Por Lorena Alamarza
Frente a los continuos ataques imperiales configurados como guerra económica, mediática, cultural y sabotaje eléctrico, este bravo pueblo ha demostrado que tiene una herencia de lucha y compromiso que lo hace indestructible. Claro está que nosotras, nosotros, con nuestro legado indígena, independentista y de lucha social, nos crecemos ante las dificultades sin endurecer nuestro espíritu. Estos días aprendimos a hacer mecheros con frascos de vidrio, agua, aceite vegetal y tela, inventamos métodos super eficientes para rendir el agua, conversamos con vecinos, amigos y amigas, retomamos lecturas hace rato postergadas; y también fuimos testigos, de pequeños o grandes actos, de solidaridad donde antes solo hubo tierra seca.
Hoy rindo homenaje a este pueblo bravío y pienso, entre miles de luchadoras y luchadores en Argimiro Gabaldón, muchachito que creció entre Biscucuy y Guanare del estado Portuguesa, rodeado de naturaleza, entre cuentos, poesía y amando la tierra. Chimiro, como le decían de niño, aprendió la batalla del garrote con los peones, y el valor de la lucha por la libertad a través de las historias que su padre, el general José Rafael Gabaldón, le contaba.
Recuerdo a Argimiro, quien no siendo “un guerrero” como él mismo afirmó, sino docente y amoroso de la historia, las matemáticas y las artes plásticas, se sumó en 1960 a la lucha armada al fundar por allá en La Azulita, un foco guerrillero y posteriormente el Frente Simón Bolívar de Liberación, en las montañas de Lara (FALN), pues “(…) si mi pueblo y mi patria necesitan guerreros, yo seré uno de ellos y este pueblo nuestro los ha parido por millones cuando los ha necesitado (…)”.
Fue por amor a la patria que Argimiro, conocido como el comandante Carache, se hizo guerrillero, y nos contó que “(…) el revolucionario ama la vida y la alegría, por eso lucha contra la tristeza y la muerte (…) es enemigo de las injusticias (…) un guerrero del bien, un ángel de liberación, misionero del amor; apóstol de justicia. La suerte del revolucionario está echada con los empobrecidos de la tierra; es un constructor de paz y si para luchar contra los asesinos de la historia debe empuñar armas de libertad, fusiles de amor por el pueblo, pues entonces lo hace y se transforma en guerrillero por la vida”.
En medio de la penumbra que este sabotaje imperial nos impuso, pude mirar el futuro, y sé que siempre será de lucha. Se también que, a nosotras, a nosotros, a este pueblo bravío, nadie le apagará el espíritu de tomar las riendas de nuestro propio destino.
RECUADRO
Carta de Argimiro a su padre desde las montañas
(…) Yo estoy muy bien de salud, tengo una gran resistencia física (…) moralmente estoy aún mejor, con plena fe en lo firme de nuestra victoria, pues todo contribuye a llenarme de optimismo.
Cada día aparece con mayor claridad. El objetivo es la formación de un ejército popular, porque este es el único camino que le queda a los pueblos que quieren librarse de las garras del imperialismo. (…) Nuestro pueblo es un gran pueblo, es el pueblo de la gesta magna de la independencia y de la revolución federal. Su espíritu no ha muerto, nosotros que nos hemos acercado a él, le estamos descubriendo de nuevo y lo levantamos para de nuevo escribir con su sangre páginas gloriosas de nuestra historia (…) Yo estoy llamando a los poetas revolucionarios, para que vengan a ver y a vivir cómo en un pueblo nace de nuevo la epopeya. Todo esto parece una leyenda, o hija de corazones apasionados o la visión iluminada de gente que ha perdido la razón, sin embargo, no es más que la verdad”.