Nuestro embajador ante la Organización de las Naciones Unidas, Samuel Moncada, está liderando una de las iniciativas, seguramente más trascendentes, para la reconfiguración de un nuevo orden internacional. Un nuevo orden global que todo el mundo necesita suscribir sin pretextos en pro de la libertad, la justicia, la soberanía, la prosperidad y la paz.
El Embajador Moncada, está elevando una denuncia oficial ante el Consejo de Seguridad del máximo organismo internacional del planeta; respecto de un revival imperialista de la anacrónica política magnicida de estirpe colonial.
Los gobiernos de Estados Unidos y Colombia aparecen sindicados por irrebatibles pruebas de campo —y por las confesiones mismas de los mercenarios contratados— de planear y ejecutar incursiones mercenarias dirigidas a asesinar con premeditación, alevosía, nocturnidad y superioridad física a los gobernantes de dos países de la región: Haití y Venezuela.
La denuncia formal ante el Consejo de Seguridad de la ONU es un hecho histórico. Pues sólo mediante una política multilateral muy activa y mediática en defensa de nuestro legítimo derecho a la soberanía nacional y regional, es imaginable que el imperialismo suprima alguna vez su política exterior Trucutrú.
Una política exterior para perpetrar operaciones de magnicidio y azuzar genocidios políticos en la región, constituye una amenaza directa y a la vez un gesto de chantaje contra todos los gobiernos, mandatarios, estados, naciones y pueblos del planeta.
Y en consecuencia, esta política exterior imperialista constituye una regresión “postmoderna” a la feroz política racista de conquista europea; impuesta a sangre y fuego contra toda la periferia del mundo desde 1492.
Huelga decir que esta política exterior occidental de signo anacrónico/ terrorista fuerza de hecho a todos los bloques de estados, estados nacionales o plurinacionales, gobiernos y mandatarios del mundo; a contemplar muy seriamente la posibilidad de ser cazados muy al estilo como los reinos de Europa ordenaban perseguir y cazar a caciques y pueblos insumisos desde el siglo XVI.
Estados Unidos remasteriza las prácticas brutales consagradas en sus filmes del Lejano Oeste, tipo John Wayne. Pero ahora no contra caciques; sino contra presidentes constitucionalmente electos y altos funcionarios del Estado y el Alto Mando Militar de los países que codicia despojar de derechos y recursos. A corto plazo, esta política exterior de signo terrorista, puede que les brinde algunos réditos. Pero es obvio que a mediano y largo plazo aparece como una acción tan políticamente insustentable como económica y militarmente contraproducente y hasta suicida.
Dicha práctica supone sepultar de hecho todo el derecho internacional, todos los acuerdos y convenciones diplomáticas y todos los derechos políticos, civiles, económicos, comerciales y de derechos humanos multilateralmente alcanzados en más de 30 siglos de civilización humana. De esto a una nueva guerra mundial, apenas un paso.
Una política exterior imperial, soportada en las cobardes armas terroristas del magnicidio, el bloqueo de amplio espectro y el genocidio; debe ser denunciada y resueltamente condenada en todas las esferas políticas, nacionales e internacionales.
Bien decía Mahatma Gandhi: “La causa de la libertad se convierte en una burla si el precio a pagar es la destrucción de quienes deberían disfrutar la libertad.”
Por: Luis Delgado Arria