Si quisiéramos relatar a un extranjero el rosario de asedios y sufrimientos a que ha sido sometido el pueblo venezolano, sobre todo a partir de la desaparición física del Comandante Hugo Chávez para acá, bastaría con ver una sola imagen. Bastaría una sola fotografía que es metáfora de un pueblo entero sometido a las crueldades inescrupulosas del imperialismo euro-estadounidense. Quien quiera ver, sentir, casi tocar las lágrimas de nuestro pueblo puede ir a Google, digitar «Inés Esparragoza» y hacer click en «imágenes”.
La imagen que usted verá es la de un rostro infinitamente desgarrado por el dolor. Verá un rostro envejecido en cuestión de pocas horas, de escasos pero desesperados días de agonía. Verá los surcos cincelados en un rostro femenino por el odio supremacista de la clase expropiadora contra la clase históricamente expropiada. Verá el rostro de un infinito amor materno infinitamente mancillado. Verá el rostro arrasado de Inés Esparragoza, la madre de Orlando Figuera. Es el rostro del amor desgarrado por el dolor. Si su corazón se oprime al ver esta imborrable imagen, puede usted aproximarse a comprender el dolor de un pueblo entero; y comenzar a penetrar una «racionalidad» burguesa capitalista completamente irracional: la racionalidad para la expropiación, la humillación y la muerte que prescribe e impone la hegemonía fascista moderna occidental. Contemplando este solo fotograma usted puede llegar a entender mucho más de lo que ha sufrido este país, que leyendo millones de notas de prensa o noticiarios internacionales o medios privados en Venezuela. Orlando fue quemado vivo en la urbanización de Altamira, Caracas hace cuatro años, el pasado 20 de mayo de 2017, contexto en el que la contra-revolución antivenezolana convirtió las calles de nuestra patria en un dantesco escenario de conflicto armado y desestabilización inducida.
La vida truncada de Orlando Figuera es un hecho abominable que nos interpela a todos, a venezolanos y a los ciudadanos de todo el mundo. Momentos antes de su incineración, los facho mercenarios (guarimberos) interrogaron a Orlando: «!Confiesa!… ¿tú eres chavista?» Y Orlando, valiente como es nuestro pueblo, contestó “Sí, ¿y qué?” esgrimiendo una subjetividad rebelde que es mayoritaria en la Venezuela de a pie desde hace 20 años; y que resulta intragable para la mentalidad moderna, derechista y supremacista interna e internacional.
A Orlando, quien tenía apenas 22 años, una horda de cientos de sujetos narcotizados por el odio, lo detuvieron, interrogaron, acorralaron, golpearon, apuñalaron, difamaron, prendieron en fuego y finalmente celebraron sádicamente mientras lo quemaban vivo. Todo fundamentalmente por una causa: porque no se asumió desclasado y porque no les bajó la cabeza a los cancerberos de la clase dominante.
Borramiento de un linchamiento imperial en pleno siglo XXI
Duele que ahora se esté tratando de imponer mediáticamente la malhadada versión de que Orlando habría sido víctima de un mero “ajuste de cuentas” entre particulares; y asimismo, dizque producto de la negligencia médica. Según tal acomodaticia versión, su linchamiento nada tendría que ver con la execrable insania promovida internacionalmente por las personificaciones del gran capital. Y la muerte de este joven trabajador venezolano sería un hecho lamentable, una mala suerte, o más bien “responsabilidad del gobierno”, atribuible a la precariedad en que se hallaban los hospitales.
Los medios masivos de incomunicación y desinformación a nivel global despliegan los más inenarrables y sofisticados recursos ideológicos para proyectar a las víctimas como culpables. Hacen aparecer así que aquellos que aterrorizan, vandalizan y paralizan un país y además queman vivos a seres humanos, en realidad están defendiendo la libertad, la democracia, la justicia. Indigna sobremanera que el prófugo solicitado por haber prendido fuego a Orlando Figuera haya sido impunemente liberado en España.
Aunque somos millones las víctimas de los desmanes de un imperio que actúa disfrazado de oposición venezolana, la irracionalidad, crueldad, racismo y clasismo desatados contra la humanidad de Orlando Figuera lo tornan en mártir de una Venezuela emancipada, de signo comunal, que insurge con una subjetividad insumisa. Nuestros agresores son la viva imagen de la antipatria. Son quienes promueven la disolución y entrega de la nación, el crimen de lesa humanidad y el crimen internacional de agresión contra nuestro pueblo.
El linchamiento de Orlando Figuera no fue un hecho fortuito. Fue el resultado planificado de una inoculación inclemente de odios de clase, prejuicios racistas e intento de sepultar el modelo de transición hacia un socialismo bolivariano.
Tras haber sido derrotadas todas las mil y una formas de guerra abierta y guerra difusa, el imperialismo ensaya ahora desdibujar el fascismo intestino y el insidioso papel del imperialismo.
Mediante el crimen de agresión, el imperialismo ha pulverizado el valor de nuestra moneda y ha inducido así una estampida de profesionales de la salud, la ingeniería, la docencia y la tecnología, entre otros. Por si fuera poco, congelan y roban las divisas destinadas a la adquisición de insumos para la industria, el parque automotor, los hospitales y escuelas.
Racismo Geopolítico
Orlando Figuera fue víctima de un racismo en razón de su color de piel, de una discriminación de clase, pero también de un racismo geopolítico, es decir, del completo desconocimiento de su humanidad, de su infrahumanizacion como artilugio para naturalizar luego la crucifixión y esclavización, de pueblos y naciones enteras.
El acto sádico de terrorismo contra Orlando Figuera necesita ser desdibujado y borrado de la memoria colectiva venezolana y mundial..sobre todo porque su linchamiento y quema pública, su crucifixión infinita en pleno siglo XXI, además registrada en video, recuerda a España y su genocidio/ epistemicidio de más de cinco siglos, incluyendo la caza y quema de millones de mujeres acusadas de brujas en el siglo XVII y XVII, y la esclavitud, humillación y explotación de decenas de millones de seres humanos hasta hoy en África, Asia y Latinoamérica.
Y le recuerda a la más cruel que culta Europa su sangrienta acumulación originaria de capital, una lección al parecer no aprendida ni por sus pueblos ni por sus intelectuales de izquierda.
Una Europa especializada históricamente en el despojo que no renuncia a la sobreexplotacion de las naciones más empobrecidas del planeta. Y sigue lucrando de las guerras, de las tergiversaciones mediáticas y el robo de talentos al tercer mundo.
Orlando Figuera, al igual que George Floyd en EEUU, son símbolos de la insurgencia indo-afro-latinoamericana. Pero ni Orlando ni Venezuela tienen hoy derecho a la defensa. No tenemos derecho a la justicia porque desde el paradigma racista, patriarcal, genocida, epistemicida y moderno occidental, ni los afrodescendientes ni los latinoamericanos nunca hemos sido ni seremos jamás seres plenamente humanos. Somos así víctimas del racismo clásico y del racismo geopolítico por haber nacido en lo que el teórico decolonial martiniqueño Frantz Fanon ha definido como «la zona del no ser».
Si se impone la tesis de que el linchamiento político/ geopolítico de Orlando Figuera no tuvo lugar, el imperialismo capitalista euro-estadounidense será de nuevo de hecho absuelto de sus crímenes de odio y agresión infinita contra Venezuela.
Razón llevaba Walter Benjamín cuando decía que ni siquiera los muertos estarán a salvo si el enemigo imperial vence. De allí que por la vida digna de nuestras generaciones pasadas y presentes estamos obligados a vencer.
Por: Carol Delgado