“Yo soy, y seré perpetuamente, acérrimo defensor de los derechos,
libertades e independencia de nuestra América, cuya honrosa causa
defiendo y defenderé toda mi vida; tanto porque es justa y necesaria
para la salvación de sus desgraciados habitantes, como porque
interesa además en el día a todo el género humano.”
Francisco de Miranda
El 14 de julio de 1816, Sebastián Francisco de Miranda y Rodríguez, el Precursor, muere de apoplejía a los 66 años. El Generalísimo sufría de hipertensión. Su agonía comenzó desde el 2 de marzo, por lo que no logró concretar su plan de escape a Gibraltar de allí a Portugal y llegar a casa con Sarah (su esposa), Leandro y Francisco (sus hijos). Tenía 300 libras para sobornar esbirros.
No era un hombre derrotado, como lo muestra la pintura Miranda en la Carraca, de Arturo Michelena. Esa pintura, dramática, del insigne pintor valenciano no hace honores al contexto real que vivía en sus últimos días, pero fue la imagen que instaló la oligarquía en la sicología del venezolano, bajo el despotismo ilustrado de Guzmán Blanco, donde los temas de las academias francesas de artes tenían por moda del momento el drama social y humano en sus pinturas y un peso específico sobre el favoritismo del gobierno de turno en su intento eurocéntrico de afrancesar a Caracas, la tragedia compositiva y romántica era la corriente de esos tiempos. Lo cierto es que a un vencedor de mil batallas se le juzgó por esa pose de rendido, abatido y perdido.
Vencedor de Valmy, quien figura en el arco de los héroes de la Revolución Francesa, héroe de Pensacola, héroe de Valencia, nunca se quejó por sus cadenas.
Miranda y Bolívar son bisagras que la oligarquía hoy pretende desunir para abatir revolución bolivariana. Hoy a los 205 de la partida de este ilustre caraqueño ¡Viva Miranda!
Por: Ángel del Castillo