante 2 años los nazis se encargaron de evitar que entraran alimentos hacia la ciudad. Vivir en una ciudad sitiada sin duda requeriría de mucha organización y disciplina. Sin duda sería necesario la aplicación de leyes férreas para mantener el orden, y creo también que sería absolutamente necesario la instrumentación de mecanismos efectivos para elevar la moral de la población.
Aunque sabemos que nuestro país no está sitiado, creo que debemos entender a los días por venir como si lo estuviera. Demás está decir que las sanciones por parte de los E.E.U.U. aumentarán tratando de asfixiar más y más a la economía.
Si bien es cierto que durante 3 años la oposición nos ha dado un curso de economía de guerra, y ya tenemos bastante experiencia en administración de recursos y alimentos para la población vía Clap, no es menos cierto que los rigores de la guerra económica golpean sin miramientos al pueblo. En algunas oportunidades podemos culpar a la guerra económica, en otras no hay sino que ver como un Gobierno no puede hacer frente a expoliadores y usureros que practican una economía delictiva.
Tenemos un Estado que ha demostrado ser ineficiente ante los especuladores y que no tiene o no usa los mecanismos para hacerse respetar. En un momento llegué a pensar que el Gobierno no ponía mano dura a los especuladores porque temía una represalia por parte del imperialismo. ¿Y bien? ¿Y ahora? ¿Qué más vamos a esperar? Ya el imperialismo ha mostrado sus garras y ¿Cuándo se va enfrentar a la burguesía especuladora?
Las ciudades bajo asedio resisten cuando tienen la moral alta, si persistimos con la actitud blandengue ante el comercio expoliador, y el ciudadano común no observa medidas fuertes y ejemplarizantes para el comercio, tendrá efectos muy, pero muy negativos en la moral de la población con consecuencias fáciles de prever.
Antes los comerciantes subían los precios en forma inmisericorde porque aducían que el “dólar paralelo subía diariamente”. Ahora el dólar paralelo se ha estabilizado y los comerciantes siguen subiendo los precios sin argumentos válidos. Vemos cómo productos que tenían ofrecidos en 40 dólares, ahora los ofrecen en 80 dólares, y cada día más. A un comerciante le espeté: El dólar se mantiene estable ¿Por qué aumenta el valor de sus productos? A lo que con todo desparpajo y desprecio me respondió: “Si quieres lo compras”. Cuando un comerciante te responde así, quiere decir que no tiene el más mínimo temor ni respeto por el Estado. Cuando un transportista que cobra Bs. 100 y lo aprobado es Bs. 70, te dice que te vayas a quejar con Maduro y que él “en su carro cobra lo que le da la gana”, es que no tiene la más mínima responsabilidad por sus actos.
Pues bien, resistimos el primer golpe del ariete, ¿Vamos a seguir permitiendo que los vampiros que practican la economía delictiva sigan desangrando al pueblo?
¿Estaremos dejando de lado la moral de la población, que es quizás la más importante arma en una guerra?
Los traidores se están develando, los militares están resistiendo, el pueblo está decidido. Tal vez llegó el momento de poner a cada uno en su lugar, y a los que favorecen al empresariado ponerlos de una vez por todas en Fedecámaras y declararles la guerra.