José Antonio Egido
Ciertamente las “sanciones” (modalidades de agresión económica imperialista, no entraremos en sus particularidades) no contribuyen por sí solas a destruir regímenes políticos socialistas o independientes si estos cuentan con suficientes recursos de autodefensa como son, por ejemplo, el apoyo popular activo, la cohesión social garantizada por la fortaleza del sistema político y la legitimidad de su liderazgo, la capacidad de ofrecer los recursos vitales básicos a la población; y las alianzas internacionales que permitan neutralizar las agresiones económicas más dañinas como la falta de alimentos, medicinas, equipamiento sanitario, mantenimiento de equipos eléctricos, energéticos, industriales, de financiación, de material técnico-militar…
Países internamente cohesionados, dotados de fuerza ideológica y suficientemente respaldados por sus pueblos como Cuba, RPD de Corea, Irán, Siria, Rusia, Zimbabue y otros han resistido a las sanciones a pesar de su dureza.
La conciencia patriótica antiimperialista, la cercanía con las masas de un liderazgo prestigioso, la capacidad de movilizar que tenga el vínculo entre el liderazgo y las masas ya sea, según los casos, el Partido líder, el Ejército popular, el clero o las organizaciones de masas, aseguran la cohesión en tiempos difíciles de carencias y penurias.
Esta situación favorece en ocasiones incluso un reforzamiento del régimen popular por más dificultades que se deban afrontar (casos de Venezuela, Cuba, Irán, RPD de Corea). En dos casos las sanciones debilitaron significativamente el sistema político agravando la crisis de cohesión interna y favoreciendo los planes imperialistas cínicamente conocidos como “Cambio de régimen” que significa implantación de dictaduras neocoloniales.
En la Yugoslavia federal socialista y el Irak baacista de derechas, durante los años 70 para paliar la ralentización de la economía socialista el gobierno cometió el error de endeudarse con el FMI.
Las obligaciones de pago de la deuda acompañado de las sanciones impuestas por los imperialistas generaron el clima de descontento que alentó el nacionalismo reaccionario y las tendencias capitalistas dentro de la misma Liga de los Comunistas.
El desmembramiento del partido dirigente, columna vertebral de la unión federal, favoreció el plan occidental de destruir la federación y la sociedad, privatizar la economía y derrocar a los comunistas. Para vencer la resistencia de las dos últimas repúblicas leales a la unión federal la OTAN las bombardeó. El último presidente yugoslavo socialista fue encarcelado en La Haya donde murió probablemente asesinado.
Las sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad de la ONU contra el Irak sadamista desde 1991 impidieron su reconstrucción tras la primera agresión norteamericana, impusieron sacrificios al pueblo, desataron la inflación y la corrupción. Contribuyeron a la caída del gobierno baacista sadamista y a la ruptura de la cohesión entre las distintas comunidades religiosas y étnicas que integraban el país. Los errores del liderazgo político lo aislaron, no solamente en el ámbito internacional, sino de amplios sectores del pueblo y favorecieron la destrucción de su régimen político. Irak no se ha recuperado de la invasión imperialista, la destrucción de su élite y de su infraestructura económica. En ambos casos las denuncias de corrupción de cargos del Estado socavaron el espíritu de resistencia patriótica. Los pueblos aprenden lecciones para resistir a sus enemigos.