En el conversatorio, titulado “Alí es comunicador popular”, grabado por su sobrino Alí Alejandro Primera como parte del seriado “Alí es Venezuela”, elaborado por el Ministerio de la Cultura como parte de las celebraciones de estos 80 años de su luminoso tránsito, junto a la joven Indira Torregrosa afirmábamos que solo con esas cualidades podía derrumbar todos los obstáculos.
No había telefonía móvil, internet, mucho menos redes digitales, pero Alí, en medio de las persecuciones –algo en lo cual no dejaremos de insistir-, llegaba igualmente con su canto y su mensaje combativo a las masas. No cobraba por sus presentaciones, tajantemente se negó a presentarse en televisión, sin embargo, era tal su vínculo con el pueblo, que no solamente podía mantener a su esposa e hijos con la venta de sus discos, sino también colaborar con otras cantoras y otros cantores para sus grabaciones. Y he ahí otra de sus características insoslayables: su desprendimiento, su solidaridad, de la cual incluso fuimos beneficiarios en algunos momentos de apremio.
“Para nosotros (los cantores) es importante manejar un lenguaje o tener algunos instrumentos que nos permitan entender psicológicamente, sociológicamente al pueblo, porque los valores que le son impuestos a través de la radio, la televisión, son completamente ajenos a él”, subrayaba.
De ahí su trascendencia: no solo era un comunicador popular capaz de quebrar cualquier barrera con su verbo y su Canción necesaria –como la definió refutando a quienes la llamaban despectivamente “de protesta”-, sino que entendía claramente al pueblo, por provenir de sus raíces. Por ello recalcaba que “el canto debe ser esencialmente colectivo”.
Para siempre
Se convirtió así Alí en un sujeto de alta peligrosidad para los gobiernos entreguistas de Acción Democrática y Copei. Proscribieron su canto, hacían lo imposible para sabotear los actos en los cuales se presentaba, pero además atentaron contra su vida en varias ocasiones.
Era, a decir del joven Alí Costas Manaure –hijo de la cantora La Chiche Manaure y quien ha estudiado en profundidad al Cantor del Pueblo Venezolano-, «un estratega de la revolución», que ocupaba «el 100% de sus días, en el análisis de cómo lograr la liberación de los pueblos».
En ese trayecto, pudo plasmar «categorías de carácter marxista, en sencillas canciones, sin bajar el nivel de profundidad filosófica de esas categorías». Por ello, «a través de su canto», logró llevar hasta los sectores populares y hacerlos entender conceptos como la «explotación del trabajo, alienación, plusvalía y conciencia de clase», entre otros, afirmaba Costas Manaure en una entrevista publicada en RT en español hace tres años.
«Tenía un objetivo político, que era la toma del poder», por lo cual, en primer término, antes que «cantor, era un militante revolucionario», subrayaba Alí Costas Manaure.
No es de extrañar entonces, que ni siquiera con su cambio de paisaje –ocurrido en dudosas circunstancias hace 36 años-, hayan podido borrarlo de la memoria colectiva, del alma de ese pueblo del cual sigue siendo referente ineludible, una de sus principales voces, como cantor, como líder que ha trascendido la vida.
Es esa la razón por la cual continúa aquí, como esencia en los pasos de los de siempre, de quienes en su canto, en su andar inextinguible en el combate por “una nueva sociedad, sin colegios privados, sin hacienda, sin patrón”, lo llevamos como bandera flameante de la esperanza y la certeza de que le abriremos las puertas a la alborada, “que también es camarada”, para terminar de construir la Patria Buena, por la cual él, así como tantas y tantos, entregaron la vida.
Y seguiremos mirando al infinito azul de ese cielo que nos sirve de sombrero, a todos los rincones de la Patria donde su voz, el fuego de su verbo no han dejado de armar los victoriosos batallones…
Y por eso, al celebrar este 31 de octubre los 80 años de la primera luz de nuestro Padre Cantor, Alí Primera, como todos los días y para toda la vida, uno enarbolará ese canto telúrico que todavía mece nuestros sueños.
Por: Jimmy López Morillo