Recuento histórico de una tendencia suicida
2003: firmas planas y espíritu de trampa
El primer torpedo contra la institución del referendo revocatorio fue lanzado tan temprano como en 2003, es decir, en la primera oportunidad en que podía aplicarse luego de ser establecido en la Constitución Nacional Bolivariana en 1999. Y lo disparó la oposición al Gobierno del comandante Hugo Chávez.
Ha corrido mucha agua bajo los puentes desde ese entonces, pero es bueno ejercitar la memoria y traer al debate el hecho de que las fuerzas agrupadas en la Coordinadora Democrática pretendieron hacer trampa en la etapa de recolección de firmas.
Presentaron miles de apoyos falsos a la solicitud de referendo, utilizando mecanismos bastante burdos, como las llamadas firmas planas, es decir, que una misma persona escribió muchos nombres y cédulas y plasmó firmas a nombre de terceros.
La triquiñuela fue advertida y se hizo necesario que muchas de las firmas fueran sometidas a reparo, o sea, que el titular de la cédula incluida en la planilla se presentara ante la autoridad electoral a ratificar su voluntad.
Una vez que se verificaron las firmas válidas y fue claro que se había cumplido el requisito, el comandante Chávez llamó a sus partidarios y simpatizantes a ir a la pugna electoral, y la ganó de manera contundente. Pero el daño que se le hizo al mecanismo con el intento de hacer trampa quedó marcado como un trauma y ha obligado al Consejo Nacional Electoral a revestir de normas de seguridad adicionales cualquier solicitud de esta naturaleza.
2004: fraude cantado pero nunca demostrado
No contentos con semejante ataque a la credibilidad del mecanismo de referendo, los opositores hicieron una de sus jugadas características luego de la jornada de votación: cantaron fraude sin tener ningún argumento para hacerlo.
La mejor demostración de ello fue que prometieron presentar las pruebas en las siguientes 24 horas de la denuncia y ya han transcurrido casi 18 años y medio sin que veamos indicio alguno.
Esa declaración de fraude marcó, además, el inicio de una campaña constante ya no solo contra la vía del referendo, sino contra la institución del voto como un todo. Al año siguiente (2005) pretendieron deslegitimar las elecciones parlamentarias retirándose a última hora de ellas. Esas estrategias han sido la semilla de intentos de boicot electoral más recientes y de la “manía” de denunciar robos electorales de manera irresponsable, tal como lo hizo el candidato presidencial derrotado Henrique Capriles Radonski en 2013.
Adicionalmente, luego del referendo se desató la matriz de opinión según la cual el gobierno estaba persiguiendo a quienes habían firmado la solicitud, a pesar de que fue una entidad opositora la que tomó la iniciativa de publicar dicha lista. Esa versión le ha causado un perjuicio casi irreparable a la ruta revocatoria.
2016: el referendo como parte de la panoplia golpista
La posibilidad constitucional de invocar el referendo revocatorio surgió de nuevo en 2016, al cumplirse el tercer año del mandato dado por el pueblo originalmente a Hugo Chávez y ratificado, tras su partida física, en favor de Nicolás Maduro.
Para ese año, la dirección opositora estaba engolosinada con su triunfo electoral en las parlamentarias de 2015 y se debatía entre varias opciones para “salir de Maduro”, muchas de ellas absolutamente desmelenadas y de clara raigambre golpista.
La borrachera de la victoria los llevó a intentar rutas como declarar el abandono del cargo del presidente, cuestionar su nacionalidad venezolana, intentar un inexistente “impeachment”, gestionar un adelanto de elecciones. En medio de esa extravagante paleta de colores, la idea del referendo se diluyó al no lograr enfrentar las objeciones que, con todo derecho, presentó el Gobierno.
2022: sin unidad estratégica es una opción poco viable
Y así llegamos, en este rápido vistazo, a 2022, cuando un sector de las oposiciones (nunca mejor usado este plural) presentó la solicitud de referendo revocatorio, al parecer con la convicción de que el CNE la rechazaría o intentaría poner obstáculos y demorarla.
Ocurrió todo lo contrario: el organismo con competencia en el tema llamó en tiempo muy breve a la manifestación de voluntades con normas muy estrictas para evitar la repetición de las irregularidades ya referidas.
El llamado a presentar las firmas encontró al sector antigobierno muy dividido, sin una unidad estratégica respecto al uso de esta ruta y la consecuencia de ello ha sido uno de los fracasos más estrepitosos de los últimos tiempos. Los promotores de la iniciativa no lograron movilizar ni siquiera al 1% del padrón electoral, por lo que el revocatorio fue declarado sin lugar y ha quedado cancelado como posibilidad para el presente período presidencial.
La dirigencia (y la militancia) opositora debería reflexionar a fondo sobre el daño que ella misma le ha infligido a este novedoso recurso, exclusivo de Venezuela, con sus intentos de trampa, sus falsas denuncias de fraude, sus intentos de utilizarlo con fines golpistas y su falta de coherencia y unidad en las estrategias. Ojalá lo piensen.