Mucho se ha debatido estos días acerca del origen y los símbolos que están pintados por doquier en toda la autopista recién bautizada Gran Cacique Guaicaipuro, como una reivindicación de la identidad de nuestros ancestros aborígenes. Es un extenso homenaje, a lo largo de más de 30 kilómetros de autopista en sus distribuidores principales y arterias, haciendo justicia sobre las nuevas ideas y doctrinas de descolonización que lleva el proyecto revolucionario a través de distintas manifestaciones, acciones políticas y sociales, para valorar nuestro legado de herencia común y de dónde venimos.
Más allá existe una resistencia arcaica, aunada a la defensa de los ganadores y conquistadores a quienes se le hace homenaje, a personajes glorificados con métodos hoy en día cuestionados históricamente, por no decir y hablar de asesinos, violadores , saqueadores y toda la rapiña “heroica” de la corona española, podríamos hasta decir para no caer en provocaciones, que le han puesto nombres a calles, avenidas y plazas de conquistadores para congraciarse con la corona moderna; y cuidar las formas, no vaya a ser que un día el negocio local marche mal y así necesitar huir y adquirir la ciudadanía española, eso solo por hablar del método de las oligarquías típicas y sus lógicas de ejercer el poder, pero existe algo más enconado entre sus formas de incitación y es cuando se utiliza a los colonizados religiosos para crear un foco de desinformación con descalificación y señalamientos, en base a suposiciones y verdades abstractas, poco explicadas por sus voceros, lo que crea una matriz de opinión donde el denominador común es el chisme, así se fomenta el odio y se quiere manchar un trabajo de esplendorosa factura estética que está embelleciendo a Caracas y dando forma a nuestro imaginario colectivo y el reconocimiento de nuestras raíces más antiguas.
Por: Edgar Guerrero