Geraldina Colotti
La figura principal de la revolución bolivariana es la noción de democracia participativa y protagónica, definida por la Constitución. El acento en la palabra «protagónica» indica que las personas no son espectadoras de las decisiones a las que también compiten con el voto, sino el actor principal del juego político. Y que esta noción no se ha reducido a una pura declaración, como desafortunadamente sucedió con otras constituciones, incluso las más avanzadas, tanto en Italia como en América Latina, se puede ver en la participación masiva en debates que, en la vieja y pensativa Europa, reunirían pocos «expertos».
En veinte años, el pueblo consciente y organizado se ha apropiado del conocimiento tradicionalmente incautado por las élites, en los ámbitos jurídico, científico y literario. Durante la enfermedad del comandante Chávez, cuando la derecha exigió torcer a su manera los artículos de la Constitución bolivariana que contemplaban la ausencia temporal del cargo del jefe de Estado, se podían escuchar discusiones sobre los diversos artículos de la Carta Magna en las calles o en los supermercados, encendidos y polémicos pero mucho más profundo que los que animan los bares italianos sobre los partidos de fútbol.
Una situación que hemos visto repetida con cualquier otro ataque de los partidos de derecha a la constitución bolivariana, un verdadero instrumento para la defensa diaria de las ciudadanas y ciudadanos conscientes de ser así arquitectos de su propio destino. Un hecho confirmado en todas las ferias internacionales del libro, en el flujo (verdaderamente fuera de lo común) de niños a los laboratorios de historia, donde los protagonistas ya no son individuos poderosos, sino los pueblos que han producido los cambios y las revoluciones, dejando una marca indeleble para trazar una nueva ruta. «Ser culto para ser libre», dijo José Martí, porque un pueblo sin cultura es un pueblo sin herramientas críticas, por lo tanto fácilmente manipulable por falsas banderas.
No en vano, el primer acto de una revolución llevada a cabo en un país del sur global, como la cubana o la nicaragüense en el siglo pasado y como la bolivariana en este siglo, siempre ha sido el de la alfabetización de los excluidos y el acceso al conocimiento para los sectores populares: con un método como «Yo si puedo», en el que los estudiantes son los principales arquitectos de su propia formación. En pocos años, el socialismo bolivariano ha pasado del récord en el número de analfabetos al de inscripciones universitarias en el que es el quinto país del mundo.
Bastaría difundir la foto y la grabación de la concurrida reunión «Cultura y libertad de los pueblos», organizada en Caracas en el contexto del XXV Foro de San Pablo por la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad, para silenciar las mentiras que se extienden en Europa sobre la revolución bolivariana. Hubo un debate de alto nivel sobre los problemas planteados por el nuevo siglo, que complican pero no descartan las preguntas generales planteadas sobre la mesa por el «siglo breve», el de las revoluciones.
La mesa, moderada por la economista Pasqualina Curcio, ha sido introducida por el coordinador de la red, Pedro Calzadilla, director del Museo de la historias Insurgentes, donde tuvo lugar otra reunión importante durante la cual se dirigió un homenaje especial a Carmen Bohorquez, erudita de Francisco de Miranda y fundadora histórica de la Red de intelectuales, creada por Chávez. El hermano Adán, actual embajador de Venezuela en Cuba y director del Instituto de Altos Estudios Hugo Chávez, habló del Comandante como un gran promotor de la cultura. También estuvo presente el profesor Luis Britto García, autor de importantes estudios sobre la identidad de los venezolanos y sobre los intentos del imperialismo de distorsionar su significado con fines neocoloniales. La intervención de Britto, que muchos quieren proponer al Premio Nobel de literatura, ha enfatizado el papel del estado docente en Venezuela, en una revolución que es «cultura y creación» permanente.
Tanto el profesor Héctor Díaz Polanco, líder del partido mexicano Morena, quien presentó la relación entre intelectuales, partido y movimientos en las llamadas «sociedades líquidas» que los exponentes cubanos de la Red, Omar González y Enrique Ubieta Gómez, han hablado sobre el tema en la mesa. Mientras que el primero expuso el marco y la perspectiva de la Red de intelectuales en defensa de la humanidad, el segundo resumió el debate sobre «cultura y libertad de los pueblos» en un decálogo de diez puntos, recibido con entusiasmo por la audiencia en la sala, donde estaban delegaciones internacionales presentes en el FSP.
Partiendo de la experiencia revolucionaria cubana, Ubieta destacó los pilares de una batalla por la cultura como elemento indispensable de toda revolución auténtica dirigida a estructurar una nueva perspectiva colectiva: comenzando, por supuesto, desde una base material que la respalde, pero también por un compromiso permanente con la construcción de la mujer y el hombre nuevo. Un compromiso que se debe tomar de inmediato, sin esperar la toma del poder o una victoria del gobierno lograda con las elecciones.
El Ministro de Cultura, Ernesto Villegas, concluyó la reunión con un discurso refinado y brillante, que ilustró los temas propuestos en términos concretos. Dos argumentos principales abordados por el ministro: el uso político de algunas corrientes religiosas en la nueva colonización del pensamiento al servicio de las clases dominantes, y la construcción de una nueva hegemonía, en todo el espíritu gramsciano, entendido en el concreto de la revolución bolivariana.
Al respecto, Villegas recordó el caso de la famosa Torre David, un lugar descuidado en el que vivían unas 4.500 personas sin control y en condiciones de supervivencia mínima, pero en el que el modelo evangélico de Bolsonaro en Brasil había establecido una iglesia para todos los gustos de los consumidores. A los habitantes de la Torre David se le han propuesto soluciones participativas, excluyendo el uso de la fuerza militar: tratándolos como personas y no como «daños colaterales», como es típico de la visión imperialista que encuentra apoyo en la oposición venezolana cuando intenta revivir el Tratado Interamericano de asistencia mutua (Tiar) y quiere devolver el país a la dominación de los EE. UU.
También por esta razón, para dar a los pueblos un instrumento internacional de denuncia contra los crímenes del imperialismo, la Red propuso el establecimiento de un tribunal de conciencia antiimperialista Hugo Chávez Frías con sede en Caracas y la fecha del 9 de agosto como un día internacional contra Los crímenes del imperialismo. Por su parte, la constituyente Olga Álvarez ilustró la propuesta de una universidad latinoamericana de comunicación, proveniente de las Brigadas Internacionalistas de Comunicación Solidaria (BRICS-PSUV). Para la revolución bolivariana, la cultura es, hoy más que nunca, liberación de los pueblos.