José Antonio Egido
En 2021 toda Venezuela como nación representa la clase explotada señalada en el Manifiesto de 1848 con la excepción de un mínimo grupo de traidores al servicio de la clase explotadora real, que no es otra sino el imperialismo occidental liderado por los EEUU.
No hay que segmentar la sociedad venezolana de hoy como si fuese la alemana o francesa de 1848 entre burgueses y obreros en este momento de extrema agresión económica conducida por el imperialismo. La unidad nacional incluye desde los Vollmer que en Aragua exportan ron y obtienen divisas a los CPT de las refinerías de PDVSA que luchan por producir gasolina y laminados en Guyana, los productores agrarios que con su sudor abastecen a las ciudades, los artesanos que fabrican pan y cosen ropa o los médicos que se enfrentan al Covid.
Hoy el Mundo se divide en 180 países “proletarios” de América Latina y el Caribe, África, Este de Europa, Asia y Oceanía y 20 países explotadores agrupados en la OTAN, UE y Five Eyes. Hoy el dogmatismo denunciado por el presidente Maduro es uno de los peores enemigos del comunismo.
Quienes calumnian al presidente por “entreguismo” deberían hacerlo también al Manifiesto que exalta los “servicios revolucionarios prestados por el capitalismo en el pasado” dice Engels en 1892. Hoy la lucha de clases descrita como motor de la historia se da entre los países oprimidos y los opresores.
“La burguesía ha desempeñado en la historia un papel altamente revolucionario” dice en 1848 el Manifiesto. Pero hoy el pueblo oprimido en lucha que es Venezuela no lo dirige un caudillo semifeudal como Cipriano Castro, ni una incipiente burguesía nacional como los presidentes Medina Angarita o Rómulo Gallegos. Lo dirige la clase trabajadora, comunera, campesina y militar encabezada por Nicolás Maduro, el vicepresidente del PSUV, Diosdado Cabello, el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, el general en jefe, Vladimir Padrino, el Fiscal General, Tarek W. Saab y otros a la que se incorporan otras clases, grupos y segmentos hasta configurar la unidad nacional.
Como dice el “Manifiesto” el proletariado “debe en primer lugar conquistar el poder político, elevarse a la condición de clase nacional, constituirse en nación”.
En Venezuela ya lo es. Nación-clase proletaria y patriótica. El “Manifiesto” de 1848 debe complementarse con la obra de Lenin El imperialismo, fase superior del capitalismo de 1916 actualizada por Núñez Tenorio, James Petras y Atilio Borón. El “Manifiesto advierte que el “producto pasivo de la putrefacción de las capas más bajas de la vieja sociedad”, el lumpenproletariado, siempre “está dispuesto a venderse a la reacción”. Se le une la lumpenburocracia saqueadora de los Rafael Ramírez, Salazar, Nervis Villalobos, Rafael Isea y otros traidores. El proletariado-nación venezolano “no puede enderezarse sin hacer saltar toda la superestructura formada por la capa de la sociedad oficial”, llámese OEA, Grupo de Lima, Alianza del Pacifico, FMI, OTAN o UE. El “obrero moderno”, es decir, la nación, “cae en la miseria y el pauperismo”. Peor “el desarrollo de la gran industria socava bajo los pies de la burguesía, las bases sobre las que esta produce y se apropia de lo producido”. La “gran industria” (PDVSA, Pequiven, Industrias Básicas, electricidad, telefonía, agro-industria, industria naval, textil…) marcará la victoria “inevitable” de Venezuela. Que el estudio del Manifiesto signifique el renacimiento impetuoso del marxismo-ciencia social en la Venezuela amada.