I
Damos la bienvenida al mes de abril, tiempo de rebelión popular, de conmemoración de los diecinueve años de la hazaña protagonizada por el heroico Pueblo de Bolívar y de Chávez durante los días 11, 12 y 13 de este mismo mes del año 2002, en unión cívico-militar; tiempo que, en consecuencia, nos invita a dar continuidad a la labor que hemos venido desarrollando para sistematizar elementos propios de la génesis misma del proyecto bolivariano, siendo uno de los de mayor trascendencia, precisamente, la unidad entre civiles y militares.
En este sentido, y como continuidad de nuestra anterior entrega, resulta preciso recordar que después de la rebelión del 27 de noviembre de 1992, el ambiente un tanto permisivo en el que tanto Chávez como los demás patriotas desarrollaban sus actividades en la Cárcel de Yare, cambió totalmente por unas semanas. Les prohibieron las visitas y restringieron la entrada de libros y otros enseres, lo cual en el caso de Hugo, le impidió seguir trabajando en la tesis de grado que había comenzado a realizar allí mismo en la cárcel, con las autorizaciones correspondientes, para culminar la maestría que estuvo cursando en la Universidad Simón Bolívar, antes del 4F-92.
Recuerdo que a él le quitaron todo: libros, cuadernos, lápices; una situación que él mismo relata al compañero Ramonet, a quien refirió: “pasé unos días duros, no tenía que leer, no tenía donde escribir, porque en mi celda, yo escribía en un diario, escribía poemas, incluso pintaba…”.
Asimismo, a los bolivarianos les quitaron las pocas libertades que habían conquistado, negándoseles el envío de cartas y cualquier otro tipo de documentos, como los que por entonces eran remitidos a las personas interesadas en conocer acerca de sus planteamientos y lineamientos organizativos, de cara a las luchas por venir; fundamentalmente, a representantes de diferentes movimientos sociales y de los Círculos Bolivarianos, que ya existían para entonces y eran considerados ilegales por el gobierno adeco de turno. También, a algunos dirigentes de partidos de izquierda, intelectuales y sacerdotes progresistas, líderes obreros y estudiantiles, miembros de la comunidad evangélica y de colegios de profesionales, voceras y voceros del movimiento campesino, y militares de alto y medio rango que se fueron sumando al Movimiento Bolivariano Revolucionario-200 (MBR-200).
Por otra parte, en torno a éste se arreció la guerra sucia para procurar descalificarlo, acusándolo de ser una organización cuyo propósito era llevar a cabo un golpe de Estado orientado al establecimiento de una feroz dictadura militar. Se decía que sus integrantes harían algo parecido a lo realizado por Pinochet en Chile: llevar gente a estadios y fusilarla. Mentiras de todo tipo fueron difundidas ampliamente con la complicidad de la canalla mediática, a nivel nacional e internacional.
Sin embargo, aquella campaña hacía poca mella en nuestro Pueblo, en cuya alma ya se había sembrado el proyecto bolivariano liderado por el Comandante Chávez y los demás militares patriotas. La mayoría de las venezolanas y los venezolanos tenía claro que se trataba de un movimiento cuyo accionar estaba orientado a alcanzar la libertad y defender la soberanía de la Patria, una tarea que había quedado pendiente después de la muerte del Padre Libertador Simón Bolívar; y que estaba conformado por hombres y mujeres a quienes les impulsaban auténticos sentimientos patrióticos, de hermandad, de solidaridad, de amor verdadero hacia el Pueblo humilde, en cuyo seno ya se había desatado el huracán bolivariano.
II
Posterior a la destitución de Carlos Andrés Pérez, en mayo de 1993, el ambiente cambió nuevamente en Yare, alcanzándose un clima muy similar al disfrutado antes de la rebelión cívico-militar del 27N-92. El Pacto de Punto Fijo se desmoronaba y sus principales actores hacían esfuerzos desesperados por mantenerlo a flote, lo cual ya resultaba imposible.
Con esa intención había sido conformado previamente un Consejo Consultivo, responsable de la elaboración de un documento con propuestas para el presidente Pérez, entre las cuales se incluían algunas iniciativas contenidas en el Proyecto Nacional Simón Bolívar: llamar a constituyente y desmontar las políticas económicas neoliberales impuestas al país por el Fondo Monetario Internacional (FMI); propuestas que no fueron siguiera consideradas, incrementándose por el contrario la represión y la persecución política, lo que profundizó los problemas que enfrentaba el país.
Venezuela estaba a las puertas de una guerra civil y la destitución de Pérez había sido la fórmula diseñada por el sistema imperante para tratar de sobrevivir. Su propio partido, Acción Democrática (AD), le había solicitado la renuncia y como éste se negó, fue iniciado por el entonces Congreso de la República un proceso por delitos de corrupción, que terminó con su separación de la Presidencia.
Ante este nuevo escenario político, los líderes bolivarianos detenidos en Yare, retomaron la comunicación con el exterior con mucha fuerza; al punto de poder enviar un documento a los medios de comunicación, en el que manifestaban que la destitución de Pérez no constituía la solución a los problemas del país y que, tal y como lo señalara posteriormente el líder histórico de la Revolución Bolivariana, “…El sistema simplemente había lanzado un fardo que ya no le servía, se había deshecho de un peso muerto. Pero los problemas estructurales del sistema seguían ahí”.
III
El desenlace de estos hechos hizo posible el triunfo de Rafael Caldera en las elecciones presidenciales de diciembre del año 1993; luego de que éste resucitara políticamente, tras el discurso que pronunciara en el Congreso Nacional el mismo 4F-92, justificando de alguna manera la rebelión cívico-militar de ese día.
Se trató de un proceso electoral frente al cual el Movimiento Bolivariano no tuvo una visión compartida: algunos apoyaron a Caldera; mientras que otros, con Chávez al frente, se mantuvieron al margen de los comicios, considerando que la opción que encarnaba el dirigente socialcristiano no era la solución que el país requería.
En todo caso, dicha elección sirvió para mostrar la fuerza que ya el proyecto bolivariano tenía en la calle: el 40% del electorado no fue a votar y del 60% que lo hizo, la mitad (30% aproximadamente) votó por Caldera; buena parte de esas personas entusiasmadas por la actitud que éste asumió el mismo 4F-92, y por el hecho de que se había comprometido públicamente a indultar a los patriotas que estaban detenidos, si ganaba las elecciones.
Sin duda, la dimensión de lo que ocurriera con los acontecimientos del 4F-92, es enorme; por lo que resulta necesario continuar resaltando la significación de este hecho histórico para Venezuela y el mundo. Por ello, quiero concluir estas reflexiones citando las palabras que al respecto le dijo el Comandante Eterno a Ramonet, en la entrevista que se convirtiera en el libro Mi Primera Vida. Dijo Chávez, refiriéndose a esa gesta libertaria: “Ese evento tuvo tamaña fuerza, desató semejante energía, que signó el rumbo de Venezuela todos estos años; y le voy a decir algo más, más allá de mí mismo y de este rol que cumplo, tengo la certeza, y ojalá no me equivoque y que sea para bien, que durante mucho tiempo los Presidentes que me sucedan, serán también consecuencia de aquel hecho, porque fue un hecho que destapa, que abre portones, nuevos horizontes. Han venido pasando los años, ya más de una década, y aquella fecha sigue siendo un hito, porque marca el inicio de un nuevo ciclo histórico, no sólo en la historia contemporánea venezolana, sino en la historia del progresismo latinoamericano e internacional. Me atrevo a decir que ese día empieza una nueva etapa revolucionaria”.
@Adan_Coromoto