¡Comuna o nada! Han pasado casi diez años desde aquella exhortación estratégica pronunciada por Chávez en 2012 y retomada por Maduro. Una exhortación que resuena, en la construcción del poder popular, como una «utopía concreta»; en el sentido que Marx le da a la idea del comunismo. Un indicio particularmente fuerte en este Bicentenario de la independencia, y 150 años después de la Comuna de París (18 de marzo-28 de mayo de 1871), la primera gran experiencia de autogobierno en la historia contemporánea.
Una “utopía concreta” que, en el proceso bolivariano tiene rostro de mujer; siendo las mujeres vanguardia en las múltiples formas de ciudadanía insurgente del poder constituyente. Una realidad que ni siquiera los datos viciados que difunden las ONG dirigidas por el imperialismo pueden ocultar. Desde la creación de los Consejos Comunales, en abril de 2006, y según el Plan de Igualdad de Género 2013-2019, la participación de mujeres representaba cerca del 54% del total de integrantes de los miembros de las organizaciones.
Desde el 21 de diciembre de 2010, cuando con la Ley orgánica de las Comunas se planteó la transformación del modelo productivo, la participación protagónica de la mujer ha ido creciendo, hasta representar el 80% en los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap). Recordemos que, junto con los concejos municipales, las comunas contribuyen a la producción y distribución casa por casa de las bolsas de alimentos Clap, un instrumento de resistencia, organización y conciencia; determinante contra la guerra económica. No por casualidad, su revista lleva el significativo título de Todo el Poder para los CLAP, recordando así la célebre consigna pronunciada por Lenin sobre los Soviets, en 1917.
Desde las comunas, entendidas como embriones de nuevas relaciones productivas y sociales en un espacio distinto de la economía de mercado, ha surgido entonces también una alternativa concreta; toneladas de alimentos y rubros estratégicos a precios solidarios en mercados comunales y redes de intercambio.
Como es sabido, la Ley Orgánica de las Comunas regula las formas de organización socioproductiva que se desarrollen: empresas de propiedad social directa, de propiedad social indirecta, unidades de producción familiar, grupos de intercambio solidario. La moneda municipal se considera una herramienta alternativa a la oficial, a fin de permitir un intercambio de conocimientos, saberes, bienes y servicios en los espacios del Sistema de Intercambio Solidario, a través de la cooperación, la solidaridad y la complementariedad; frente a la acumulación individual. También se crea la Red de comercio justo y administración socialista; integrada por las comunidades que así actúan en el territorio nacional.
Las cerca de 3.250 comunas, que en los proyectos del gobierno bolivariano tendrán que dar lugar a más de 200 ciudades comunales, son espacios de producción y reproducción social en el camino de la transición al socialismo donde las mujeres —como sujetas ubicadas en la intersección entre la producción y la reproducción de la vida— participan en todos los niveles de la organización del poder popular; especialmente en los proyectos productivos. Proyectos dirigidos a las mujeres que, antes de la revolución, no habrían tenido forma de emanciparse a través del trabajo político; estando confinadas a la casa para realizar tareas domésticas.
La constitución bolivariana, en cambio, en el artículo 88, dice que el trabajo doméstico produce «valor agregado, riqueza y bienestar». Y Chávez, siguiendo esta norma constitucional, para proteger a las excluidas de los derechos económicos y sociales creó, mediante decreto presidencial de marzo de 2006, la Misión Madres del Barrio. Desde entonces, las amas de casa en estado de necesidad han recibido ingresos entre 60 y 80 % del salario mínimo. Y ahora, el Parlamento actual tiene a su disposición una propuesta de María León para calcular la aportación del trabajo doméstico al PIB y determinar así la cantidad correspondiente que se les debe pagar a las amas de casa.
Con la creación del Ministerio de la Mujer e Igualdad de Género, en abril de 2009, Chávez, mediante el apoyo a la economía popular, permitió el despliegue de políticas de inclusión para combatir la feminización de la pobreza. Una de estas herramientas es el Banco de Desarrollo de la Mujer (BANMUJER), institución pública microfinanciera que les facilita el trabajo socioproductivo a las mujeres en situación de pobreza extrema, promoviendo así la conciencia política y el trabajo comunitario.
Por lo contrario, en los países donde a los presidentes de hecho los eligen las grandes corporaciones internacionales, y los intereses de los banqueros superan a los del pueblo, quienes no paguen los préstamos bancarios irán a juicio; si alguien no puede pagar el alquiler porque ha perdido su trabajo, es desalojado de la vivienda.
La feminización de la pobreza es evidente en las sociedades capitalistas y especialmente en estos tiempos de pandemia; considerando que ya antes de la Covid-19, la tasa femenina de empleo era inferior a la masculina. Las mujeres también son más vulnerables en el mercado laboral, ya que a menudo son empleadas a tiempo parcial. A diferencia de la llamada crisis financiera de 2008 (en realidad otra muestra más de la crisis estructural del capitalismo), esta pandemia golpea principalmente a las mujeres porque afecta a sectores, como el de servicios, donde ellas son más empleadas. Por el contrario, a pesar de la pandemia, la riqueza de 36 multimillonarios italianos ha aumentado en más de 45.700 millones de euros desde marzo: una suma que equivale a 7.570 euros por cada uno de los 6 millones de italianos pertenecientes al 10% más pobre.
La Covid-19 ha empeorado la situación de las mujeres incluso en el hogar. Estudios sobre España, Reino Unido y otros países europeos confirman que el trabajo doméstico ha recaído más en las mujeres que en los hombres. En Italia, el 66% de las mujeres dicen haber realizado más tareas del hogar que en el período anterior a la pandemia en comparación con el 40% de los hombres. Lo mismo ocurre con el cuidado de los niños: más del 60% de las mujeres entrevistadas dijeron que habían trabajado más, mientras que en los hombres el porcentaje rondaba el 50%.
Opuestamente, la revolución bolivariana dice que otro mundo es posible y necesario, y también la propuesta feminista presentada por María León sobre el trabajo doméstico.