El Documento de Santa Fe IV
Por Eduardo Cornejo De Acosta
Tal y conforme estaba previsto, Nicolás Maduro fue juramentado el 10 de enero para un nuevo periodo presidencial y ejerce sus funciones plenamente. Tal y conforme se esperaba, Estados Unidos, el llamado Grupo de Lima, algunos países de Europa y otros países apéndices, hicieron las objeciones previstas.
Acicateado por la Casa Blanca y otros factores que apetecen el petróleo y demás recursos naturales de Venezuela, un gris Juan Guaidó se autoproclamó presidente del país y recibe el reconocimiento de Washington, más otros países que son enemigos gratuitos del gobierno bolivariano.
Las corporaciones mediáticas a las órdenes, o complementarias, del orden mundial que empieza a tambalear, hacen y harán su trabajo.
En realidad, aquí no está sucediendo nada fuera de lo previsto. ¿O es que no sabíamos desde el 20 de mayo del 2018 y los meses siguientes que esos países y esas corporaciones intentarían sabotear los acontecimientos en Venezuela? ¿O es que acaso el bloqueo financiero, diplomático, las amenazas militares y paramilitares, empezaron hoy? No.
Las agresiones al país empezaron cuando el iniciador del proceso, Hugo Chávez, declaró, y actuó en consecuencia, que iniciaría una política soberana, independiente de la Casa Blanca, y promotora del multilateralismo que ambiciona un mundo más justo.
En los albores del presente siglo, Chávez llegó al medio oriente, visitó líderes mal vistos por Washington, fortaleciendo y revitalizando la OPEP.
Dejó en claro que Cuba no estaría más aislada en la escena latinoamericana. Alzó su voz contra los abusos e injusticias globales, como en el caso de Palestina.
Por su parte, lo más reaccionario de la derecha norteamericana culminaba el llamado Documento de Santa Fe IV, una especie de catecismo para los halcones del hegemón y sus acólitos en otros hemisferios.
Allí, a último momento y ante la irrupción de Hugo Chávez, dedican unas líneas a Venezuela y el zambo barinés.
Veamos lo que decía el Documento de Santa Fé Latinoamérica hoy: “Venezuela es un país paradójico. Es uno de los países productores de petróleo más importantes del mundo y, sin embargo, la mayoría de la población es muy pobre. En Venezuela, hace mucho que la industria petrolera está en manos del Estado y la riqueza que produce, en su mayor parte, ha sido absorbida por una gran cantidad de contratistas internacionales y un aparato administrativo inflado. Una gran clase gubernamental y comercial ha prosperado a la sombra de la industria petrolera, pero grandes sectores de la población general viven en la miseria, en terrenos ilegalmente ocupados, con comida, agua, atención sanitarias y educación inadecuadas. Durante muchos años, la política partidaria de Venezuela ha sido nominalmente democrática y blanda, y ha hecho poco por resolver los problemas socioeconómicos del país y de sus masas cada vez más alienadas. Las condiciones estaban maduras para el surgimiento de Hugo Chávez. Hombre de orígenes humildes, Chávez ascendió rápidamente por las filas del ejército debido a sus habilidades como atleta y soldado. Hace ocho años, en 1992, fue parte de un golpe militar fallido y pasó cierto tiempo en la cárcel por su intervención. Después de su liberación, Chávez decidió tomar el poder por medios electorales. Utilizando en su campaña la promesa de usar la riqueza petrolera de Venezuela para aliviar la pobreza de las masas, Chávez sorprendió a muchos al ganar la presidencia en el otoño de 1998.
Los capitostes de la prensa han intentado definir a Chávez como un peronista o un fidelista. Pensemos mejor como un Huey Long en uniforme, un populista que tiene ambiciones para sus votantes y para sí mismo. Chávez se movió rápidamente para consolidar su poder. Estableció una nueva convención constitucional, que promulgó una nueva Constitución a su medida, y disolvió el Congreso existente. También instituyó una gran purga de la Compañía Estatal Petrolera y ha asumido un papel prominente en la OPEP: se considera que ha sido el impulsor del reciente movimiento de la OPEP para cortar la producción mundial de petróleo y subir los precios. El gran héroe de Chávez es Simón Bolívar. Apoyándose en el bolivarismo, aspira a formar la Gran Colombia (Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador), probablemente como república socialista”
Aquel documento, que apelaba nuevamente a la doctrina Monroe, tenía dos certezas, como mínimo. Una, la desigualdad social y exclusión que una clase dominante alimentada por la renta petrolera había fomentado, sumiendo en la miseria a millones de venezolanos.
Dos, era consciente de la fortaleza de Hugo Chávez entre el pueblo criollo. Además, pronostica el peso específico que a nivel internacional logró el líder bolivariano. Ergo, debía hacerse algo.
Esta alerta, enunciada al empezar el siglo 21 por aquellos “tanques pensantes”, fue tomada muy en cuenta por los poderes fácticos norteamericanos y globales.
Por eso un golpe de estado el 2002, por eso un paro petrolero, por eso guarimbas, por eso intentos de “salidas”, por eso bloqueos financieros y diplomáticos, por eso intentos de magnicidio. No nos olvidemos que la derecha criolla quiso banalizar el caso de los “paracachitos”, los drones contra el presidente Nicolás Maduro.
En Estados Unidos, más allá de si la administración de la Casa Blanca la ocupan demócratas o republicanos, hay factores que manejan los poderes fácticos, lo que en algún momento se llamó el poder en la sombra.
Esa sombra es amplia, y desgraciadamente, siempre tenebrosa.
Es la sombra que saquea en todo el planeta, a través de diferentes fachadas, a través de “ayudas humanitarias”. Ese poder en la sombra no duda en dañar el ecosistema de su propio país si sus intereses están de por medio.
A través de sus tanques pensantes elaboran teorías, diseñan estrategias para tutelar el mundo. Hoy, sus pupilos o herederos lo siguen haciendo.
El Documento de Santa Fe, aunque nos parezca lejano, tiene plena vigencia. En Estados Unidos las políticas de estado, sobre todo en lo concerniente al escenarios internacional, la formulan a largo alcance. Además, los hechos lo demuestran.
El think tank de Santa Fe lo conforman diplomáticos de carrera, académicos, militares de alta graduación, espías, empresarios. Tienen en común sus vínculos e influencia en América Latina vía actividades formales e informales. Pero sobre todo, los “hermana” su participación en actividades criminales contra líderes progresistas y sociales de todo nuestro hemisferio.
Gordon Sumner Jr, general de alta graduación; Lewis Arthur Tambs, diplomático e historiador, profesor de la Arizona State University; David Jordan, ex embajador norteamericano en Perú, figuran entre quienes escribieron el documento. Junto a ellos había asesores provenientes del Center for Hemispheric Studies del American Enterprise Institute.
Un síntoma de que volvieron a la Casa Blanca, es la designación de Elliot Abrams como emisario para “restaurar la democracia en Venezuela”. Dicho sujeto trabajó con los presidentes Reagan y ambos Bush. En su prontuario, más que curriculum, encontramos que participó en actos terroristas en países como El Salvador, Nicaragua. Su conducta fue tan despreciable, inclusive para el mismo statu quo, que fue condenado por el escándalo Irangate, trama transcurrida durante el gobierno de Reagan por haberle vendido armas a Irán durante la guerra con Iraq. Cabe destacar que su país tenía prohibido vender armamento a la revolución islámica, pero Abrams lo hizo.
Volviendo al Documento de Santa Fe IV, en dicho documento se habla de Colombia y el narcotráfico, mostrando la complejidad de su relación con la Casa Blanca. Pero eso será motivo de otro material. En todo caso, los llamados tanques se quedaron trancados en Venezuela. Se encontraron con una resistencia inusual que jamás imaginaron.