Jesús Faría
La manipulación del tema salarial se ha convertido en una vía muy popular para tratar de embaucar a la población. Ante el desplome salarial y subestimando a los trabajadores, algunos piensan que se les puede presentar ofertas fraudulentas jugando con sus necesidades.
Para mala suerte de estos buscadores de aplausos y votos, los trabajadores entienden que su salario es el resultado de su trabajo y de los ingresos que producen y que la inflación determina su capacidad real de compra. Porque trabajan, comprenden que el aumento salarial pasa ineludiblemente por la producción.
En ese contexto, el bloqueo criminal del gobierno yanqui ha ocasionado una brutal contracción de la producción y, por lo tanto, del ingreso nacional. Asimismo ha provocado el incremento espantoso de los precios, lo cual ha conducido al desplome dramático de los salarios.
En condiciones de sanciones yanquis y guerra total contra nuestro pueblo, el presidente Nicolás Maduro ha realizado el mayor esfuerzo para defender los ingresos de los trabajadores a través de bonos, educación y salud gratuita, subsidios a los alimentos y tarifas de servicios públicos…
Obviamente, esto no es suficiente para cubrir las expectativas de los trabajadores, pero es innegable el enorme esfuerzo en medio de un estrangulamiento tan extenuante.
Como lo anunciara el presidente Nicolás Maduro en la AN el pasado mes de enero, nuestros ingresos petroleros se desplomaron dramáticamente, pasando de más de 45 mil millones de dólares antes del bloqueo a menos de mil millones en el pasado año 2020, a consecuencia del terrible ataque que sufre nuestra economía. Ese desplome arrastró a toda la economía.
Incluso, la Relatora de la ONU y un informe de la GAO en Washington han reconocido los efectos devastadores de las sanciones estadounidenses en la economía, en general, y en los salarios, en particular.
Ahora bien, cualquier solución al problema económico y salarial, con bloqueo o sin él, pasa por aumentar la producción. No es solo la producción, pero sin ésta no encontraremos la salida a la terrible crisis.
En primer lugar, no se puede distribuir un ingreso (salario) que no existe y este ingreso se genera, precisamente, produciendo.
En segundo lugar, para bajar la inflación, necesariamente, hay que desactivar la especulación cambiaria y, para ello, se requieren divisas. Eso también pasa por producir y exportar más. Por la naturaleza actual de nuestra economía, el mayor esfuerzo para generar divisas en el corto plazo se tiene que concentrar en el petróleo.
Sin embargo, algunos se resisten a reconocer estos efectos y asoman fórmulas mágicas a problemas tremendamente complejos. Desde la derecha y la “izquierda” prometen enormes aumentos de salarios a través de dolarización, indexación, inyección de dinero inorgánico a la economía y otras extravagancias.
Una conclusión de derechistas e izquierdistas” -curiosas coincidencias- es que el gobierno bolivariano es monetarista, neoliberal, patronal, inhumano, etc., es decir, descarga deliberadamente la carga de la crisis exclusivamente sobre los hombros de los trabajadores.
Dentro de tanto disparate, algunos sugieren aplicar la vieja práctica de la alquimia en los salarios. Recordemos que, desde el pasado más remoto, embaucadores de oficio se daban a la tarea de buscar riqueza fácil, tratando de transformar metales comunes en oro y plata para engañar a incautos. Ahora, nuestros nuevos alquimistas afirman que inyectando dinero sin soporte real en la economía se resuelve el agudo problema salarial.
Este engaño colosal ignora u oculta de manera interesada que al inyectar dinero en la economía en un escenario como el nuestro de depresión económica, desplome de ingresos fiscales y déficit agudo de divisas, en lugar de aumentos sustentables de los salarios reales, se genera una espiral inflacionaria indetenible, como lo demuestra la historia económica con asombrosa claridad.
En los semestres iniciales de los estudios de economía o en los primeros contactos con la realidad comercial, se aprende que una creciente demanda (determinada por la mayor cantidad de dinero circulando), combinada con una oferta de bienes y servicios en descenso, como nuestro caso, constituye un cóctel explosivo para la inflación.
Asimismo, se aprende que una creciente cantidad de dinero sin soporte en la economía combinada con un déficit crónico de divisas, como nuestro caso, constituye un disparador instantáneo del precio del dólar -potenciado aún más por la especulación-, lo que conduce de manera inmediata a mayor inflación.
Lo que sugieren nuestros alquimistas modernos no solo es terriblemente contraproducente para los salarios, sino que evidencia un claro contenido parasitario al pretender aumentar salarios sin un sustento en los ingresos.
Finalmente, se imagina el lector si esto fuese tan sencillo: inyectar dinero sin respaldo para aumentar salarios; ningún país tuviese problemas de ese tipo. En lugar de producir riqueza, se ocuparían de la impresión desbocada de dinero.
De la mano de los alquimistas, la economía abandona el campo de la ciencia para entrar al mundo del realismo mágico.