Yo pensé que no podía vivir sin ti. Pensé que no podríamos vivir sin ti. Era tanto el miedo que no me dejaba pensar. Era tanto el miedo, tanto el dolor que aquel “Viviremos y venceremos” era como una patada en el corazón, porque yo no sabía ni vivir, ni vencer sin ti. Han pasado ocho años.
A veces me parece que ha pasado un siglo entero, a veces parece que hubiera pasado solo un día. La mayoría de las veces ni siquiera creo que te has ido, porque no te fuiste en verdad, solo cambiaste de forma de estar. Hay que saber verte. Hay que saber que esa llamarada que sentimos eres tú.
Estás aquí cada día, con una palabra para cada ocasión. Cuando nos contabas las cosas en tiempo presente nos, estabas contando del futuro. Cuando dibujabas el futuro nos dejabas un mapa para nuestro hoy.
¿Te acuerdas cuando te fuiste a la China a firmar convenios con ese país del que solo conocíamos el arroz “especial”, las lumpias y el kung fu? Recuerdo la burlita en todas las tertulias de la tele, los sesudos análisis que decían que había que estar loco para irse tan lejos, cuando aquí, arribita, estaba el mejor de los mercados, “nuestro mercado natural”, el mercado gringo, “la mayor economía del mundo” bajo cuyas alas debíamos meternos como enclenques pollitos temblorosos y dejarnos domesticar. Que cómo le íbamos a hacer el feo a esa gente, que ¡qué pena con ese señor!
Lo mismo cuando fuiste a Rusia y a ¡Irán!. Dígame eso, te hiciste amigo de Ahmadineyad quien, por cierto, sigue siendo el tipazo que siempre fue. ¿Qué va a buscar allá más que problemas? —decían acalorados los voceros de la resignación sumisa. Si es mundo es como es, no hay que estar inventando… inventar es peligroso, van a ver… y nos mostraron los dientes y las garras… nosotros les mostramos los nuestros ¿te acuerdas? “Váyanse pal carajo yanquis de mierda. Váyanse bien largo al carajo!
El siglo XXI nos encontró unidos luchando para no ser dominados, como nos advirtió nuestro General Perón, pero no tan fuertemente unidos como para que no nos fracturaran. Entre nuestros líderes regionales pesaba aún aquel pudor, aquel cuidado de no tocar ese corsé a la medida de otros, esa sagrada soga en el cuello de nuestros pueblos que llaman democracia (burguesa) y que solo aplica para nosotros, nunca para quienes nos la imponen. ¡Pero qué te estoy contando que no sepas! Lo que no sé si supiste es que uno a uno los gobiernos amigos fueron dinamitados desde adentro, con traiciones, malos cálculos políticos, titubeos, engaños… y no estabas tú…
Nicolás y nosotros, por momentos, muchos momentos, sufrimos el ninguneo de nuestros amigos regionales. Todos, uno a uno iba cayendo en la trampa que impuso nuestro enemigo común de que Venezuela era ese país que nadie quería ser. Venezuela es la peste.
Yo sé que da arrecherita, pero más que arrecherita, tristeza, porque todos sabíamos que era unidos para no ser dominados, y aprovechando el titubeo, el disimulo, el qué sé yo qué les pasó por la cabeza a esos hermanos, el enemigo formidable no dudó en meterles su furioso zarpazo y ahora sus pueblos pagan las consecuencias.
Los pueblos siempre pagamos, tú sabes. Allá porque volvió la oligarquía y con venganza. Volvió en Argentina para cargarse en unos meses la Década Ganada y amarrar al pueblo argentino con una deuda impagable de cien años. Volvieron a Ecuador y lo mismo. A Brasil volvieron y pulverizaron a Lula y a todo lo que a Lula oliera. ¡Volvieron a Bolivia! La vuelta más dolorosa de todas, que vimos como en cámara lente mucho antes de que pasara. Esa creo que no la habrías imaginado en ninguno de tus visiones de futuro.
Volvieron y devolvieron a los pobres a la desesperanza, a la desesperación. Volvieron y entregaron nuestros países como si fueran suyos. Volvieron y fracturaron la unidad para que su dueño pudiera dominarnos mejor.
Los pueblos siempre pagamos. Allá porque volvieron, aquí porque no los dejamos volver. Aquí finalmente oficializaron y endurecieron el inevitable bloqueo que corresponde a los pueblos insumisos.
Llegaron todos los ataques que nos advertiste. Y ¿adivina quién no nos deja morir? Tú lo sabes, aquellos países que nada tenían que ver con nosotros. Aquellos que en tu delirio futurista redefinirían el orden impuesto y conformarían un mundo multipolar. Pero el loco eras tú, ya sabes…
Nos castigan y con cada golpe nos crecemos, nos reinventamos. Si te digo que estamos viviendo sin la renta petrolera ¿me lo creerías?. Claro que me lo creerías. Si tú sabías que podríamos hacerlo. Éramos nosotros los que no nos atrevíamos a creerlo.
No creíamos, y algunos aún no creen, lo grande que podemos ser, lo fuertes, lo valerosos, porque contigo al frente, como escudo, todo el mundo era valiente, todos súper Patria o muerte, pero cuando hubo que meter el cuerpo, cuando cada uno de nosotros tuvo que ser un poco tú, la cosa se hizo más complicada, más angustiosa…
Recuerdo cuando íbamos en el camión por Charallave y tú me contabas la angustia de sentir la angustia de todo un pueblo que contaba contigo. Era la misma época que yo te cargaba también con mi angustia de creer que no podría vivir sin ti, que no podríamos vivir sin ti…
Han pasado ocho años desde que cambiaste de forma de estar con nosotros, desde que todos tuvimos que ser un poquito tú… han pasado ocho años de feroces ataques, de desengaños, de dolores, tristezas, añoranzas, pero aquí estamos de pie, luchando con toda el alma, con ese “ardimiento”, esa llama que no se apaga… aquí estamos, mi Presi lindo, llegando al Bicentenario de Carabobo como tú nos dijiste: viviendo y venciendo.
Porque creíste en nosotros antes que nosotros mismos, en cada una de nuestras luchas y victorias, grandes o pequeñas, estás viviendo tú.
Ocho años siempre contigo, chavistamente…