La lucha antiimperialista en el continente americano ha experimentado múltiples ciclos a lo largo de los últimos 170 años. En este periodo se ha desplegado la contradicción fundamental del hemisferio basada ideológicamente en la intervencionista Doctrina Monroe, por la parte de los EE. UU., y el pensamiento bolivariano independentista, por parte de los pueblos de la región.
A pesar de la arraigada hegemonía, del saqueo despiadado de nuestros recursos, de la represión sangrienta de las luchas populares por parte los EE. UU.; se han presentado fases muy importantes de auge revolucionario inspiradas en las luchas por las transformaciones históricas y por la independencia nacional.
La truncada Revolución Mexicana de comienzos del S. XX, la gloriosa Revolución Cubana, la heroica Revolución Sandinista estrangulada por la guerra imperialista, el gobierno socialista de Allende ahogado en sangre; son ejemplos indelebles de la resistencia de nuestros pueblos.
Pero fue con la Revolución Bolivariana a finales del S. XX, que se inaugura el mayor ciclo de cambios progresistas en el continente. Paradójicamente, esa nueva coyuntura revolucionaria tiene lugar en medio del repliegue histórico de las fuerzas socialistas a nivel mundial como consecuencia de la dramática desintegración de la Unión Soviética.
A las revoluciones cubana y venezolana, se unieron gobiernos progresistas en naciones de la dimensión de Brasil y Argentina, así como en Ecuador, Bolivia y Nicaragua, entre otros. Una verdadera rebelión bolivariana nunca antes vista.
A raíz de esto, se producen serias críticas en el seno de la élite del poder yanqui por haber concentrado los planes intervencionistas en el Medio Oriente en detrimento de sus “espacios vitales” en el hemisferio. De inmediato, se da inicio a un plan injerencista de amplio espectro con todas las estrategias de “cambio de régimen” del arsenal de la CIA y del gobierno estadounidense en general: golpes de Estado en todas sus modalidades, financiamiento masivo a las fuerzas de la derecha, bloqueos económicos, intentos de incursión de mercenarios, golpes suaves, guerras psicológicas, etc.
En un grupo de países se produjo la restauración del neoliberalismo de la mano de gobiernos de derecha. Otros han resistido exitosamente la arremetida criminal. La evaluación histórica del retroceso del progresismo apunta a las siguientes causas: ausencia de movimientos populares sólidos, las debilidades en el trabajo de la conciencia revolucionaria en el seno del pueblo, la carencia de nuevas instituciones antineoliberales o anticapitalistas.
Aprendiendo de esas amargas experiencias y sobre la base de la crisis neoliberal, en los actuales momentos se encuentra en pleno desarrollo un proceso de recuperación de la izquierda en la región, que evidencia las grietas de los mecanismos imperialistas de dominación. Dichos mecanismos ya no son capaces de contener a las fuerzas populares y garantizar un mínimo de estabilidad para la ejecución de sus planes hegemónicos.
Colombia, Chile y Brasil son las próximas naciones que incursionarán en la ola de cambios democráticos, antineoliberales y progresistas. La despiadada agresión yanqui no podrá contener los avances a favor de los pueblos, la independencia y el progreso.