El martes 4 de febrero de 1992, el pueblo conoció al comandante Chávez como parte de un grupo de militares que ejecutó un intento de golpe de Estado en Venezuela contra el entonces presidente constitucional Carlos Andrés Pérez; quien había lanzado por órdenes del Fondo Monetario Internacional el programa económico de Miguel Rodríguez, su jefe de Cordiplan y presidente del BCV. En este acto insurreccional hay que honrar la presencia de los movimientos sociales y de uno de los líderes más importantes en la lucha contra el puntofijismo: el merideño Kléber Ramírez Rojas.
Kléber Ramírez Rojas
Kléber Ramírez Rojas fue uno de los teóricos más influyentes en la visión política de Hugo Chávez que desembocara en el 4 de febrero de 1992. Nació en Chiguará, pueblo del estado Mérida, el 8 de noviembre de 1937 y murió en Caracas el 6 de junio de 1998. Militante de la Juventud Comunista, fue uno de los fundadores del Frente de Liberación Nacional y de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional y posteriormente coordinador nacional del Movimiento Político Ruptura y del PRV. Su trajinar político se fundamentó en un proceso intelectual orgánico basado en la radical transformación de la realidad venezolana. Al respecto señalaba que la crisis del Estado venezolano se resolvía solamente con la liquidación y entierro de ese estado Gomecista, creando uno nuevo: el Estado Comunero. Kleber Ramírez Rojas estuvo en Nicaragua unos ocho meses antes de la caída de Somoza, visitó Vietnam y estrechó la mano de Ho Chi Minh en 1961, además estuvo en Irak, China y la Unión Soviética. En su libro «Venezuela: La cuarta República» dice que «los partidos políticos no son instituciones permanentes, tienen vigencia en determinado momento; luego su razón de ser desaparece o puede desaparecer, para convertirse en verdaderas empresas expoliadoras de las necesidades y esperanzas populares, son epifenómenos; cambian sus líderes y sus plataformas», y continúa más adelante, «la única realidad es el pueblo, con sus necesidades anhelos e inquietudes.
Del ser individual al ser colectivo
La sociedad debe ser dirigida por los que trabajan realmente, no por los que viven del engaño a los demás, sería más conveniente crear una Fuerza Revolucionaria Socialista, con una estructura horizontal de amplia participación que apoye el proyecto del Presidente y su gestión, hacia la conformación de una sólida estructura comunitaria; partiendo de la enseñanza hacia la transformación del hombre individual hacia el hombre colectivo y políticamente formado para que entonces ese hombre nuevo y políticamente culto vaya desarrollando los núcleos comunales en función de un trabajo de Formación Socialista, humana, con una Educación Política integral de crecimiento sostenido y objetivos claros hacia la Patria nueva, llena de ciudades y nuevos espacios comunales, municipios federales donde surjan las empresas de producción social; que serán en la medida del cumplimiento de los términos, empresas propiedad de las comunas formadas y preparadas en el conocimiento y manejo de las mismas. Además, de esta manera también crearemos el sentido de pertenencia necesario para defender este proceso de País y lo más importante, el revolucionario tiene que demostrar con hechos y acciones personales lo que pregona; como promotor y activista de una causa justa de inclusión. El partido concebido como reunión de militantes por un objetivo electoral o solo político se convierte en una estructura vertical rígida que termina por expoliar las necesidades de sus militantes y sólo los utiliza para la consolidación de apetencias de poder personal o grupal en perjuicio de las mayorías».
Vinculación con el pueblo
Kleber Ramírez Rojas señala que es requisito de los demócratas auténticos, vincularse activa y realmente al Pueblo, y orientarlo hacía su emancipación. Entendió como pocos que el saber y el trabajo deben ser piezas del mismo engranaje y por eso hablaba del «Pueblo Armado» en todos los sentidos: armado en la conciencia; en las ideas; en la moral; en la organización y la movilización; en la producción; en las armas; en alianzas y praxis perseverantes y transformadoras. Al respecto dice: «estos son los requisitos para liberar a los humildes, los explotados y los reprimidos; o mejor para que ellos se liberen en contextos revolucionarios junto a sus liderazgos legítimos y debemos insistir en vencer al imperialismo que hoy sigue interviniendo contra las luchas de los pueblos. Es necesario, entonces, ir al encuentro del pueblo y decidir con base a sus creencias. Nadie debe hablar a nombre de éste si vive aislado de nuestra gente, atrincherado en su pequeño comando, en unas siglas, o en sus partidos» y luego señalaba lleno de alegría «chico es el poder popular y no otro». Por supuesto, «los renegados y conversos no tienen espacio en este nuevo proceso; mucho menos, los oportunistas pragmáticos, ni los academicistas retóricos, ni los neutrales indiferentes».
Prédica y práctica
«Necesitamos claridad y perseverancia. Convencimiento y pasión. Entrega y sacrificio ¡Cuán exigente es el apostolado político en función colectiva! Cuán heroica es la coherencia entre la prédica y la práctica. Cuan débil suele resultar la condición humana para darle curso cotidiano a las luchas sin impaciencias, ni ambiciones, ni inmediatismos, ni prepotencias sectarias, que dividen y dispersan los esfuerzos del movimiento popular contra el Estado neoliberal. Era y es en este contexto de ideas y urgencias de contenido ético y de ideario político, donde se inscribe el pensamiento y plática para el debate, el combate y la esperanza; para la reflexión y la acción, siempre en función del Pueblo. Pero no de cualquier Pueblo, concebido para el Pueblo popular y revolucionario»
Producir alimentos, ciencia y dignidad
Kléber Ramírez Rojas entendió la necesidad de darle vida a un nuevo proyecto político nacional. Necesidad teórica y práctica porque él señalaba que «primero son las ideas que moverán voluntades al unísono y en la misma dirección, y en segundo lugar las formas de lucha». La línea de fuerza fundamental que, en su criterio, debía orientar la construcción de una nueva República era «producir alimentos, ciencia y dignidad». Quizás sea éste uno de los mejores ejemplos de pedagogía comunera que debe sustentar el saber y el trabajo.
Aquel paquetazo
Para entender en su justa medida el 4F, debemos comprender cómo estaba Venezuela. Dice Simón Rodríguez que “se escribe para calcular y para recordar; para instruirse y para instruir, y, sobre todo, para salvar del olvido los hechos interesantes”. Esta lección nos conmina a recordar aquel paquetazo que diseñó. Ese economista, después de hacer una maestría en la Universidad de Yale y doctorarse en la Universidad de Harvard, regresó en 1985 para trabajar en el Instituto de Estudios Superiores de Administración (Iesa). Publicó el artículo “Mitos y realidades del endeudamiento externo de Venezuela”, que lo catapultó como hombre clave.
Los números de la miseria
Ese “genio de la economía” escribió el programa “El gran viraje”, en el que, siguiendo las pautas del Fondo Monetario Internacional, hilvanó una serie de ajustes económicos neoliberales para refinanciar la deuda externa. Los resultados los vaticinó Simón Rodríguez: “El hambre convierte los crímenes en actos de virtud”. El 27 de febrero de 1989 se inició en Guarenas lo que conocemos como el Caracazo, que arrojó más de tres mil muertos. Tras esa traba popular, Pérez lo conmina a reajustarlo. Las secuelas nos las facilita Hernán Méndez Castellano, de Fundacredesa. Para 1993, 1,07% de la población vivía en la opulencia (cuatro mil familias) y 7,09% vivía en relativo confort (15 mil familias). La clase media venezolana se redujo a 13,6%. 37,6% conformaban la clase obrera (cerca de siete millones). 40,64% (ocho millones) era marginal. Para 1995, de 21.332.515 habitantes, 81,58% se hallaba en situación de pobreza, de la cual 41,75%, es decir, más de nueve millones padecían miseria, entre ellos unos cuatro millones de niños sin hogar o escuela o con severos cuadros de desnutrición.
Detrás de cada número se esconde un dolor. Miguel Rodríguez había logrado el objetivo de su paquete: enriquecer más a la oligarquía. Hoy, Fedecámaras lo aplica. El pueblo sabe qué guarismos desean otros “genios” como Moisés Naim y Ricardo Haussmann. Es importante que “abramos la historia” ya que, insiste Róbinson, “en las letras y en los números, se consignan muchos intereses, para lo futuro, como para lo presente”.
El golpe no tuvo éxito: fue un fracaso militar, pero una victoria política. El comandante Chávez se hizo responsable y cual Libertador del Siglo XXI, el 4 de febrero de 1992 encarnó a toda la gente que va con la esperanza en la mano. Después de ese día no hizo otra cosa que emprender la tarea de Kléber Ramírez Rojas, su maestro y líder insurreccional, “producir alimentos, ciencia y dignidad” y construir para el pueblo caminos de libertad, justicia, grandeza y hermosura.
Hugo Chávez
Chávez es uno de los políticos más importantes del siglo XXI porque estableció una ruptura radical contra el neoliberalismo, fase superior del Estado Liberal Burgués. En su honor los pobres del mundo ondean su imagen en manifestaciones contra el imperialismo yanqui. Sobre él explican tres venezolanos que participaron en el concurso ¿Quién es Chávez para ti? Para el zuliano Giovanny Correa Curiel: “es el venezolano ideal encarnado, es el ideal Bolivariano renacido y viviente…”. Para el larense René Lameda: es un “…líder visionario de estos tiempos, es la Patria, es un gran soldado, es un humilde hombre desprendido, es el barrio jubiloso que lo honra todos los días…”. El aragüeño Leonardo Yoris le escribe: “…tu coraje fue el multiplicador de libertades, mi visión de mundo era la metáfora en tu mirada, las virtudes onomatopéyicas de tu corazón convirtió mi entendimiento en rebeldía, una piedra en el zapato del capital, fuiste la elegancia de la humildad y la paciencia del insultado”.
Su gobierno constituyó una época de paz y progresos. Sembró el petróleo, le dio continuidad al Congreso Anfictiónico de Panamá, fomentó el comercio, la navegación, enseñó el cultivo, creó ciudades, fundó universidades y dictó leyes del poder popular, y basándose en la teoría de las necesidades de Simón Rodríguez (darle comida al hambriento, posada a peregrino, vestidos al desnudo, remedios al enfermo y alegría al triste) creó grandes misiones sociales.
Chávez y Maduro
Chávez es padre político de Nicolás Maduro, hombre de la paz, del diálogo, de la protección al pueblo, de la defensa integral de la patria ante la guerra multifactorial que sobre Venezuela despliega el mayor imperio de la historia. Chávez es portador de albricias. Es el hombre que abre las puertas, es el hombre de los comienzos, de los portales, de las transiciones y de los finales. Para el historiador de La Habana, Eusebio Leal, “Fidel descubrió en Chávez a un diamante que alcanzaría las cotas más altas en el discurso político, revolucionario e internacionalista”, pues, “lo vio todo con claridad, nitidez y visión, que alcanza el tiempo futuro”.
Horizonte y esperanza
La mirada y la voz de Chávez no se han perdido, el soberano las siente sobre el resol de los médanos, su palabra es la voz del grito más hondo como el son de las guaruras cuando pasan los arrieros. El día que el pueblo lo inmortalizó, como hizo Dios con Jano, se fue caminando como en otros tiempos las calles de San Fernando, después de acercarse a la orilla del río y sentir el rugir del Apure inmortal, irá rumbo a Biruaca y después… después pasará por Apurito… pasará por El Samán… pasará por Achaguas, Después pasará por Mantecal y llegará a Elorza, luego irá al Arauca a recorrer esa sabana que lleva en el alma, y llegará hasta el caño Caribe, hasta las sabanas de Alcornocal, hasta el río Capanaparo, hasta Carabalí, hasta Barranco Yopal y más allá, y ya al final Chávez quiere compartir la suerte de Lorenzo Barquero que se lo tragó la sabana, lejos, allá en el cajón de Arauca apureño, hasta que lo seque el tiempo, se vuelva terrón, se vuelva agua. Pero en realidad él compartirá la suerte de Santos Luzardo “… Todo horizonte, todo esperanza”.