Hay mucha gente que usa las redes sociales para vender o promover su negocio. Y muchos de estos emprendimientos están ubicados en sectores de Caracas donde se promueven las guarimbas. Aunque usted no lo crea, a esta hora, buena parte de estos negocios están recibiendo insultos y amenazas sobre la confiscación de sus bienes.
En el caso de @tapioka_launion (local de venta de empanadas gourmet y jugo ubicado en el Hatillo) quienes desde ayer reciben amenazas por no cerrar el local. Con calificativos que van desde «traicioneros» hasta «vende patrias», la intolerancia parece desbordarse hasta un punto bastante peligroso: ya no solo importa que el dueño del local manifieste abiertamente su posición anti-gobierno. ¡Es que tiene que cerrar y punto!
La misma suerte corre quienes administran locales de esparcimiento y sitios turísticos en las redes sociales. Bajo el lema «no hay vacaciones», el boicot digital asedia a quienes no siguen lo que ellos consideran «un lineamiento nacional».
Muchos de los que hoy amenazan en las redes sociales y quienes le aplauden, pasan por un alto que uno de los acontecimientos más dantescos a la humanidad inició así. Fue un 1 de abril, pero de 1993, cuando la joven militancia Nazi asedió a los comerciantes que no comulgaron con su forma de ver el mundo. El boicot, ejecutado en sus mayoría por jóvenes de la Stumabteilung que no superaban los 25 años cuestionó a los infieles que sucumbían ante las tentaciones del consumo.
Julius Streicher, editor de la publicación «Der Sturme» (versión antigua de una cuenta moderna de red social) trazó un línea divisoria entre «alemanes que quieren a su país y están dispuestos a sacrificarse» y los «sucios pro judíos y falsos alemanes» que seguían comprando a pesar del boicot.
Así empezó aquella barbaridad que solo pudo detenerse 22 años y 60 millones de muertos más tarde.