La poderosísima corporación mediática Facebook encabeza la lista de las redes sociales más utilizadas en todo el planeta con más de 2.449 millones de usuarios, superando holgadamente a todos sus competidores, incluso dejando bien atrás a Twitter que ocupa el puesto 13 con apenas 340 millones de usuarios. Facebook se ha convertido en una avasallante plataforma de difusión e intercambio de información, con grupos temáticos de opinión, contacto entre amigos, familiares, empresas y recreación. La plataforma visibiliza los más diversos intereses. Todo un nicho de publicidad y mercadeo para los mercaderes de la Big Data.
Pero alerta. También Facebook ha estado en la palestra los últimos años por su recurrente uso intensivo para interferir en campañas electorales; la difusión de páginas que exacerban el odio, el racismo y la discriminación; la limpieza o destrucción de imagen de actores políticos o empresas. A través de esta inmensa red social se permite impunemente el arte de la desinformación, la injerencia, la construcción de falsas matrices de opinión y otros elementos reñidos con la legalidad, la verdad y la moral. Los Bots y Trolls que pululan libremente a las sombras de Facebook son implacables en sus anónimas campañas de desinformación o en sus certeras y sumariales condenas, mucho más que los sanguinarios juicios de la Santa Inquisición, que quedan como niños de pecho en este siglo XXI.
El multimillonario presidente de esta corporación mediática, Mark Zuckerberg, aparece horondo junto a Donald Trump ofreciendo siempre su máxima e irrestricta colaboración en la entrega de los datos privados de sus millones de clientes a las irresponsables agencias de inteligencia de Estados Unidos. El especialista en seguridad y contraespionaje Edward Snowden ha denunciado infinidad de veces que desde Facebook “hacen dinero recopilando y vendiendo registros detallados de vidas privadas alguna vez fueron descritas como compañías de vigilancia. Su cambio de nombre a redes sociales es el engaño más exitoso desde que el Departamento de Guerra se convirtió en el Departamento de Defensa”. Inmorales.
Pero el nada inmaculado Zuckerberg compareció a regañadientes ante el Congreso norteamericano, lleno de soberbia e impudicia, por el controversial caso de la consultora Cambridge Analytica, empresa que utilizó la data de “87 millones de usuarios de Facebook… durante la campaña de las presidenciales de 2016” para influir en el electorado, lo que contribuyó al estrecho triunfo de Donald Trump. Esto se dio en paralelo al hackeo de los servidores del partido Demócrata, con la consiguiente revelación de correos e información confidencial de la campaña electoral; además de la ciberguerra (fabricación de noticias falsas) encomendada a centenares de hackers por todo el mundo (conocido como la trama rusa). Lo importante es que el caso de Cambridge Analytica generó un encendido debate sobre los escasos niveles de seguridad en la protección y uso de la información y por la violación flagrante del “derecho a la privacidad” causada por la difusión de los datos personales de sus usuarios.
Más recientemente un grupo de exempleados han revelado los altísimos niveles de manipulación en las tendencias de esta red, y muy específicamente durante las campañas electorales. Sophie Zhang confesó en un escrito dirigido a sus compañeros que “Tengo las manos manchadas de sangre” y reveló que “En los tres años que estuve en Facebook, encontré múltiples intentos descarados de gobiernos extranjeros de abusar de nuestra plataforma a gran escala para engañar a su propia ciudadanía y crear noticias internacionales en múltiples ocasiones”. Se presentaron casos de evidentes montajes de masivas campañas para influir en la opinión pública (dirigidas por bots), tales como: “promocionar al presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández; 10,5 millones de reacciones falsas y fans fueron retirados de políticos de alto perfil en Brasil y Estados Unidos en las elecciones de 2018; Se descubrieron cuentas de bot en Bolivia y Ecuador, pero el problema no se priorizó debido a la carga de trabajo; Zhang encontró y eliminó 672.000 cuentas falsas que actuaban contra los ministerios de salud de todo el mundo durante la pandemia”. En Facebook están totalmente reñidos con la búsqueda de la verdad y la equidad, alejados del código de ética y responsabilidad que debe seguir este tipo de corporación mediática.
En el caso de Venezuela se reveló también que Facebook se vio obligada a borrar cientos de páginas creadas por la indecorosa empresa consultora norteamericana CLS Strategies, la cual recibió varios millones de dólares para dirigir y operar “una red de sitios para difundir información falsa en redes sociodigitales, con el objetivo de favorecer a políticos de derecha en Venezuela, México y Bolivia”. Es evidente que la dictadora de Bolivia Jeanine Áñez y el espurio diputado Juan Guaidó han requerido del monumental apoyo de laboratorios mediáticos para lavar sus insípidas imágenes y tratar de fabricar apoyos (burdos likes) entre una fauna de partidarios imaginarios. Todo alrededor de Guaidó se nutre de la falsedad, la ignominia y la deshonestidad.
Esta derecha apátrida ha fracasado catastróficamente en sus experimentos mediáticos. Nadie puede sustituir el apoyo del pueblo, el cual se expresa directamente por la vía del voto. La ausencia del apoyo popular y el rechazo de las grandes mayorías revelan el triste final, en la total orfandad y el ostracismo, de estos inescrupulosos personajes.