Carlos Lanz es un revolucionario con una visión y acción integral, tanto en la teoría como en la práctica, virtudes que se manifiestan en su permanente lucha contra el imperialismo norteamericano y por la construcción del socialismo en Venezuela, sueños y acciones que lo han acompañado hasta el día de hoy, a más de un año de su extraña desaparición.
Seguimos esperanzados en verlo aparecer sano y salvo luego de tantos meses de incertidumbre, búsqueda y espera; pues nos seguimos negando a aceptar una reaparición llena de dolor y pena.
Rindo con estas líneas, —a comienzos de este esperanzador año 2022— mi respeto y mi admiración por este gran hombre, quien ha sabido llevar muy en alto los ideales humanistas que han signado su fructífera vida en aras de una sociedad y un mundo mejor y más humano; como decía el “Panita” Alí Primera.
Carlos Lanz nunca se conformó con la mera denuncia teórica, de palabra o escrita. Más allá de eso, ha sido un hombre de acción, ejecutor de la teoría y la praxis revolucionaria; y de ello doy fe, porque lo acompañé durante varios años por diversos Estados de Venezuela y fuera del país, reseñándole las actividades del programa “Todas las Manos a la Siembra” (TMS), proyecto al que se ha dedicado por varios años, desde los Ministerios de Educación y Educación Universitaria.
A ese proyecto, que contempla entre sus objetivos estratégicos, el lograr la plena soberanía alimentaria para enfrentar la política desestabilizadora de la burguesía criolla y el imperialismo norteamericano, Carlos Lanz le puso —junto a la denuncia de las operaciones psicológicas— toda su pasión, se entregó a ello desde el corazón, como lo hacía desde que abrazó las banderas del comunismo.
Carlos, estaba consciente del peligro que ambos factores representaban para la soberanía e independencia de nuestra Patria; peligro evidenciado hoy más que nunca por las políticas criminales ejecutadas por parte de la oposición venezolana y los gobiernos imperialistas de Donald Trump y ahora de Joe Biden. Carlos nunca dejó de denunciar con ahínco tales planes criminales, muy a pesar del riego personal y familiar que ello implicaba.
Era vehemente en su denuncia sobre el desabastecimiento programado, política desestabilizadora implementada por los grandes grupos monopólicos económicos nacionales de la alimentación, aliados de EE. UU., cuya estrategia consiste —y ha consistido hasta hace pocos meses— en desaparecer y encarecer los alimentos fundamentales del pueblo venezolano, en su obsesión por desestabilizar y derrocar el actual proceso revolucionario que desde hace más de dos décadas se consolida en Venezuela.
De allí que el programa coordinado por Carlos Lanz llevara como slogan una “Alimentación Sana, Segura, Soberana y Sabrosa” ¡Demasiado subversivo!
En su condición de profesor revolucionario, Carlos formó hasta sus últimos días antes de su desaparición, un batallón de cientos de activistas agroecológicos en todo el país, a quienes impartió sus amplios conocimientos políticos, ideológicos y metodológicos en distintas instituciones educativas, desde primaria hasta universitaria, y en comunidades y zonas populares, mediante la construcción de los llamados predios agroecológicos; y aplicando el Punto y Círculo, como método de organización que permite a las masas populares vincularse estrechamente en las comunidades.
No era extraño pues que el programa TMS tuviera como sostén operativo al pueblo y participaran productores agrícolas, campesinos, inventores, sabios populares, estudiantes y coordinadores de educación básica, media y universitaria; al igual que las Milicias Universitarias Bolivarianas.
Asimismo, impulsó las campañas “Educando para la Sequía”, mediante el uso del agua de lluvia y una metodología altamente económica para la construcción del Tanque Artesanal Zamorano, para beneficio y utilidad de las comunidades y los sectores populares, como recurso ante el desabastecimiento de agua en los periodos de sequía o de otra circunstancia ambiental.
Entre sus aportes para la educación política e ideológica, Carlos nos deja un extenso y rico legado ideológico y político en folletos, revistas, escritos y tesis, sobre inteligencia y operaciones psicológicas; un sistema dialéctico de metodología de la investigación llamado INVEDECOR, y las bases y fundamentos teórico-prácticos del TMS, proyecto en el que continuaba trabajando al momento de su desaparición.
Como dije, Carlos es un ser humano afable, respetuoso y un hombre de acción y trabajo permanente, incansable. Aún con su avanzada edad, viajaba diariamente y con el mismo espíritu de Caracas a Aragua y viceversa, a cumplir con sus tareas formativas y, a la vez, ejercer su rol de ejemplar padre de familia.
En los ratos de descanso, cuando hacía un alto en las clases de Marxismo Leninismo, de metodología dialéctica de investigación, o en las charlas sobre las operaciones psicológicas; Carlos se comportaba como un hombre animoso y dicharachero, nos descubría su faceta de hombre sensible, de líder estrechamente ligado al pueblo y además de alegre y extraordinario trovador. Con su voz y su guitarra, animaba los ratos de esparcimiento luego de las largas jornadas de actividades formativas. Muy diferente al que conocíamos de a diario: pausado y pedagógico en el hablar, y lento y seguro al caminar.
Pero siempre, infalible, llevaba debajo de su singular e insustituible boina negra -que siempre le daba sombra y la que nunca le abandonó- el programa “Todas las Manos a la Siembra (TMS), hoy más indispensable que nunca para ser rescatado y reivindicado en cumplimiento a su lema revolucionario: “Por una Alimentación Sana, Segura, Soberana y Sabrosa”.
Texto y fotos Orlando Ugueto