La política de sanciones de los EE. UU., la U.E. y el Reino Unido y sus aliados contra todas aquellas naciones que no se subordinan a su mandato, ha sido una praxis sistemática, cuya unica mision es derrocar gobiernos e imponer la hegemonía de un modelo perverso que insiste en servirse de las naciones.
En ese sentido, con dichas sanciones se atosiga a la dirigencia sustantiva de los gobiernos que se han declarado antiimperialistas, invocando para ello los preceptos de una justicia extraterritorial; que rompe con toda la arquitectura legal del derecho internacional público.
Ahora bien, en la narrativa mediática comprometida con las pretensiones de dominación imperial, los sancionados son afectados de manera individual; pero hay que decir que cuando se trata de gobernantes, ejecutivos de Estado y empresarios que sirven al interés público; las sanciones involucran el ámbito del accionar de los gobiernos y por ende afectan a los pueblos. De allí que se las categoriza como “Sanciones coercitivas e ilegales;” y por su afectación colectiva, como crímenes de lesa humanidad.
En ese orden de ideas, frente al triunfo de Daniel Ortega en las pasadas elecciones presidenciales en Nicaragua; la Unión Europea (UE) anunció la imposición de sanciones a Camila Antonia Ortega Murillo y a su hermano Laureano Facundo, hijos de Daniel Ortega y Rosario Murillo, el presidente y la vicepresidenta de Nicaragua, y a otras cinco personas cercanas al Gobierno, así como a tres entidades del país. Poco después, la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés) del Departamento del Tesoro de Estados Unidos comunicó medidas restrictivas contra otros seis funcionarios nicaragüenses.
Así los imperios construyen una red multifactorial de restricciones, coercitivas y unilaterales, que afectan las posibilidades de entendimiento y convivencia en igualdad de condiciones de los países afectados con los gobiernos del mal llamado primer mundo establecidos en occidente.
En consecuencia, los imperios sancionan a los actores empresariales y políticos y sacrifican a los pueblos que, independientemente de las filiaciones políticas doctrinarias propias de las diferencias que coexisten en las democracias, son víctimas por igual.
En el caso de Nicaragua, Cuba y Venezuela, las ilegales sanciones imperiales, han afectado tanto a los gobiernos como a los sectores productivos públicos y privados, con ellas, los imperios han querido acabar las economías y provocar el descalabro de las instituciones, lo que en sus malévolos cálculos, desbordaría en un caos político, económico y social; sobre el cual promover las condiciones para que la clase plegada a sus intereses tomara el control del Estado.
Ahora bien, una aproximación al origen genealógico de las sanciones, se ubica en los elementos constitutivos del pensamiento liberal burgués impuesto por los aparatos ideológicos a su servicio, los cuales juntos a su praxis histórica por imponer en el inconsciente colectivo que: toda esperanza construye futuro; que la resignación y subordinación al mandato imperial propicia la gloria, y el trabajo duro como explotado, conduce a la riqueza.
En ese sentido, desobedecer tales preceptos, acarrea consecuencias nefastas para los pueblos que pueden ser autodeterminados e independientes. Pues más allá de la ideología política que las naciones y gobiernos suscriban, el interés imperial es dominar el planeta. De allí que los imperios, aunque derrotados en sus aspiraciones por la fuerza de los pueblos y sus luchas de resistencia, insistan en repetir que la vida presente es de sacrificio pues solo con ellos se lograra un futuro de sueños que, aunque inalcanzables, el Dios del mercado proveerá.
En ese orden, lo ideológico del mensaje de dominación se impone como un hecho normal e ineluctable y sirve al hegemónico socio cultural para reproducir las relaciones sociales de producción y todas sus desigualdades. En consecuencia, más allá de combatir y resistir las sanciones imperiales, es menester luchar junto al poder popular organizado. Parafraseando al comandante Fidel Castro Ruz, “Revolución es sentido del momento histórico, es cambiar todo lo que tenga que ser cambiado”, es construir “hoy” el mañana; pues como dijo Benedetti: “la vida es un blanco móvil” y su tiempo histórico contrahegemónico y revolucionario, es el presente continuo, el despeje permanente de las contradicciones del ser social y sus circunstancias.
Están claras las aspiraciones por la dominación global de los Estados Unidos de América (EE.UU), la Unión Europea (U.E) y El Reino Unido (UK) en este siglo XXI, pero también es notable que están confrontando la resistencia geopolítica, geoeconómica y cultural que surge de los bloques emergentes del Asia Oriental, Asia Occidental, Eurasia, América Latino Caribeña y África, un escenario que sin lugar a duda, encarna las expresiones más representativas del antiimperialismo, y el desarrollo de nuevos modos de relacionamiento internacional entre las naciones y pueblos.
Inicia un nuevo año, con viejos retos y grandes desafíos. Es menester seguir desmontando los fantasmas del pasado miserable de la democracia representativa, construir futuro hoy y seguir abriendo las grandes alamedas para los hombres y las mujeres libres.
Así, no habrá sanción que valga, ni bloqueo que funcione, demostrado está que nuestros pueblos juntos superan cualquier dificultad. Buenas nuevas están surgiendo en el mundo libre y antiimperialista.
Por: Dr. (PhD) Ángel Rafael Tortolero Leal
Profesor Investigador Titular en la UNERG, Diplomático Jefe de Misión en Israel y Palestina y Ex Embajador en la República de Chipre. Analista Internacional, Miembro del Centro de Estudios Socialistas Jorge Rodríguez. Director de Internacional Bolivariana y Miembro de la Línea de Investigación: Políticas Públicas y Pensamiento Contra Hegemónico y Profesor del Postdoctorado en Geopolítica Disruptiva. Militante del PSUV