El descaro en el país vecino galopa a rienda suelta
Mancuso confiesa y el uribismo justifica todas sus barbaridades
Las confesiones del jefe paramilitar Salvatore Mancuso ante la Comisión de la Verdad fueron la confirmación de todo lo que se ha denunciado durante décadas. Reconoció que fue entrenado por el Ejército colombiano y que el Estado actuó en complicidad con las autodefensas, a las que les delegó la confrontación con la guerrilla.
En una videollamada desde la cárcel de Estados Unidos donde está preso por narcotráfico, Mancuso reveló que los paracos suscribieron acuerdos mediante los cuales decenas de políticos colombianos llegaron al poder con el respaldo de este grupo armado.
Lo escalofriante de las confesiones es lo que viene después. La élite gobernante de Colombia, la misma que incentivó el desarrollo de los paramilitares y la que luego recibió respaldo de tales grupos, salió a justificar todas las barbaridades admitidas por Mancuso.
Sin ningún rubor, la maquinaria mediática del uribismo y otros factores políticos, ha sostenido que todo lo hecho por los criminales de ultraderecha fue en respuesta a los desmanes que, a su vez, cometió la guerrilla.
El metamensaje es muy claro: lo hicimos, lo hemos seguido haciendo y lo vamos a seguir haciendo, ¿cuál es el problema?
La defensa de los mercenarios
Algunos observadores políticos habían previsto la jugada. Era cuestión de tiempo que el gobierno colombiano asumiera públicamente la defensa de los mercenarios que asesinaron al presidente de Haití, Juvenel Moïse, y que la maquinaria mediática neogranadina y global se lanzara a la tarea de blanquear lo ocurrido.
El pronóstico de los observadores se cumplió: ya la vicepresidenta y canciller Martha Lucía Ramírez se reunió con los familiares de los militares retirados colombianos que perpetraron el magnicidio y ha pedido que Haití les dé garantías de su vida e integridad física.
La funcionaria, emblema de lo más oscuro y chato de un gobierno oscuro y chato, los ha tratado como héroes nacionales y ha sostenido la tesis de que fueron engañados. Se cuenta y no se cree.
La denuncia ante la CPI
Mientras surgen indicios muy contundentes de que la empresa de mercenarios que actuó en Haití tiene vínculos muy directos con el presidente colombiano, Iván Duque, este aplica el viejo truco de huir hacia adelante al lanzar un fake news sobre su denuncia de 2017 ante la Corte Penal Internacional contra el gobierno de Venezuela.
Carente por completo de vergüenza, este personaje teatral, a través de quien habla el capo Álvaro Uribe Vélez, refrita una acusación contra otro presidente por supuestos crímenes de lesa humanidad, mientras en el país que supuestamente dirige, se baten todos los récords de masacres, eliminación de líderes sociales, asesinatos y desapariciones de manifestantes, lesiones graves y violaciones a participantes en protestas por los cuerpos de seguridad del Estado; y ataques armados de “civiles” bajo la vista gorda de la policía.
Cualquier persona con alguna decencia, colocado en la presidencia de un país cundido de fosas comunes y casas de pique (donde descuartizan a torturados y asesinados por los paracos) debería, como mínimo, “callarse la jeta” respecto a otras naciones, para decirlo coloquial y francamente.
Mayor general de “Alerta aeropuerto” era amigo del capo Ñeñe Hernández
Cuando los más altos dirigentes de un país han perdido tan abiertamente la moral, no es raro que los de menos jerarquía anden en las mismas.
Por eso pasan cosas como esta en Colombia: un oficial de la Policía Nacional que apareció en capítulos de la serie de National Geographic “Alerta aeropuerto”, en calidad de eficiente agente de la lucha contra el tráfico de estupefacientes, resultó ser amigo del narcotraficante José Guillermo “el Ñeñe” Hernández, célebre por haber financiado la campaña y la compra de votos para Iván Duque.
En el programa, el mayor general Ricardo Restrepo es presentado como el abnegado y eficiente jefe del cuerpo que detecta a los traficantes de cocaína y procede a detenerlos en los terminales aéreos. Pero resulta ser que el mismo oficial encargado de aplicar la justicia a las mulas que llevan pequeñas cantidades de droga en el tubo digestivo o en algún compartimiento del equipaje, tenía relaciones muy cercanas con el jefe de un cartel.
Este es apenas un detalle de una larga hebra. Las investigaciones muestran que en la policía colombiana y en el Ejército abundan los “amigos” de personajes como el ya fallecido (asesinado en Brasil) “Ñeñe”, quien al parecer influía en los ascensos militares y policiales, usaba aeronaves de los cuerpos de seguridad y daba órdenes a oficiales. ¡Qué país!