Los fascistas también tienen su corazoncito. Esto, que los hace humanos a ratos. No se puede negar, aunque no parezca posible. Adolfo tuvo a su Eva, Benito a Rachele, Augusto a Lucía, y Leito a Lilita. Y como humanos, entonces, también son gregarios, es decir, necesitan estar acompañados, eso si, de sus semejantes.
Resulta de lo más natural darle curso a ese impulso propio de la conducta común del homo sapiens que lo invita a materializar el dicho: Dios los cría y ellos se juntan. Así sucede en Bogotá, Lima (como lo prueba su grupo), en Washington, y, por supuesto, en Madrid.
Y precisamente en esa última ciudad se produjo hace apenas cuatro días un encuentro que comprueba lo señalado arriba. Leopoldo López, un tanto para alimentar su vanidad y otro tanto para hacer creer a sus seguidores que sí está trabajando, que tanto esfuerzo intelectual y físico justificar sus gastos, lanzó al ciberespacio un twitter en el que se muestra acompañado de uno de los representantes del neofacismo italiano: Adolfo Urso.
Urso es uno de los dirigentes del Partido Hermanos de Italia, organización espejo del franquista VOX español. El PHI defiende posiciones ultranacionalistas, se muestra abiertamente en contra de la inmigración (especialmente si son pobres africanos y más aún si, para colmo, son musulmanes). Tampoco creen en la igualdad de género y menos aun en los derechos para la comunidad LGTB. No en balde, su líder, Giorgia Meloni, es seguidora de Trump.
Claro que en esto de juntarse hay algunas condiciones mínimas. Se nota en la foto adjuntada por quien le lleva las redes a Leo: todos, preferiblemente del mismo color, religión y comprobada solvencia económica. Entre esos amigos, no se pregunta por el origen de los fondos.
No hay razón para molestar a distinguidos miembros del club universal de la derecha como Alvarito, Donald o Juan Carlos de Borbón, activos o potenciales financistas de la buena vida que se lleva en el Barrio de Salamanca.
Pero, aunque se vista se seda, a Leopoldo se le notan las costuras. El descalabro del gobierno de Duque y las violaciones inocultables de los Derechos Humanos por parte de la policía militarizada colombiana terminan por afectar su discurso y piso políticos. El comunicado firmado por él y lanzado a la opinión pública el fin de semana resulta un documento único.
En ese texto López le pide al pueblo colombiano que se olvide de reclamar sus derechos, defiende descaradamente a un sistema supuestamente democrático dominado por una oligarquía que desde hace décadas bate marcas de masacres, desaparecidos y falsos positivos. Además, por complicidad que raya en la ignorancia, pinta a su héroe, Duque, como un corderito.
Ese ejercicio de imaginación de Leopoldo podría utilizarse en clases de ética de la información como un ejemplo de lo que entre los periodistas se conoce como palangre: palabras escritas a cambio de dinero o favores.
Tal vez estoy pensando mal. Esa es una costumbre de reportero que no se me quita. Pero si no fuera así, entonces creo que la cosa se pone peor. Porque su posible sinceridad es tan peligrosa como hipócrita.
Por: Alfredo Carquez Saavedra