Ex jefe de la CIA, mentor ideológico de la corporatocracia mediática global
Cuando hablamos de esa irracional política norteamericana basada en el injerencismo en todas sus formas y manifestaciones, en el irrespeto al derecho internacional, en la manipulación permanente de mentes y corazones a escala global, al uso de la fuerza militar de tanto en tanto; solemos apelar a su doctrina de Destino Manifiesto, a la Doctrina Monroe, o a lo que algunos llaman el “Excepcionalismo Estadounidense”.
Recordamos que, esas teorías para saquear territorios, exterminar miles de personas, en aquello que llamaron la conquista del oeste, que fue un verdadero genocidio a los pueblos originarios de su país; son revestidas con un barniz religioso.
Siempre arguyeron argumentos morales para justificar sus acciones, sus invasiones. Personificaban, en sus relatos, el bien que combatía el mal. Su punta de lanza ideológica, sobre todo en el siglo 20, Hollywood, y sus apéndices en las cadenas televisivas; condicionaron en millones de personas a quien odiar o amar. Después de la segunda guerra mundial esto se hizo más evidente.
Surge una nueva estructura del poder global, sus respectivas organizaciones, la ONU por ejemplo, todas ellas fueron controladas, en lo que se llama occidente por Estados Unidos; del otro lado el contrapeso lo hacía la Unión Soviética. Hubo una relativa paz en un mundo que empezaba a recuperarse de la catastrófica conflagración. En ese contexto se fue generando la llamada “Guerra Fía”.
En ese contexto surge uno de los personajes más siniestros que la historia norteamericana puede mostrar: Allen Welsh Dulles. Y lo recordamos porque hoy, en 2022, Dulles, que fue jefe de la CIA durante casi una década, sigue ejerciendo su maligna influencia entre quienes toman decisiones, las instrumentan, en Washington y sus acólitos.
Hoy, quienes hablan de manipular el cerebro humano con fines pérfidos, cuando se menciona la Guerra Cognitiva, de alterar estados emocionales para generar odios y afectos, deben saber que el citado personaje inició esas andanzas con lo que se denominó MK Ultra, proyecto secreto de la CIA destinado a encontrar formas de control mental.
No hubo escrúpulos en utilizar a indigentes, personas en situación de vulnerabilidad, o incluso a soldados norteamericanos que venían de combatir en Corea, veteranos de la Segunda Guerra Mundial, para efectuar espantosos experimentos.
En los años 70 del siglo pasado la presión mediática hace que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) publicara documentos sobre el MK Ultra, allí se confirmó que habían financiado experimentos de control mental, que usaron descargas eléctricas, drogas alucinógenas y otros terribles procedimientos.
Así como hoy usan cárceles en países “aliados” en esa cruzada contra el “terrorismo internacional”, en donde torturan y desaparecen a quienes caen en sus manos, en esos tiempos hacían algo similar. Utilizaron un hospital psiquiátrico en Montreal – Canada, el Allan Memorial Institute, para los experimentos más crueles.
Dulles, religioso furibundo, de los que hablaban del Excepcionalismo Estadounidense, hacía seguimiento directo de todos estos “estudios”. Mientras tanto ocupaba su tiempo en derrocar gobiernos no alineados con Washington en Irán, Guatemala; en planificar la operación Bahía de Cochinos, fracaso que le costó su cargo en la CIA en 1961.
Ya había unificado a los grandes medios y todo el sistema educativo en la lucha contra el comunismo, en favor del establishment y del injerencismo norteamericano en el mundo. Política que hasta hoy está vigente. Todo eso constituye un legado negativo, sobre todo para países soberanos e independientes.
Por si fuera poco, la guinda sobre la torta, como dicen muchos, para completar su “obra”, es su libro “El Arte de la Inteligencia”, especie de manual, de decálogo, sobre como destruir países “hostiles”; como dañar poblaciones enteras si de lograr los objetivos del Tío Sam se trata.
Entre las perlas que encontramos en ese libro, en ese entonces enfocado en la Unión Soviética, están: Sembrando el caos en la Unión Soviética, sustituiremos sus valores, sin que sea percibido, por otros falsos y les obligaremos a creer en ellos. Encontraremos a nuestros aliados y correligionarios en la misma Rusia… De la literatura y el arte, por ejemplo, haremos desaparecer su carga social… Literatura, cine, teatro, deberán reflejar y enaltecer los más bajos sentimientos humanos. Apoyaremos y encumbraremos por todos los medios a los denominados artistas, que comenzarán a sembrar e inculcar en la conciencia humana el culto del sexo, de la violencia, el sadismo, la traición. En una palabra: cualquier tipo de inmoralidad…”
“La honradez y la honestidad serán ridiculizadas, innecesarias y convertidas en vestigio del pasado. El descaro, la insolencia, el engaño y la mentira, el alcoholismo la drogadicción, el miedo irracional entre semejantes, la traición, el nacionalismo, la enemistad entre los pueblos; todo esto es lo que vamos a cultivar hábilmente hasta que reviente como el capullo de una flor…Sólo unos pocos acertaran a sospechar e incluso comprender lo que realmente sucede. Pero a esa gente la situaremos en una posición de indefensión, ridiculizándolos, encontrando la manera de calumniarles, desacreditarles y señalarles como desechos de la sociedad…Nuestra principal apuesta será la juventud. La corromperemos, desmoralizaremos, pervertiremos”, menciona en otra parte de su libro.
Claro, todo ese veneno esbozado en su escrito debió, así fue, así es, ser implementado con la maquinaria mediática, que con el correr de las décadas se convirtió en global y con el aparataje educativo que se había establecido previamente.
¿Cuánto de lo escrito por Dulles no lo vemos hoy plasmado? La corporatocracia mediática global parece aplicar a rajatabla las “enseñanzas” de Dulles. Ellos han sido parte del soporte ideológico en la unipolaridad que hoy va llegando a su fin.