A cinco años de su linchamiento
Si quisiéramos contarle a un extranjero los asedios y sufrimientos a que ha sido sometido el pueblo venezolano a partir de la desaparición física de Hugo Chávez; bastaría con ver una sola imagen. Bastaría una sola fotografía que es metáfora de un pueblo entero sometido a las crueldades inescrupulosas del imperialismo euro-estadounidense. Quien quiera ver, sentir, casi tocar las lágrimas de nuestro pueblo puede ir a Google, digitar “Inés Esparragoza” y clicar en «imágenes”.
La imagen que usted verá es la de un rostro infinitamente desgarrado por el dolor. Verá un rostro envejecido en cuestión de pocas horas, de desesperados días de agonía. Verá los surcos cincelados en un rostro femenino por el odio supremacista de la clase expropiadora contra la clase históricamente expropiada. Verá el rostro de un infinito amor materno infinitamente mancillado. Verá el rostro arrasado de Inés Esparragoza, madre de Orlando Figuera.
Contemplando esta sola imagen, usted puede llegar a entender lo que ha sufrido este país, mucho más que leyendo miles de notas de prensa sobre Venezuela.
Linchamiento
Orlando fue quemado vivo en Altamira, Caracas; hace cinco años cuando la contra-revolución antivenezolana convirtió las calles de nuestra patria en un dantesco escenario de guerra civil y desestabilización inducida.
Un 20 de mayo de 2017 los fachomercenarios (guarimberos) interrogaron a Orlando: «!Confiesa!… ¿tú eres chavista?» Y Orlando, valiente como es nuestro pueblo, contestó “Sí, ¿y qué?” esgrimiendo una subjetividad rebelde que es mayoritaria en la Venezuela de a pie desde hace 20 años. Una subjetividad que resulta intragable para la mentalidad burguesa y supremacista interna e internacional.
Orlando tenía apenas 22 años cuando una horda de cientos de sujetos narcotizados por el odio, lo detuvieron, interrogaron, acorralaron, golpearon, apuñalaron, difamaron, prendieron en fuego y finalmente celebraron sádicamente mientras lo quemaban vivo. Todo fundamentalmente por una causa: no se asumió desclasado y no les bajó la cabeza a los cancerberos de la clase dominante.
Luego de dos semanas de padecimiento, un 4 de junio de 2017, Orlando perecería.
Borramiento de un linchamiento o la víctima como culpable
Desde Wikipedia se trata de imponer la perversa versión de que Orlando habría sido víctima de un mero “ajuste de cuentas” por una disputa laboral. Así, su linchamiento nada tendría que ver con la execrable insania promovida internacionalmente por las personificaciones del gran capital. Y la muerte de este joven trabajador venezolano sería un hecho lamentable, una mala suerte.
Pero Bolívar, Chávez y Maduro nos han enseñado que los medios masivos de incomunicación y desinformación despliegan sofisticados recursos ideológicos para proyectar a las víctimas como culpables. Hacen aparecer que aquellos que aterrorizan, vandalizan, paralizan un país y además queman vivos a seres humanos; en realidad estarían defendiendo la libertad y la democracia. Si no hay víctimas ni insurrección continuada, no hay crimen. Tergiversar la versión de los hechos es clave para presentar al fascismo como inocente. No es de extrañar que el prófugo solicitado por haber prendido fuego a Orlando Figuera haya sido impunemente liberado en España.
Orlando Figuera es mártir de una Venezuela emancipada, de signo comunal, que insurge con una subjetividad insumisa. Nuestros agresores son la viva imagen de la antipatria. Son quienes han promovido la disolución y entrega de la nación, el crimen de lesa humanidad y el crimen internacional de agresión contra nuestro pueblo.
El linchamiento de Orlando Figuera no fue un hecho fortuito. Fue el resultado planificado de una inoculación inclemente de odios de clase, prejuicios racistas e intento de sepultar el modelo de transición hacia un socialismo bolivariano. Tras haber sido derrotadas todas las mil y una formas de guerra abierta y guerra híbrida, el imperialismo ensaya desdibujar el fascismo intestino y el insidioso papel del imperialismo en su determinación pragmática por restablecer sus intereses petroleros.
Racismo Geopolítico
Orlando Figuera fue víctima de un racismo en razón de su color de piel, de una discriminación de clase, pero también de un racismo geopolítico, es decir, del completo desconocimiento de su humanidad; de su infrahumanización como artilugio para naturalizar luego la crucifixión y esclavización, de pueblos y naciones enteras.
El acto sádico de terrorismo contra Orlando Figuera necesita ser desdibujado y borrado de la memoria colectiva venezolana y mundial, sobre todo porque su linchamiento y quema pública, su crucifixión infinita en pleno siglo XXI, además registrada en video, le recuerda a España su genocidio-epistemicidio de más de cinco siglos, incluyendo la caza y quema de millones de mujeres acusadas de brujas en el siglo XVI y XVII; y la esclavitud, humillación y explotación de decenas de millones de seres humanos hasta hoy en África, Asia y Latinoamérica.
Y le recuerda a la más cruel que culta Europa su sangrienta acumulación originaria de capital, una lección al parecer no aprendida ni por sus pueblos ni por muchos de sus intelectuales de izquierda. Una Europa que en su miopía renuncia a la política exterior para ser satélite de EEUU y opta por la autodestrucción en su apuesta contra Rusia en Ucrania y contra el multipolarismo emergente de China.Y sigue lucrando de las guerras, las tergiversaciones mediáticas y la especulación financiera.
Orlando Figuera, al igual que George Floyd en EEUU, son símbolos de la insurgencia indo-afro-latinoamericana. Pero ni Orlando ni Venezuela tienen hoy derecho a la defensa. No tenemos derecho a la justicia porque desde el paradigma racista, patriarcal, genocida, epistemicida y moderno occidental; ni los afrodescendientes ni los latinoamericanos hemos sido, ni seremos jamás, seres plenamente humanos. Somos así víctimas del racismo clásico y del racismo geopolítico por haber nacido en lo que el teórico descolonial martiniqueño Frantz Fanon ha definido como «la zona del no ser”.
Si se impone la tesis de que el linchamiento político/ geopolítico de Orlando Figuera no tuvo lugar, el imperialismo capitalista euro-estadounidense será de nuevo absuelto de sus crímenes de odio, agresión y crucifixión infinita contra Venezuela. Razón llevaba Walter Benjamín cuando decía que ni siquiera los muertos estarán a salvo si el enemigo imperial vence. De allí que por la vida digna de nuestras generaciones pasadas y presentes estemos obligados a resistir, a revolucionar y renacer.
Por: Carol Delgado