La OEA es la organización panamericana integrada por Estados Unidos y sus neocolonias al sur del Río Bravo. Le otorga a EE.UU licencia para engañar, desestabilizar, invadir y matar en Latinoamérica. Es la antesala diplomática, comunicacional y militar de esta potencia. En teoría se orienta por principios pacifistas, democráticos y humanistas. En su declaración de principios establece que “Los Estados miembros son jurídicamente iguales, disfrutan de iguales derechos e igual capacidad para ejercerlos, y tienen iguales deberes”. Pero esto es pura cosmética. En la práctica EE.UU lo controla todo, el resto de las naciones son satélites al servicio de su política exterior.
La composición de la OEA es esencialmente diferente a la ideada por Bolívar para conformar la unión entre naciones. Para él no debían formar parte de una misma organización las potencias imperiales y las naciones débiles. Por esa razón cuando creó en 1826 el primer ente de integración Latinoamérica, el Congreso Anfictiónico de Panamá, se negó a convocar a Estados Unidos: eso “era como invitar al gato a la fiesta de los ratones”, afirmó. En la OEA, repito, EE.UU es la nación principal, y las demás están sometidas a su hegemonía. Este es su prontuario:
Fue creada en 1948 en medio de la guerra fría; por tanto, fue el arma diplomática para combatir el comunismo; y comunista era todo gobierno o movimiento que emprendiera cualquier reforma a favor de los pobres o amparara los intereses de su nación. La justificación era una especie de galimatías: “Como el comunismo no es un asunto interno sino claramente internacional, su supresión, aún por la fuerza, en una nación americana, por una o más de otras repúblicas, no debe constituir una intervención en los asuntos de esa nación”.
En realidad, la OEA nació manchada de sangre: sus sesiones inaugurales se desarrollaron en Bogotá mientras la CIA y sus secuaces ejecutaban el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, causando una ola de indignación que generó el “Bogotazo”. Luego, en 1954, la OEA se reunió en nuestro país. En el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela fue firmado el “Pacto de Caracas”. Se acordó poner freno al avance del “peligro rojo” y desestabilizar el gobierno de Jacobo Árbenz, en Guatemala, quien estaba desarrollando una reforma agraria que beneficiaba a los campesinos pobres y tocaba los intereses United Fruit Company, compañía que poseía más del 40% de las tierras cultivables del país, de la que eran copropietarios los hermanos Allan y John Foster Dulles, Director de la CIA y Secretario de Estado respectivamente. Para mantener esta situación se inventaron un libreto de ciencia ficción: submarinos y barcos soviéticos cargados de armas se dirigían a Centroamérica con el fin de iniciar una expansión comunista desde Guatemala. De inmediato el embajador de Estados Unidos, Richard Petterson, declaró que su misión era “construir aquí en Guatemala un ejemplo de contención del comunismo y de las injusticias sufridas por las compañías norteamericanas en todas partes”. Se creó así un clima de terror y en 1954 un militar pro gringo llamado Castillo Armas, invadió el país con el apoyo de la aviación estadounidense y luego asestó un golpe de Estado. El saldo de la intervención fue de más de 200 mil muertos y millares de desaparecidos.
La OEA también sirvió de caja de resonancia de una intensa propaganda dirigida a desacreditar a Cuba. Denunciaron que ésta se había «identificado con los principios de la ideología marxista-leninista», había establecido un «régimen político, económico y social fundado en esta doctrina» y aceptaba la «ayuda militar de las potencias comunistas extra continentales». En 1960 su Secretario General propuso a sus miembros “la ruptura de relaciones diplomáticas, consulares y económicas con Cuba”, hecho que se consumó a partir de 1961. Posteriormente, en 1962, la expulsaron de la organización y de inmediato avalaron un bloqueo genocida que ha causado graves daños a esta nación. La OEA argumentó: “1. Que la adhesión de cualquier miembro de la Organización de los Estados Americanos al marxismo-leninismo es incompatible con el Sistema Interamericano y el alineamiento de tal Gobierno con el bloque comunista quebranta la unidad y solidaridad del hemisferio. 2. Que el actual Gobierno de Cuba, que oficialmente se ha identificado como un Gobierno marxista- leninista es incompatible con los principios y propósitos del Sistema Interamericano”. Los gringos andaban envalentonados por su éxito contra el pueblo guatemalteco y querían probar suerte contra Cuba. Entonces, Fidel les respondió: “Si los yanquis intentan destruir la Revolución Cubana por la fuerza, ¡no encontrarán aquí su Guatemala, sino que encontrarán aquí su Waterloo!”. En esa ocasión nuestro canciller Ignacio Luis Arcaya, en nombre del pueblo venezolano, se opuso al atropello contra la patria de Martí. Esto le valió ser bautizado como el “Canciller de la Dignidad”…
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José Gregorio Linares